-De apellido fuerte.
-Es cierto.
-¿Y Rosario ha tenido que ser fuerte?
-Sí claro. Circunstancias nos obligan a sacar la fortaleza y el temple, y más si estás en la política.
-¿Y el temple, Chapito desde pequeña?
-Mi mamá era una señora de pueblo, pero dijo que las hijas teníamos que estudiar igual que los hijos. Nunca de que te vas a casar, que te mantenga fulano.
-¿Y el ingeniero (Cárdenas) en qué momento le hace ojitos?
-Más bien yo le hice ojitos (risas). Una relación de mucho cariño. Fuí su secretaria de Gobierno y después lo sustituí, siendo la primera mujer en gobernar esta gran ciudad de México, el ombligo del mundo.
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-Y decide “tapar el sol (azteca) con un dedo”, ¿qué pasó?
-Como presidenta llevé al PRD a una condición muy importante, pero cometí errores que hicieron el caldo de cultivo para el golpe que se quería hacer, a pesar de haber ayudado a López Obrador para ser presidente del partido y luego llegar a la jefatura de Gobierno. Habla mucho de que se meten los gobiernos en las instituciones. Me gustaría platicar con él lo que pasó en el 2000 cuando fue candidato y yo era la jefa de Gobierno y éramos del mismo partido. Ahí sí se haría de la boca chiquita. Me vio siempre como una adversaria en lugar de una compañera.
-¿Si se lo encontrara qué le diría?
-La colitis de mi mamá; o que fue a la tumba de mi padre para ver que yo tuviera dinero escondido, o cosas así. La vida da muchas vueltas. Me tocó enfrentar una embestida feroz y ponerme de pie, que es lo más difícil. El ataque tenía que ver con una relación personal, y no por mi acción como mujer política, y eso a los hombres no les pasa. Siempre nos tachan a las mujeres de manera diferente por eso hay que cuidarnos más.
-¿Ambidiestra?
-No, una mujer de izquierda, progresista, convencida de sus ideales y comparto el proyecto del Presidente por modernizador.
-¿En Sedatu ha topado con pared?
-Con muchas que hemos levantado. (risas) Una de cada cuatro viviendas del Infonavit son de este gobierno.
-¿Chayo es intocable?
-A veces no (risas).
-La música.
-La ópera, la salsa, el merengue. De Suavecito a Alejandro Sanz. Intocable.
-¿Algún asentamiento irregular en el gobierno?
-A veces se culpa de cosas, pero hay que asumir, trabajar, investigar y reforzar la cultura de los derechos humanos. “Si la República no es de iguales, no lo es”.
-¿Ya no es el comunismo de la universidad?
-No, es el contrato social de la igualdad, de la fraternidad y de la libertad. Nos andamos sacando los ojos entre nosotros y tenemos que cambiar esa lógica. Tenemos que oxigenar la política; abrir las puertas y las ventanas, siendo partidos políticos o no. Siendo de la mafia del poder o no. Todos estamos obligados, porque aquí no hay nadie que esté libre de polvo y paja.
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-¿Suspira por la Ciudad de México?
-Siempre. Pero una mala noticia: no puedo ser candidata porque ya fui. Bórrenme de las listas, ya no (risas).
-¿Cómo rescatar a la ciudad?
-Con la gente, participando, rompiendo lógicas clientelares. Esta ciudad es de clases medias y hay que escucharlas. Los partidos no están representando a estas amplias franjas.
-¿Cómo ve al PRI en la capital del país?
-Tiene una gran presidenta que se llama Mariana Moguel Robles (risas).
-¿Las cuentas de Rosario están saldadas?
-Sí, absolutamente.
-¿Se arrepiente de algo?
-Más que arrepentirse hay que reflexionar y ver dónde estuve mal, darle la vuelta a la página y seguir adelante.
Por Xavier Orozco
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