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“A veces me siento un poco Capitán Alatriste”: Joan Mundet

El dibujante español, quien adaptó la versión gráfica las célebres novelas de Arturo Pérez-Reverte, habla de sus intereses, de su obra y de los orígenes de un estilo que reconoce como clásico

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: Fotos: Especial

En su casa de infancia, Joan Mundet (Castellar del Vallés, Barcelona, 1956) recuerda que sólo había un libro. “No había libros, había uno, era el “Antiguo testamento”, con ilustraciones de un alemán que se llamaba Julio Schnorr, o una cosa parecida, eran pinturas que habían traducido a grabados. Yo me lo miraba y remiraba y remiraba.

Claro, el dibujo era muy clásico, supongo que de allí me quedó el pozo ese de lo clásico”.

Después de vivir un desencanto con el dibujo y dedicarse a la cerámica, Mundet volvió entrados los años 2000 con un trazo estilizado, lleno de detalles y que se acercaba más a las ilustraciones que tanto le maravillaban de niño.

Pero en realidad, recuerda, en su niñez hubo otro libro: “Era de cromos, de chocolates no sé qué, que era sobre Cristóbal Colón y el descubrimiento de América. Ese también lo miraba porque era lo que había en casa”.

Reconciliado con el lápiz y el plumón, comenzó a trabajar en una editorial ilustrando libros de texto y fue ahí donde comenzó el trabajo que le daría celebridad: la adaptación gráfica de El capitán Alatriste de Arturo Pérez Reverte.

Después vinieron libros como Gari Folch, Best seller, Looking for nobody, 11-M, la novela gráfica y su famosa serie Capablanca, sobre un bandolero del siglo XVII, donde su estilo acabó por consolidarse. A su trazo clásico, fuertemente influido por el cine wéstern, Mundet agrega picardía y un ácido sentido del humor. 

Créditos: (Especial)

¿Eras un niño que dibujaba todo el tiempo?

En casa explican, aunque es mentira, que antes de decir papá y mamá ya pedía un dibujo. No es verdad, siempre he dibujado, pero cuando empecé eran las dos redonditas y los cuatro palitos y luego se ha ido complicando.

Siempre he dibujado, lo que pasa es que en casa querían que hiciera una carrera que no fuera de bohemio, de artista, una carrera, no sé, de abogado o delineante, una cosa de estas, médico, una cosa de estas que te ganas bien la vida y tal. Pero yo quería dibujar, hubo sus pros y sus contras y sus guerras, pero bueno.

 

¿Te gustaban las historietas?

Los domingos me llevaban a misa, al salir me daban un duro, cinco pesetas, para que comprara el TBO, pero yo compraba el Rin Tin Tin, el TBO no me gustaba, en el Rin Tin Tin había un dibujante que hacía westerns y dibujaba muy bien, me gustaba mucho, pero con el tiempo descubrí que este dibujante se copiaba a Arturo del Castillo, a Blasco, a Alberto Giolitti, a todos los clásicos que han hecho westerns, a Jean Giraud, él solo lo pasaba por su estilo.

O sea, a mí me llegaban los dibujos de todos estos, pero a través de otro dibujante que yo pensaba que es que lo hacía él. Entonces he mamado de todos estos gracias a este señor. 

 

¿Consumiste mucho wéstern?

Fui devorador de películas wéstern, lector de wéstern, he leído, pero he visto más películas, aunque John Wayne no me acaba de ‘dar el pego’, a mí me gustaban más las películas de John Ford, aunque saliera John Wayne, y las películas normalmente de finales de los 60, principios de los 70, que son películas no clásicas de Western, sino ya un poco cambiadas, Sergio Leone, Sam Peckinpah, Clint Eastwood y todos los westerns que han desfilado en la sala oscura de cualquier cine. He visto muchos, en mi pueblo el cine se llamaba California. Era muy curioso.

Créditos: (Especial)

¿Cómo empezaste con El capitán Alatriste?

Se dio porque yo trabajaba haciendo libros de texto para una editorial que se llamaba Santillana, que era del grupo donde estaba Alfaguara, entonces yo hablé con el director artístico, Pedro García, y le dije ‘aparte de libros de texto, también puedo ilustrar novelas’, porque un libro de texto es un rollo, siempre estás dibujando lo mismo.

Al cabo de poco me llamó Pedro Crespo, que era director de Alfaguara, me dijo que buscaba dibujantes para dibujar a Alatriste y me encargó una prueba.

Hice una prueba, otros dibujantes hicieron otra, pero pasaba el tiempo, me dijeron que sí, me eligieron a mí, pero pasaba el tiempo, no decían nada. Casi un año después me llaman y dicen, ‘¿puedes venir a una reunión a Madrid?’. Era una reunión con Pérez-Reverte y con la editora; fui allí, estuvimos hablando y así empecé con Alatriste.

 

¿Qué opinó Pérez-Reverte de tus dibujos?

Hombre, cuando hice la prueba él me eligió, supongo que le gustaban, y es curioso porque en los dibujos llevaba pinturas, porque también pinto, y uno de los dibujos que llevaba era un personaje mío de la misma época que se llama Capablanca, un bandolero.

Él me dijo, ‘¿y éste?’. ‘No, es mío’, dije. ‘Ah vale, tú documentate bien y dibujalo bien, lo más realista posible’, dijeron. Es curioso porque cuando hice el contrato con ellos, no podía hacer un personaje que hiciera la competencia a Alatriste, a Capablanca empecé a dibujarlo en 2015 y con Alatriste empecé en 2001. Tardé casi 15 años en poder hacerlo.

 

¿Qué quisiste captar de Alatriste?

El capitán Alatriste en las novelas es un personaje que está ya un poco gastadito, las ha pasado de todos los colores, a veces me identifico con él, no siempre, porque es un canalla; aparte de que me gustan las novelas, quise captar la sensación que tengo cuando leo la novela, intento que el lector la pille por los dibujos.

La otra cosa es que con las ilustraciones lo que haces es como si abrieras una ventana para que el lector pueda ir por allí y ver cosas. Igual lo ve, igual no lo ve, igual se lo imagina de otra manera, pero tú le das pie para que pueda imaginar. Yo me lo planteo así, y de momento me ha ido muy bien y no he tenido ningún problema. Nos hemos entendido.

Por Luis Carlos Sánchez

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