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Luis Mandoki: La divergencia, la diversidad y la libertad son básicas en el arte

El cineasta conversa sobre la larga y fructífera carrera que lo ha llevado de Hollywood a ser testigo de históricos sucesos de la democracia en México

Luis Mandoki: La divergencia, la diversidad y la libertad son básicas en el arte
Foto: Fotos: Especial

Luis Mandoki (Ciudad de México, 1954) se entusiasma cuando se le pide que, por un momento, mire hacia atrás, al inicio, cuando la película Gritos y susurros de Ingmar Bergman marcó su destino: el cine. Sonríe cuando recuerda anécdotas con algunas de las estrellas de Hollywood y sostiene la mirada cuando expresa su amor a México, acaso para dejar clara su franqueza.  

El nominado al Oscar y a los Golden Globe por Gaby:una historia verdadera (1988), es uno de los artistas mexicanos que abrieron el camino en Estados Unidos a las siguientes generaciones y es, además, el documentalista que puso en la pantalla la vida de los dos presidentes más votados en la historia de México: Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, en ¿Quién es el señor López? y Claudia: el documental.

Hace unos días, Mandoki cumplió 70 años de vida y, a propósito de su aniversario, platicó con Cúpula sobre sus más de 40 años de trayectoria.

Créditos: Alfredo Pelcastre

¿Todo empezó después de Gritos y susurros?

Sí, tenía un gran maestro de pintura, Robin Bond —porque yo empecé en la pintura—, era muy inspirador y en las clases de dibujo y de pintura me empezó a hablar de Bergman y de Gritos y Susurros, la vi como 20 veces, y de ahí dije, 'lo mío es el cine, más que la pintura'. Cuenta la historia de tres hermanas, una lucha por la vida, pero la forma en que Bergman llegaba al alma me tocó mucho.

 

¿Ese ha sido uno de sus intereses, llegar al alma?

Sí, claro.

 

¿Para lograrlo pensó en que debía irse a estudiar a Estados Unidos?

Es que primero traté de entrar al CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica), pero no me aceptaron.  En el CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos) estuve un semestre, pero en esa época, no usaba sonido, eso a mí me frustró mucho. Conseguí una beca para irme al Instituto de Arte de San Francisco y me fui para allá, pero me di cuenta de que era una escuela demasiado experimental y yo quería aprender la técnica tradicional para contar historias. Conseguí ir a la London Film School, pero era muy teórica. Empecé a escribir a todos los directores que yo admiraba en Europa para ver si me aceptaban como asistente y dijeron que no. Después encontré la London College of Printing en Londres, era dirigida por un director americano y la manejaba como un pequeño estudio de cine, dijo que los que llevaran los mejores guiones iban a dirigir su corto; me dediqué el verano a escribir y me escogieron, así hice Silent Music y me acuerdo que mi abuela me dijo que lo mandara al Festival de Cannes, no quise, ella lo mandó, lo aceptaron y gané. Así empezó mi carrera.

 

Eran los años 70, ¿fue un contexto inspirador para usted?

Sí, fue muy inspirador. En México veníamos del 68 y del 71, lo viví siendo un chavito. Era un tiempo de rebeldía para la libertad. Las cosas han cambiado, pero recuerdo que llegué al país durante el gobierno de Echeverría, los cineastas de esa época, como Felipe Cazals, Jaime Humberto Hermosillo, tenían un grupo al que me invitaron y había una frustración grande porque cuando llegó López Portillo se cerró el apoyo que había. Yo, como joven idealista o ingenuo, les dije que debíamos hacer un cine que cruzara la barrera del nopal para no estar supeditados a los caprichos de los sexenios, que debíamos generar historias que pudieran generar retornos financieros. 

 

Gaby: una historia verdadera es el gran inicio.

Sí, Gaby Brimmer escribió un libro con Elena Poniatowska que me conmovió mucho. Busqué a Elena para decirle que quería hacer una película, me dijo 've a ver a Gaby'. Ella tenía parálisis cerebral y sólo tenía control del pie izquierdo, en todo lo demás era espástica y muy inteligente. La conocí, le conté que quería hacer su película y así empezó una lucha de ocho años, que es el tiempo que me tomó hacerla.

Créditos: Cuartoscuro

¿Esa experiencia lo hizo pensar que era mejor irse?

No, mi sueño nunca fue irme de México, mi sueño era hacer cine de calidad en México; el guion de Gaby me llevó cuatro años y luego empecé a buscar financiamiento, en esa época era RTC quien lo daba, fui a ver al director y estuve 156 horas haciendo antesala y nunca me recibieron. Al final, Luciana Cabarga, una productora, me dijo: ‘¿por qué no piensas en hacer la película en inglés? A ver si así es más fácil conseguir el dinero'. Entonces traduje el guion al inglés y empecé a buscar por otro lado. Yo pensaba que iba a perder la esencia al hacerla en inglés, pero luego vi El beso de la mujer araña que tuvo un Oscar y era una historia en Brasil, así que pensé que sí se podía y la hicimos. Tuvimos nominaciones a los Golden Globes y a los Oscar, se me abrieron las puertas en Estados Unidos y en México estaban cerradas para mí. Irme a Hollywood vino de una consecuencia. 

 

¿Cómo mira esa experiencia en Hollywood?

Tienes todas las herramientas para trabajar. En la primera película White Palace, con Susan Sarandon, en la preproducción me dice mi asistente: 'el de la utilería quiere una junta contigo', fui y era en un espacio enorme, tenía mesas y mesas de todas las posibilidades de cada objeto,  me fui de espaldas, el nivel de detalle me impactó. Pero, por otro lado, la pasión que hay en México no es la misma.

 

¿En qué sentido?

Aquí trabajamos con el corazón. Allá es mi trabajo, lo tengo que hacer bien, lo voy a hacer súper bien, pero es una película. Aquí hay más corazón, allá hay más técnica. 

Créditos: Cuartoscuro

Fue un periodo de construcción de figuras y de actores consolidados, con muchos trabajó.

Así es, me tocó trabajar con actores como Paul Newman y aprendí mucho, diferentes cosas de cada uno, son maestros, hay muchas historias. Por ejemplo, en White Palace había una escena muy erótica entre Susan Sarandon y James Spader, en el ensayo les describí la escena acción por acción, emoción por emoción, terminé y Susan Sarandon me pregunta ¿eso es todo?, le dije sí, se me queda viendo y me dice: 'you motherfucker, esta no es mi primera escena erótica, he hecho escenas con grandes directores y todos me han dado la libertad de hacerla como yo quiera; tú llegas y me dices qué hacer, ¿cuánta libertad me dejas? Cero. Motherfucker'.  Me disculpé y me contestó: 'todos esos directores, cuando me dan libertad me están pidiendo que enseñe cómo hago el amor, cuando tú me dices qué hacer me estás enseñando cómo tú haces el amor y me salvas de la vulnerabilidad y me das paz. Gracias'. Yo sólo dije, wow.

¿Ha hecho todo lo que usted ha querido?

No. Uy, no. Yo digo que apenas estoy empezando.

 

Después de un largo periodo en Estados Unidos, hace Voces inocentes y regresa a México. ¿Qué país encontró?

Pensé en venir a México por un año y ya me quedé. Terminé la película, era 2004 y estaba lo del desafuero. Fui a comer con mi productora de música, Lynn Fainchtein, me contó que llevaba años tratando de entrevistar a Andrés Manuel López Obrador para Rolling Stone y me dice ‘puedo pedirle una entrevista contigo para ver si nos deja hacer un documental’. Al día siguiente desayunamos con él, me cayó muy bien, hubo mucha empatía, le conté del documental y dijo que no porque no le gustaban las cámaras. ‘Si en tiempos de Benito Juárez hubiera habido cámaras de video, ¿no hubiera sido un crimen no documentar la historia?’. Volteó a ver a César Yáñez y le dice ‘ya me chingaron’. Al día siguiente estábamos con cámaras, así hice ¿Quién es el señor López?

 

¿Qué descubrió del personaje, de su contexto?

Pues yo veía a una gente comprometida. Yo siempre amé a México, viví muchos años en Estados Unidos, pero me dolía México y yo siempre añoré, anhelé un cambio, un cambio de vida mejor para los mexicanos y vi en él a un hombre comprometido con eso y vino esa conexión humana, no ideológica, humana, aunque en toda la parte ideológica había una coincidencia. 

Cuando sacamos el documental nadie lo quería distribuir y a mí me dijeron que el video más vendido en México era Shrek, con 500 mil copias, y vendimos más de 5 millones de copias.

Créditos: Cuartoscuro

¿Podríamos decir que es el documental más visto en México en su historia?

Sí, por supuesto. Era un rockstar Andrés Manuel.

 

¿Ese interés por hacer el documental fue el mismo para hacer el de Claudia Sheinbaum?

Sí. Conocí a Claudia y también hubo mucha conexión. De hecho, vivimos muchas cosas juntos en todo el proceso, se volvió como una hermana y cuando surge el tema de que ella vaya por la presidencia, pues le dije, oye, y si hacemos un quién es Claudia, le gustó la idea y empezamos a trabajar en eso.

 

Una de las referencias para entender a estas dos figuras, en 100 años, serán estos documentales. 

Nunca lo hice pensando en eso, simplemente te toca algo, crees en algo y das lo que puedes dar, das tu conocimiento, tu participación. Después de 2006 y 2012 pensé que no se iba a poder, así que la verdad es que sí hay una admiración mía hacia este país, porque es este país el que dijo sí se va a poder. En 2006, la comunicación todavía estaba muy controlada por la televisión y no sé si se hubiera podido sin el surgimiento de las redes sociales, porque ya nadie puede coartar lo que está pasando, bueno y malo.

 

¿Y cuál es el papel de los artistas en relación con la política?, ¿deberían tener claras sus simpatías?

Cada quien debe seguir el camino que le indique su alma, tratar de definir cuál debe ser es coartar la libertad creativa. La divergencia, la diversidad y la libertad tienen que ser básicas.  

Por Alida Piñón

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