Cúpula

Celebrar la memoria

La escritora Jennifer Clement habla de La fiesta prometida, donde reúne relatos personales y habla de su conexión con la ciudad de México y Nueva York

Celebrar la memoria
Foto: Foto: Cata Portin

Cuando era niña, Jennifer Clement (EU, 1960) conoció a Ruth María (nieta de Diego Rivera). Para la autora, ella fue la primera persona en enseñarle el significado de la amistad verdadera: “Estaba dispuesta a dar su vida por la mía y yo por ella”; a los 12 años comenzó sus estudios en ballet bajo la tutela de Waldeen von Falkenstein, quien trajo la danza moderna a México y, años más tarde, en su mayoría de edad, viajó a Nueva York con el sueño de ser escritora, donde conoció a Suzanne (entonces novia de Basquiat) en un restaurante donde ambas eran camareras.

Estas anécdotas son recopiladas por Clement en La fiesta prometida (Lumen, 2024), donde reúne un centenar de ensayos que van desde la niñez hasta los 27 años, cuando conoce a grandes personalidades de la cultura, “que en ese tiempo no eran tan famosas, pero sí importantes”.

“Siempre fui rebelde pero disciplinada, me ponía metas para cumplir mis sueños, eso lo aprendí de la danza. Recuerdo a cada persona que pasó por mi vida, recuerdo a mi madre que creía que estaba destinada a ser alguien importante o a vivir en la cárcel; recuerdo a mi padre; a Chona, mi nana, una mujer que no era letrada y a quien le agradezco haberme hecho leer sus historias, pues esa situación me motivó a ser escritora”, dijo.

Aunque el volumen se conforma por ensayos es un libro dedicado a la memoria, a su memoria y a la de otras personas. “Lo que quise fue contar una parte de mi vida, pero también dar voz a otras personas como Suzanne, quien es una de las mujeres que más me inspira”, explicó.

Créditos: (Especial)

En La fiesta prometida, la autora habla de la relación de amistad que tuvo con mujeres como Ana María Xirau, Elena Garro y Elena Poniatowska, esta última, quien le contó que cuando fue a visitar a Siqueiros en Lecumberri se encontró con Ramón Mercader (asesino de León Trotsky) a quien le dio la mano, un acontecimiento que hasta la fecha sigue estremeciendo a la escritora. “Además de recordar, el libro me permite hacer un recuento de todo lo que me contaron para que no se pierda”.

En uno de los ensayos narra algunas de sus fijaciones como la de no comer cosas que tuvieran color, lo que para ella se debía a las complicaciones que tuvo al nacer, y por las cuales, recibió lavados de estómago desde que era bebé.

“Es un libro con una estructura fragmentada que me permite hilar muchas historias que no sólo son mías”, señaló.

“La fiesta prometida también narra cómo al regresar a México le entregó su anillo de compromiso a un impresor para poder editar su primer libro de poesía: me gusta pensar que el anillo representó promesas no cumplidas pero también otras que se pudieron cumplir”, afirmó.

Por Azaneth Cruz

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