En una carta a sus antiguos subordinados, el recién despedido director de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), James Comey, afirmó su creencia de que el presidente puede despedir a alguien en esa posición con razón o sin ella.
“No voy a pasar tiempo en la decision o la forma en que fue ejecutada”, escribió Comey al señalar “”está hecho y voy a estar bien”.
Acto seguido, en lo que pese a todo parece una velada crítica, Comey anotó que “en tiempos de turbe¡urgencia, el pueblo estadounidense debe ver al FBI como una roca de competencia, honestidad e independencia”.
El despido de Comey provocó una polémica política que según algunos medios estadounidenses hace evocar el escándalo de Watergate, cuando el entonces presidente Richard Nixon despidió a un fiscal especial que investigaba acciones delictivas de su gobierno.
En su carta, el exdirector del FBI expresó a sus antiguos colegas que “mi esperanza es que ustedes seguirán viviendo nuestros valores y la misión de proteger al pueblo estadounidense y mantener la Constitución”.
De acuerdo con algunas versiones, una de las razones para el despido fue que el gobierno Trump perdió confianza era él porque no dio seguridades de su lealtad personal a Trump y porque la ampliación de la indagación del FBI por posibles vínculos entre miembros de su campaña electoral y funcionarios rusos.
Por Jose Carreño / El Heraldo de México