Dejar atrás lo malo que dejó el año es uno de los deseos más comunes en el sureste de México, donde los habitantes suelen quemar muñecos de trapo rellenos, entre otras cosas, para renovar la esperanza en los tiempos venideros.
En Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Veracruz y Puebla, entre otros, esta práctica la realizan año con año y en cada comunidad le imprimen su sello para despedirse de los 12 meses que recién terminan.
En Juchitán, Oaxaca, Juan Carlos Ferra, desde hace siete años realiza la escultura del Viejo Gigante. Utiliza material reciclado, papel y algunas piezas de acero, para darle forma al muñeco de cuatro metros de altura.
La escultura se encuentra en la Avenida Oaxaca, donde la gente acude a tomarse la foto del recuerdo, entes de que sea destruida en el último minuto de 2019.
En Villahermosa, comenzó ya la venta de muñecos de año viejo que serán quemados para recibir con buena vibra el 2020 en Tabasco, donde no hay restricciones para la quema de fuegos pirotécnicos.
Uno de los vendedores más reconocidos en la ciudad es Miguel Arjona, abogado y artesano con más de 10 años en elaborar muñecos en los que recrea rostros de ex presidentes, ex gobernadores y hasta figuras internacionales como Donald Trump.
En entrevista, dice que este año no venderá muñecos con rostros de políticos, ya que –asegura– no quiere herir susceptibilidades y ser víctima de ofensas como le ocurrió al comediante El Costeño, quien recibió amenazas, tras hacer un chiste sobre el presidente Andrés Manuel López Obrador.
Pero no sólo es tradicional la quema de un muñeco, otras tradiciones predominan en el país, como en Chiapas. Durante la época colonial, decenas de esclavos entraban por la zona portuaria de Tonalá. Era la población minoritaria que se reunía para celebrar con baile y algarabía el último día del año.
Se trata de pobladores de los municipios de Pijijiapan, Jiquipilas, Mapastepec, Tonalá, Arriaga y Cintalapa, los afrodescendientes, que cada 31 de diciembre salen a bailar y pedir monedas con el Año Viejo, representado por una persona disfrazada de anciano.
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POR JENY PASCACIO, JOSÉ LUIS LÓPEZ Y ARMANDO DE LA ROSA
Corresponsales
eadp