Nuestro corazón agradecerá que elijamos la fresa como acompañante en el desayuno, como snack entre comidas o un merecido postre. Incorporar la fresa a nuestra alimentación aporta numerosos beneficios al organismo y, en especial, a nuestra salud cardíaca. Veamos por qué.
La fresa forma parte de lo que se denomina frutos rojos, junto a otras frutas como los arándanos, las bayas o las frambuesas. Podemos encontrarla en las tiendas y supermercados a partir del mes de febrero hasta aproximadamente el mes de junio, por lo que su consumo se recomienda durante esta parte del año al ser su cultivo natural. La fresa no solo beneficia al funcionamiento de nuestro corazón sino que ayuda a nuestro organismo en otras funciones igual de importantes.
La intensidad del color rojo de la fresa llama nuestra atención en cuanto las vemos junto al resto de frutas. Este color es posible gracias a una sustancia llamada licopeno, que otorga a la fresa una poderosa función antioxidante. Esta fruta contiene además flavonoides, estos pigmentos naturales son los responsables también de mejorar el engranaje de nuestro corazón ya que dilatan las arterias y controlan la tensión arterial.
Nuestra alimentación será mucho más sana si incorporamos la fresa. Como hemos visto, esta fruta mejora la actividad de nuestro corazón, pero es responsable también de otros beneficios como por ejemplo la eliminación del colesterol malo, ya que contiene pectina, pectina y ácido ascórbico. La reducción de este tipo de colesterol está ligada a la salud de nuestro corazón.
Incorporar la fresa a nuestra alimentación también es importante para otro grupo de la población como los niños y las embarazadas, por su alto contenido en ácido fólico. Baja en caloría, la fresa suele indicarse en dietas para bajar de peso. Además, esta fruta combate la placa dental y las caries. Finalmente debemos destacar valor nutricional en fibra, que regula la salud intestinal.