El arte, dice Israel Nazario (Oaxaca, 1970), ha sido parte de su vida desde que era un niño, cuando su madre alentó sus trazos con gises, sobre la acera; pero cercano a los 30 años de edad, durante un viaje a Japón, vio por primera vez una obra original de Gustav Klimt y conoció a los acuarelistas nipones.
“Me provocó un choque porque pensé que ya todo estaba hecho, me pregunté qué podría hacer yo y cómo podía encontrar lo mío. Era un joven que estaba en esa batalla de ser un pintor moderno”, dice en entrevista con El Heraldo de México.
Tras una profunda reflexión, vino una aceptación que se convirtió en una declaración de principios: “Concluí que yo no iba a poder aportar nada nuevo a la historia del arte, pero lo que sí podía hacer era encontrarme a mí. Y encontré lo que yo soy: un oaxaqueño al que le gustan las cumbias, los tamales y pintar, soy un tipo común”.
Y si de alguna forma todos somos comunes, Nazario encontró aquello que nos une a todos: la naturaleza. Así fue como Oaxaca y su tierra, sus campos y sus árboles se volvieron el centro de su obra.
“Pensaba en Klimt, su obra de paisaje es muy compleja y es, al mismo tiempo, simple, pero entendí que se necesita hacer muy valiosa esa simplicidad para que sea importante, si no, no tiene sentido, si no, se vuelve sencillo. En Oaxaca, en sus valles y ciudades encontré lo mío. No soy paisajista, el paisaje es un elemento en el que busco sensualidad y erotismo, y en la sensualidad está todo, la vida y la muerte”, acota.
Hoy, con más de 50 muestras colectivas nacionales e internacionales, y casi una veintena de exposiciones individuales, es leal a un objetivo: “Mi máxima ambición siempre es que mi obra sea indiscutible, quiero que no se sientan dudas en la elaboración técnica, ni en la composición, ni en el mensaje, ni en el discurso, que sea muy claro. ¿Cuándo va a ser? Bueno, cuando encuentre a su espectador”.
La más reciente obra del artista es “Después del incendio”, donada y pensada para Heraldo Media Group, compuesta por dos árboles secos que se unen por el medio creando una H. La pieza, dice, busca el movimiento en la contradicción de dos columnas que, aparentemente, no se mueven, y que refleja cómo, aún en la nada y en la destrucción, un artista siempre encuentra cosas por decir.
PAL