Flor de Piña es un baile representativo de San Juan Bautista Tuxtepec, se ha convertido en uno de los principales atractivos de la Guelaguetza y se ha conocido mundialmente como el símbolo de Tuxtepec.
¿Cómo vio la luz este emblemático baile?
En 1958, cuando Oaxaca era gobernado por Alfonso Pérez Gasga, quien le dio a la maestra Paulina Solís Ocampo, oriunda de Tuxtepec, el encargo de crear una danza que enalteciera las raíces indígenas de la Cuenca del Papaloapan, cuya creación no fuera basada en la tradición jarocha, pues por su ubicación geográfica se cree que la cultura del municipio pertenece a Veracruz y no a Oaxaca.
Para crear esta pieza musical, la maestra de Educación Artística investigo más sobre la vestimenta de la región. Así juntó los huipiles de las comunidades de la Cuenca, las cuales están conformadas por San Miguel Solyatepec, San Juan Bautista Tuxtepec, San Felipe Usila, Valle Nacional y San Felipe Jalapa de Díaz, San Lucas Ojitlan y San Pedro Ixcatlán.
La maestra también tomó la música de "Flor de Piña" de la autoría de Samuel Mondragón y se le compusieron pasos que se sustentaban en el conocimiento de las danzas mexicanas y la investigación de la región. La primera representación de flor de piña se llevó a cabo el 21 de julio de 1958 en la Gelaguetza del Lunes del Cerro de aquel año.
La danza dura cerca de 11 minutos y las bailarinas van cargando una piña sobre uno de sus hombros. Además de los coloridos huipiles, las bailarinas se peinan con una trenza adornada con listones llamativos.
Los peinados también varían y se distinguen por el tipo de trenzas que utilizan, siendo una constante que todos utilizan listones de colores como adorno. Las ejecutantes no usan calzado para bailar, pero para lucir sus huipiles al finalizar el evento sí llevan huaraches de cuero.
¿Cómo comienza el baile de la flor de piña?
El baile de la flor de piña inicia cuando un hombre de voz varonil recita el poema "Flor de Piña", que fue escrito por el poeta tuxtepecano Felipe Matías Velasco, y que describe cada uno de los hupiles de los siete municipios que conforman este baile, así como los bellos rasgos de las mujeres indígenas que los aportan.
A continuación, comienza a sonar la música del mismo nombre, creada en 1958 por Mondragón, quien buscó un ritmo que no tuviera similitud con el son jarocho, sobre todo por la cercanía del lugar y la constante confusión entre las culturas.
La coreografía rescata algunos movimientos naturales de la mujer chinanteca, pero de una manera más estilizada. El huipil y la mujer se vuelven una sola, y las sonrisas no abandona nunca el rostro de las bailarinas.
Al entrar al escenario el recorrido es lento y permite modelar los huipiles, accesorios y belleza de las jóvenes de la región. En algún momento del baile la fila de danzantes se compacta y, de esa manera, se sostienen una a otra para evitar que alguna caiga. Una vez terminando el baile, cada bailarina regala su piña a los asistentes al evento.
Con el tiempo, se realizaron algunas adecuaciones coreográficas a cargo de la Maestrea Socorro Reyes Rangel y del Castillo, quien era catedrática de Danza y Piano de la Escuela de Bellas Artes.
Así la entrada se volvió cadenciosa y su duración fue más apropiada para el espectáculo. Se le agrego también una introducción, el vals “La tonalteca” del compositor chiapaneco Alberto Peña Ríos, para que las bailarinas tomen su lugar y hagan una reverencia al público.
EFVE