El sábado pasado tuve la oportunidad de visitar la exposición tras las huellas de Buda que actualmente ofrece el Museo Nacional de Antropología. Como es ya tradición en el museo, la calidad del montaje y la curaduría son excepcionales, ofrecen una muestra de piezas únicas y de gran valor estético e histórico que buscan mostrar un panorama vasto respecto al origen y enseñanzas de las diferentes manifestaciones de Buda, así como una guía de las concepciones existentes alrededor de esta religión que es hoy día una de las que mas adeptos tienen a nivel mundial.
A lo largo de la exposición no pude dejar de pensar en las grandes similitudes existentes entre psicoanálisis y el budismo, pues aunque tienen puntos de partida tan distintos como la ciencia y la religión, tienen una concepción que en ocasiones parece ir muy de la mano. A lo largo de la historia del movimiento psicoanalítico se han generado algunos intentos de acercamiento con el budismo y algunos de los principales exponentes de uno y otro lado han establecido un dialogo fructífero comparando sus puntos de vista, como resultado de ello incluso se publicó un texto con ensayos de Franz Alexander y Suzuki, solo por mencionar a algunos, en torno al zen, un rama del budismo de origen japonés. Es claro que es una comparación atrevida y el diálogo solo es posible si se les compara concibiéndolas como disciplinas encaminadas a la eliminación del sufrimiento humano. Las enseñanzas de Siddharta Gautama, la última manifestación del Buda (palabra que significa “el iluminado”), se centraban en generar la comprensión de que en el mundo existe el sufrimiento, que el sufrimiento es provocado por la ignorancia, que el sufrimiento puede ser eliminado y que existe un camino para hacerlo, a esto se le denomina las 4 verdades (insatisfacción, origen, cesación y sendero). Aunque existen muchos puntos de confluencia, es en este último en el que quisiera centrar el análisis de hoy, pues tanto para el budismo como para el psicoanálisis el sufrimiento es una realidad y tiene un gran peso en la vida de las personas, para el primero, el sufrimiento es ocasionado por la enfermedad, por los apegos, por la renuencia al paso del tiempo, a la pérdida de nuestros seres queridos o de la tan valorada juventud, existe una ignorancia respecto a lo que nos ocasiona dolor y por tanto no podemos enfrentarlo de manera adecuada; para el segundo, el sufrimiento también es inherente a la condición humana y todas las situaciones mencionadas pueden derivar en él, pero podríamos enunciarlas bajo el término frustración, pues el freno a nuestros deseos y la imposibilidad de satisfacerlos de manera inmediata que es inherente a la vida en sociedad, generan frustración y dolor. Para el psicoanálisis es también la ignorancia lo que contribuye a incrementar el malestar, pues la conciencia se encuentra a merced del inconsciente, dimensión psíquica donde reside todo el material instintivo y pulsional del individuo que ejerce sus influjos aun en contra de la voluntad propia; aun cuando uno cree que actúa con conocimiento, en realidad no es así, como bien lo dice Freud “el Yo no es amo en su propia casa”, la conciencia es solo una fracción de lo que hay en nuestra mente y está en gran medida influida por elementos que desconocemos de nosotros mismos.
Ambas disciplinas proporcionan una respuesta al dolor: para el budismo, está en el abandono de los apegos, para el psicoanálisis en el ensanchamiento de la conciencia que posibilita el estudio del inconsciente, permitiendo que el individuo se empodere de sus esfuerzos por vivir y encamine sus energía a las consecución de metas que propicien su desarrollo.
Miércoles 15 de Enero de 2025