¿Quién no empieza a salivar con sólo pensar en un delicioso churro con chocolate? Por eso, es importante hablar de este postre que tiene cientos de años.
Su origen, a ciencia cierta, se desconoce. Existe una teoría que indica que fueron unos pastores españoles quienes los inventaron, ya que, al vivir en el monte, era difícil tener acceso al pan dulce, por lo que poner a freír esta masa era realmente fácil y conveniente.
Otra teoría dice que los portugueses descubrieron un platillo similar en China y lo llevaron a la Península Ibérica, donde los españoles aprendieron la receta haciéndolos en forma de estrella. Finalmente, hay quien dice que sus orígenes son árabes y que se fueron perdiendo en el tiempo. Pero su éxito empezó en Cataluña y, de ahí, se fueron esparciendo por toda España hasta trascender fronteras.
[caption id="attachment_832387" align="aligncenter" width="1280"] AZÚCAR. El churro se espolborea frío, no caliente. Foto: Especial[/caption]La masa es simple y muy sencilla: harina de trigo, agua tibia y todo a freír en aceite. Es aquí donde viene una de las diferencias entre los churros españoles y los que comemos en México: nosotros, una vez que salen del aceite, les espolvoreamos azúcar para darles el toque que los hace tan irresistibles.
Con la llegada de los españoles a México, el trigo que vino con ellos y nos enseñaron esta bendita receta, pero con una enorme diferencia, ¡el chocolate! El que se chopea allá es súper espeso, se queda pegado perfectamente al churro; por su parte, en México lo hacemos mucho más líquido y más que chopear, lo tomamos como acompañamiento.
¡Y miren cómo son las cosas! Ellos trajeron el trigo, pero nosotros de regreso les mandamos el cacao para hacer chocolate. Así que, los churros como los conocemos actualmente en ambos países, son un perfecto ejemplo de mestizaje gastronómico.
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Por Ana Martorell- Chef
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