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Esclavos de la amapola

martín sobrevivió a un campamento ilegal de donde rescataron a 21 personas, en chihuahua

NACIONAL

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CHIHUAHUA. Se cansó de trabajar de sol a sol a punta de insultos y amenazas. Llevaba dos semanas retenido en un campo para el cultivo de amapola cuando el coraje le ganó y enfrentó a uno de sus captores: “Yo no soy esclavo de nadie para que me hagan trabajar a la fuerza”.

Su reclamo no frenó los abusos que él y por lo menos otras 20 personas sufrían en el campamento ubicado en el municipio de Ocampo. “Los que mandaban” lo patearon en los tobillos y en la espalda hasta dejarlo inmóvil; entonces, Martín (nombre ficticio para proteger su identidad) trabajó sin quejarse por miedo de que lo asesinaran.

El viernes 12 de julio, la Fiscalía Zona Occidente informó del rescate de 21 hombres que habían sido retenidos por presuntos criminales para trabajar en el cultivo de droga, varios de ellos declararon que tenían dos años en cautiverio.

Originarios de Chihuahua, Meoqui, Bachiniva, Guerrero, Guadalupe y Calvo, así como Guanajuato, Coahuila y Oaxaca, fueron llevados con el engaño de que tendrían un buen trabajo en San Juanito.

De acuerdo con el medio independiente Raíchali, a Martín, un raramuri de 26 años de edad, lo contactaron en un Oxxo de Cuauhtémoc, a inicios de abril. Le ofrecieron trabajar un mes en San Juanito por 300 pesos diarios, tres comidas libres y hospedaje.

El contratista, El Chapas, los llevó hasta Yoquivo, en donde los incomunicaron y obligaron a cortar leña para la cocina y a barbechar la tierra para la amapola.

El pago prometido jamás llegó. La comida les costaba 150 gramos de goma al día y quien no cumplía era golpeado y sumergido tres minutos en agua fría. Dormían todos en una cueva; debían pedir permiso para ir al baño, y si los dejaban ir solos, tenían que llevar “la muestra”.

En esos tres meses, Martín vivió de dos comidas al día. Les daban arroz, sopa y frijoles y en las tardes maicena con azúcar y agua. Dormía, pero no descansaba, lo único en lo que podía pensar era en salir de ahí.

“Los que cuidaban eran unos 30 cabrones. (…) ellos tenían derecho de todo. Podían dañar a la gente”. A Martín nadie lo rescató de ese infierno. Tenía tres meses en él, cuando halló la forma de huir.

Caminó nueve horas hasta llegar a Memeliche, Ocampo; consiguió raite hasta La Estrella. Ahí contó lo que pasó a un comandante de Seguridad Pública. Tres días después, se realizó el operativo. Del caso, hay 21 carpetas abiertas.

Por Adriana Esquivel

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