El COVID-19 nos recuerda que vivimos en una aldea global de la que México no puede ser indiferente. El brote empezó en Wuhan, una región ignota para la mayoría. Sin embargo, al momento de escribir estas líneas hay 214 mil 894 personas infectadas acumuladas y 8 mil 732 fallecidas en 156 países como consecuencia de este virus, vidas perdidas que, sin duda, son la peor consecuencia de esta pandemia; los mercados financieros internacionales han tenido jornadas dantescas y las consecuencias económicas serán monumentales.
El COVID-19 revelará cómo cada país decide encarar los retos del siglo XXI, pues resulta claro que se forman ya dos polos: los gobiernos que han elegido el aislacionismo diplomático, y han aprovechado para revivir el discurso nacionalista y hasta xenofóbico; y los que han decidido optar por la cooperación internacional y escuchar a los expertos para definir sus estrategias. Algo similar sucede con retos trasnacionales, como el cambio climático o la migración.
No es casualidad que los gobiernos que peor han respondido a esta crisis son los de corte populista, pues el populismo rechaza el papel de los técnicos y científicos, y promueve un discurso que polariza a las sociedades, mientras que una amenaza sanitaria requiere unidad, solidaridad y que sean los expertos quienes determinen las acciones a instrumentarse. Los populismos suelen gastar recursos en programas clientelares y obras de infraestructura colosales, en lugar de invertir en activos de largo plazo, como los sistemas de salud. Finalmente, los populismos suelen manipular la verdad a través de noticias falsas y descalificaciones a medios; esto genera falta de confianza entre el público a la hora de comunicar cosas importantes, como las medidas para contener y enfrentar una pandemia.
Además de la salud, otra repercusión trasnacional del COVID-19 está en la economía y por lo tanto la estabilidad social. El diario The Independent lo expuso de manera cruda y realista: “El coronavirus arruinará (económicamente) a más personas de las que matará. Ésa es la emergencia real”.
En efecto, medidas como las restricciones a vuelos, paralización de empresas, e incluso el cierre de fronteras afectan de manera sensible las cadenas globales de valor y con ellas a millones de empleos. EU, Francia, España, Reino Unido y Rusia ya han aprobado un plan para inyectar miles de millones de dólares a fin de mantener estables sus economías; otros países, como Irán, ya se han acercado al FMI para solicitar apoyo. Esta situación, nuevamente, revela la importancia de un uso estratégico y generoso de la diplomacia y del multilateralismo.
En el fondo, la lección es que ningún país, por poderoso que sea, tiene por sí mismo los recursos, la técnica y los protocolos para hacer frente a los grandes retos trasnacionales del siglo XXI. En la aldea global, donde los problemas que se generan en un extremo del mundo impactan al otro, debemos compartir conocimiento, experiencias, técnicas, información y recursos. No hay que esperar a que llegue la próxima crisis para entenderlo.
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POR CLAUDIA RUIZ MASSIEU
SENADORA DE LA REPÚBLICA
@RUIZMASSIEU
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