Prácticamente desde el origen de la relación entre humanos y gatos, los michis han sido considerados prácticamente inmortales. Se dice que, por ejemplo, en el Antiguo Egipto se enterraba junto al faraón a sus gatos favoritos y, al cabo de un mes, los felinos eran desenterrados para saber si el rey había trascendido con éxito al otro mundo. Por lo regular, los gatos estaban vivos.
Sin embargo, y más allá de la tradición y la superstición, existen algunas características que hacen válido aquel refrán portugués usado para hablar de dificultades, que se dice que es más fácil matar a un gato que superar dicho problema.
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Su flexibilidad, su agilidad y la capacidad para sobrevivir a caídas desde alturas y velocidades que serían prácticamente mortales para cualquier otra especie, hacen del gato un animal simplemente fascinante.
De hecho, según un estudio de la Universidad de Pennsylvania, la mayoría de los gatos suelen salir ilesos de caídas desde 23 pisos de altura; en comparación, una caída desde un tercer piso sería mortal para cualquier humano.
¿Seis, siete o nueve vidas?
La idea de que los gatos tienen más de una vida es muy antigua. De hecho, una leyenda egipcia dice que el dios del sol, Ra, realizó un viaje al Inframundo en compañía de un gato de nueve vidas donadas por otros tantos dioses para después emerger victorioso.
Entre los árabes, sin embargo, no son nueve sino seis las veces que tiene un michi para redimirse o burlar a la muerte. En España, en buena medida inspirado por el hecho de que se considera al siete el número de Dios, se dice que los gatos tienen siete vidas.
Esa creencia y los gatos domésticos llegaron con los europeos a América, y en México compartimos la idea de las siete vidas de un michi, en esa rica mezcla de superstición, leyenda y hecho.
Probablemente heredado por la creencia griega de la llamada trinidad poderosa, o tres veces el número tres, en los países anglosajones, como Reino Unido o Estados Unidos, se dice que los gatos tienen nueve vidas.
De hecho, un popular proverbio inglés dice que nueve vidas tiene un gato: tres para jugar, tres para vagar y las últimas tres para quedarse. Ya para rematar, entre el pueblo vasco se dice que amar por la vida de un gato es amar para siempre.