CÚPULA

Juan Rulfo frente a las cuatro versiones cinematográficas de Pedro Páramo

Ninguna de las versiones que se han filmado sobre la obra de Rulfo es un intento fallido de adaptación: todas tienen aciertos que aplaudir y desaciertos que resaltar

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: Fotos: Cortesía

De manera paralela a su carrera como escritor, Juan Rulfo tuvo una aguda presencia en el quehacer cinematográfico al involucrarse en por lo menos 37 películas, entre las que resaltan las adaptaciones fílmicas de algunos de sus propios relatos de El Llano en llamas (1953), su labor como escritor y guionista – con su obra El Gallo de Oro (1964) -, o simplemente como alguien a quien se le solicitó su opinión para llevar a la pantalla grande algún trabajo cinematográfico, tal como fue el caso de la primera película de Pedro Páramo (1967), a cargo del director Carlos Velo, quien se valió de Rulfo para elegir los sitios o locaciones que debían emplearse en la filmación de su película, algo esencial para ésta y las otras tres películas que se filmaron después, ya que el propio Rulfo afirmaba respecto a su novela que “cualquier persona que tratara de encontrar los paisajes o los motivos que han dado origen a esas descripciones, no las encontraría”. 

Además de ello, esta primera película tuvo la virtud de tener un gran elenco de actores como John Gavin –quien años más tarde fue embajador de Estados Unidos en México bajo el gobierno de Ronald Reagan-, Ignacio López Tarso, Pilar Pellicer y Narciso Busquets, además de que en la adaptación del guión figuró principalmente la pluma de Carlos Fuentes; con una fotografía buena pero no de las mejores que se le conocen a Gabriel Figueroa. 

Años después, en 1978, apareció otra versión de esta obra de Rulfo bajo el nombre de Pedro Páramo: el hombre de la media luna, con la dirección de José Bolaños y las actuaciones de Manuel Ojeda, Venettia Vianello y nuevamente Narciso Busquets. Apenas cuatro años más tarde, en 1981, apareció una tercera versión de esta película bajo el nombre de Pedro Páramo con la dirección de Salvador Sánchez y un elenco encabezado por Claudio Brook, Cristina Rubiales y Guillermo Gil, una producción que salió a la luz sin pena ni gloria.

 En tanto, este 2024 vio luz una nueva versión de Pedro Páramo, del nuevo director Rodrigo Prieto, en la que destacan las muy buenas actuaciones de Roberto Sosa, Manuel García-Rulfo e Ilse Salas. Resulta evidente que esta última película cobre ventaja ante las demás, no por otra cosa sino por la tecnología que utilizó en su producción, hecho por el que muchos han opinado erróneamente que se trata de la mejor versión de Pedro Páramo que hasta ahora se ha llevado a la pantalla. Pero, si hacemos el ejercicio de omitir los excelentes efectos de la cinta y la trasladáramos a un ambiente fotográfico en blanco y negro, notaremos que estamos ante una falsa creencia, pues esta nueva versión no hizo sino seguir, con ciertas excepciones y añadidos, la secuencia de la película de 1967; incluso, si dividimos la novela de Rulfo en tres partes, notaremos que ambas películas omiten la segunda, cuando Juan Preciado conversa con Dorotea desde su tumba. Es muy probable que la omisión de este conjunto de escenas desde la sepultura en la película de 1967 hiciera que la película de 1978 comenzara, precisamente, con esta parte que no aparece en la primera película. 

Lo cierto es que esta segunda película de Pedro Páramo sigue también, en términos generales, a la película de Carlos Velo. Por cierto, si hemos de resaltar una virtud de la segunda película, la de 1978, es sin duda su música, lo que da un magnífico realce a las mejores escenas de la novela de Rulfo: la simple conversación entre el padre Rentería y su sobrina Ana acompañada de una música tétrica y un fondo ensombrecido hacen que el espectador guarde para sí esta escena frente al mismo episodio de las otras tres películas. 

Otra particularidad de esta segunda película es que se trata de una filmación a color que sabe hilar perfectamente todas las historias de la aludida obra de Rulfo para que el espectador –aún no familiarizado con la novela de Pedro Páramo- encuentre coherencia entre ellas, lo que no pasa con las otras tres películas, virtud que por nada debe justificar el pésimo error cometido por el actor que representó a Abundio Martínez al olvidarse de su libreto y titubear en el minuto 51. Pero, si como ya dijimos, la última película de Pedro Páramo abreva de escenas de las primeras dos películas, ésta tiene una peculiaridad y es la de representar detalles importantes descritos en el texto de la novela, perceptibles sólo para los conocedores de la obra de Rulfo, detalles que olvidaron las películas predecesoras, como es el caso de las luces fulgurantes que caen en los campos secos de Comala mientras el padre Rentería asoma por la ventana en una noche sepulcral y silenciosa, o la fotografía de la madre de Juan Preciado con perforaciones nigrománticas sobre su imagen resaltando una más grande en el pecho; así como la escena en la que un niño lanza un cohete que explota en la oreja de un hombre ebrio en la festividad desatada a raíz de la muerte de Susana San Juan, lo que explica la sordera de Abundio Martínez. 

Un punto en contra en la película de Rodrigo Prieto es la participación del actor que representa a Juan Preciado –polémico actor que el público identifica más bien con papeles rudos y violentos-, cuya personalidad le impone un “rostro” al personaje contraria a la postura de Juan Rulfo, quien siempre resaltó que sus “personajes no tienen rostro, es gente común y corriente, no hay nada especial en ellos”.

La obra de Rulfo es percibida de manera muy personal por sus lectores, por lo que ninguna de las representaciones cinematográficas de Pedro Páramo son intentos fallidos de la obra: todas tienen aciertos que aplaudir y desaciertos que resaltar, ninguna es más que otra porque responden a las exigencias de distintas épocas. Y si bien es cierto que cada quien tiene una visión muy particular sobre esta novela, en el ámbito cinematográfico esta visión siempre ha estado marcada por la adaptación de 1967 encabezada por Carlos Fuentes – que conlleva a escenas insuperables e impactantes como aquella en que se le da muerte a Pedro Páramo - pues, quieran o no, todas las películas de Pedro Páramo han abreviado de ella. Falta, pues, una película de Pedro Páramo que rompa con este orden creado por Carlos Fuentes y compañía – que fue excelente para su época -, y que sepa darle verdadera vida a los diversos lapsos de esta obra.

Por Guillermo Correa Lonche

Guillermo Correa Lonche es profesor de historia en la ENAH. Entre sus libros se encuentran El Águila y la Serpiente. El problema del origen prehispánico del Escudo Nacional Mexicano y México: 500 años. Descubrimiento, Conquista y mestizaje.

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