¡Dulce calaverita!

Simboliza tradición y acompañamiento para los que ya no están con nosotros y es uno de los elementos que no pueden faltar en la ofrenda de Día de Muertos

La historia de las tradicionales calaveritas de azúcar se remonta a la época prehispánica, específicamente cuando las culturas mesoamericanas utilizaban los cráneos de la gente sacrificada para colocarlos en los tzompantlis, que eran altares en los que se honraba a la muerte y a sus diversos dioses.

Para ellos, la muerte no se consideraba como un fin, simplemente implicaba la culminación de una fase de la vida y su extensión a otro nivel. Por lo mismo, conservaban los cráneos de los sacrificados como trofeos y los colocaban en el tzompantli para la posteridad.

Las calaveras originales se pintaban con la sangre de los hombres que daban su vida en sacrificio y, por supuesto, no eran comestibles.

Como estos rituales iban en contra de los preceptos católicos, durante la conquista de los españoles, algunas celebraciones se prohibieron; pero en muchos casos se sustituyeron por otras ante la resistencia de los indígenas.

[caption id="attachment_722120" align="aligncenter" width="600"] Primero se arma el cuerpo de azúcar, luego se decoran los cráneos con colores vegetales. Foto: Especial.[/caption]

El sincretismo de las celebraciones en honor a los muertos por parte de los antiguos pueblos mexicanos y los españoles dieron lugar al surgimiento de las calaveritas de azúcar.

Se sabe que, en el siglo XVII, en la época colonial, las calaveras se empezaron a hacer con pasta de alfeñique y azúcar. De origen árabe, el alfeñique es una mezcla de claras de huevo, azúcar, gotas de limón y la sustancia aglutinante de una planta llamada chautle.

Con el tiempo, la receta original cambió y ahora podemos encontrar calaveritas elaboradas con amaranto o chocolate, además de que en cada estado de la República Mexicana se tiene una manera distinta de hacer alfeñiques, por ejemplo, en Puebla complementan el dulce con cacahuates o pepitas, mientras que en Oaxaca le añaden miel en el centro, y en el Estado de México las hacen con pasta de almendras.

Lo más bonito es que se pintan para adornar nuestros altares, y no sólo eso, sino que representan el respeto que tenemos por nuestras tradiciones. Es increíble el hecho de que cada integrante de la familia tome su calaverita y le ponga su nombre para colocarlo en el altar para así convivir y acompañar a los que ya no están con nosotros.

POR ANA MARTORELL, CHEF



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