CÚPULA

Museo de Arte Moderno, un recinto para todos

Desde 1964, el Museo de Arte Moderno ha procurado la diversidad artística y la creación de públicos

EDICIÓN IMPRESA

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Créditos: FOTOS: CORTESÍA MAM

Desde su creación en 1964, el Museo de Arte Moderno de México ha sido un referente cultural medular en nuestro país debido al papel fundamental que ha desempeñado en la construcción de un espacio dedicado a la conservación y exhibición de su acervo, así como de la investigación y difusión del conjunto de las artes visuales sobre la escena artística nacional e internacional.

Es bien conocido el paso y los nombres de los directores a cargo del museo, al igual que las inolvidables anécdotas o incluso las polémicas que se suscitaron a lo largo de estos sesenta años: de diversos matices, de lo lúdico a lo dramático, clausuras y destituciones a la par de adquisiciones de obra, donaciones, resguardos de piezas invaluables y exposiciones itinerantes que posicionaron a México en la escena artística mundial; pasajes que han dado cuenta de las vicisitudes en las diversas gestiones.

El MAM surgió en un contexto histórico marcado por el auge del movimiento artístico moderno a nivel global y ante la necesidad de contar con un espacio dedicado a exhibir y preservar las obras de los creadores mexicanos consolidados, a la par de “albergar la creación artística contemporánea”. El arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, junto con Rafael Mijares, conceptualizaron y proyectaron los planos arquitectónicos para integrar la edificación a la traza del Bosque de Chapultepec. Con el fin de conservar, investigar, difundir y repensar críticamente el legado cultural mexicano, se presentó un proyecto integral denominado la Gran Semana de la Cultura, que en septiembre de 1964 implicó la apertura de cuatro nuevos museos: el Nacional de Antropología, el Anahuacalli, el Nacional del Virreinato en Tepotzotlán y por último, el MAM.

El 20 de septiembre de 1964, el entonces presidente de la República, Adolfo López Mateos, inauguró el Museo de Arte Moderno acompañado por el Secretario de Educación Pública Jaime Torres Bodet y Ernesto Uruchurtu, Jefe del Departamento del Distrito Federal y responsable de la construcción del museo. Participaron en el evento inaugural el Doctor Justino Fernández, Director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y el dramaturgo Celestino Gorostiza, Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes (1958-1964). 

Carmen Marín de Barreda fue la primera directora del museo, quien desde 1953 fungía como directora del Salón de la Plástica Mexicana, en donde conformó un patronato destinado al fomento y promoción del “arte moderno”. Desde entonces, Marín de Barreda encabezó los esfuerzos para que el Estado mexicano creará un museo para el nuevo arte que se desarrollaba en su época, lo que derivó una década después en la apertura del Museo de Arte Moderno. Bajo su dirección, a partir de la invitación que le hiciera Jaime Torres Bodet, Marín de Barreda abogó por un “arte moderno” donde lo nacional no era ajeno a la escena artística internacional. Antes de tomar el cargo, entabló comunicación con Rene d' Harnoncourt, curador y director del MoMA, para expresarle su interés por cobijar una muestra sobre el impresionismo y relatarle su propio proyecto expositivo.

El MAM se pensó desde las nociones museológicas de la época como un museo de vanguardia: buscó fomentar la experimentación y la innovación en el arte para exhibir pintura de caballete y ser el recinto por excelencia dedicado a las nuevas tendencias artísticas, principalmente abstractas y conceptuales. Sus puertas abrieron con muestras diversas que iban desde una revisión historiográfica, misma que comenzaba con arte prehispánico hasta abarcar la pintura del siglo XIX. A la anterior se sumó un espacio dedicado a José María Velasco y otro con los cinco grandes consagrados de la pintura mexicana moderna: Dr. Atl, Orozco, Rivera, Siqueiros y Tamayo, además de una cuarta sala en el edificio principal que exhibió la pintura contemporánea de esa época, con una selección de artistas jóvenes como Manuel Felguérez, José Luis Cuevas, Xavier Esqueda, Fernando García Ponce y Benito Messeguer, entre otros. En su característico pabellón cilíndrico, hoy la sala Fernando Gamboa, se presentó una muestra revisionista en torno a la obra y carrera de Rufino Tamayo a partir de 68 de piezas que permitían ver las relaciones del pintor con el mundo prehispánico y su respuesta a preocupaciones contemporáneas. 

Fue gracias a ella que las bienales nacionales de escultura encontraron su sede en este museo, para así estimular la creación artística, fomentar el uso de sus jardines e incrementar su acervo escultórico, al tiempo de posicionarse como una institución que promovía el entendimiento de la nueva escultura urbana. Es imprescindible mencionar el concurso de pintura y escultura Salón Esso (1965), en el cual participaron jóvenes artistas y resultar ganadores en la categoría de pintura Fernando García Ponce y Lilia Carrillo, lo que ocasionó molestias y disputas entre dos grupos, unos a favor del arte figurativo y otros del arte abstracto. Ambos movimientos constituyen el corazón histórico del acervo del MAM. Días después, la prensa publicaría una reseña, bajo el encabezado “Fenomenal bronca de artistas”, a partir del descontento de Messeguer en el evento de inauguración, que derivó en expresiones de repudio al jurado. En buena medida, este acontecimiento marcaría la historia del museo, como un espacio de disputa sobre el porvenir y los cambios de paradigmas del arte nacional.

En 1972 Fernando Gamboa, considerado el maestro de la museografía en México, encabeza la dirección del MAM. Gamboa contaba ya con una larga y reconocida trayectoria a nivel nacional e internacional por sus importantes exposiciones de arte mexicano en el mundo, mismas que delineaban una suerte de continuum desde la época prehispánica, pasando por el periodo colonial, hasta el México moderno y el arte nuevo. En síntesis, un universo de formas variadas, cargadas de un potente sentido de nación a la vez que estético. Posteriormente, el MAM atravesó un prolongado período de breves gestiones que a pesar de no tener continuidad, mantuvieron un ambicioso programa enfocado tanto en la apertura a los jóvenes artistas y las nuevas expresiones, como en la presentación de muestras internacionales y revisiones puntuales de artistas.

Entre 1982 y 1984, con la artista visual y escultora Helen Escobedo al frente del MAM, el museo se convirtió en un escenario de reconocimiento de la diversidad de prácticas artísticas que, desde la década anterior, exigían una renovación de la vocación de las instituciones culturales. Asimismo, Escobedo se encargó de presentar la colección permanente del museo en diálogo con estas nuevas problemáticas y experimentaciones del arte contemporáneo. Sin estar exenta de polémicas, esta iniciativa posibilitó nuevas lecturas alrededor de las obras, a la par de hacer un análisis crítico de la política de adquisición de piezas por parte del Estado.

El plan arquitectónico original del museo contemplaba la existencia de un jardín que Escobedo propuso como un elemento integrado al entorno del Bosque de Chapultepec. Aunque en un inicio no había intención expresa de que éste albergara obra artística, comenzó a ser utilizado como espacio de exhibición. Fue hasta la década de los ochenta bajo su dirección, que este espacio se configuró como un componente que dio forma definitiva y amplió los límites del MAM y la experiencia de los visitantes, con el diseño del paisajista y agrónomo Juan Siles. En dichos años, Escobedo integró La serpiente del eco de Mathias Goeritz a la colección.

Tras haber sido nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Historia, director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y fundador del Museo Nacional de Arte, Jorge Alberto Manrique estuvo al frente del MAM entre 1987 y 1988. Férreo defensor del patrimonio cultural, Manrique mantuvo un interés permanente abierto al arte moderno y contemporáneo, el cual expresó en libros, artículos y en el aumento de conferencias que se llevaron dentro del museo, reforzadas por el deseo de estar en contacto con jóvenes artistas para la donación y adquisiciones de obra con el fin de aumentar y renovar la colección. 

La principal disputa que provocó que Manrique protagonizará un acto de defensa de la libertad artística, fue a partir de la instalación El real templo real de Rolando de la Rosa, dividido en tres altares que presentaban yuxtaposiciones de imágenes religiosas con referentes de la cultura de masas; el más sonado fue la imagen de la Virgen de Guadalupe con el rostro y los senos de Marilyn Monroe. El 23 de enero de 1988, el grupo Pro Vida y la Unión Nacional Sinarquista, organismos representantes de la ultraderecha católica mexicana, exigieron desmontar la instalación de Rolando de la Rosa y su consecuente destrucción, lo que llevó a Jorge Alberto Manrique a presentar su renuncia, en la que señaló que se negaba a ceder ante la intolerancia manifestada por estas asociaciones.

Marcada por su interés por el psicoanálisis, su amplio conocimiento de la historia del arte y su deseo de ver cuánta exposición pudiera, a la recordada Dra. Teresa del Conde, se le debe un sinnúmero de cambios que modernizaron al museo, del cual se hizo cargo tras la crisis desatada por la injusta destitución de su maestro y amigo, Jorge Alberto Manrique.

Durante la década de gestión de Teresa del Conde, hubo un ordenamiento espacial y discursivo para las salas del museo, además de robustecer el acervo con donaciones relacionadas con exposiciones individuales y publicación de catálogos de artistas, en los cuales se mantuvo el interés tanto por los creadores que llegaron a la madurez en los años 90, como por los pintores emergentes. También destacan las revisiones de la propia colección del MAM y las nuevas narrativas sobre la llamada Escuela Mexicana de Pintura, en paralelo con sendas exposiciones internacionales, a las que se sumaron importantes revisiones y recuperaciones de diversos artistas, entre ellas Remedios Varo, con la que comenzaría el apogeo de su fortuna desde un marco crítico. Tampoco se deben olvidar las exhibiciones dedicadas a los artistas más jóvenes y de mediana carrera.

Un cambio de generación se anunciaba y el Profesor Luis-Martin Lozano supo equilibrar curadurías que revisaran carreras de mediana, sin olvidar varias colectivas e importantes relecturas del acervo y la presencia de grandes maestros modernos universales. En su gestión, el MAM recibió una significativa donación por parte de Walter Gruen y Ana Alexandria Varsoviano de 39 obras de Remedios Varo, en memoria de Isabel Gruen Varsoviano. Ello derivó en la muestra Donaciones y adquisiciones que dio cuenta de su periodo de 2001 a 2006, a lo que se sumó el esfuerzo notable en mejoras a la infraestructura del museo, como la construcción del edificio anexo destinado a bodegas.

El paso por el MAM del curador y crítico de arte Osvaldo Sánchez estuvo marcado por una visión contemporánea en la que, además de itinerar en numerosas muestras por Europa e integrar de forma activa a diversas generaciones de artistas, se dieron lugar una serie de exposiciones interdisciplinarias de manos del equipo curatorial del museo y algunos curadores invitados. El programa expositivo presentó nuevas lecturas del acervo, revisiones historiográficas fundamentales y muestras a artistas consagrados.

Sylvia Navarrete, curadora e investigadora apuntaló un rico y variado programa además de una robusta iniciativa de publicaciones. En 2018 destacó la propuesta de habitar el museo con exposiciones dedicadas únicamente a mostrar una parte considerable del acervo, por entonces de 3000 piezas.

Para conmemorar estos 60 años, a partir de 2019 inició una transformación significativa del museo, desde el mejoramiento de su infraestructura -con una inversión histórica en el marco del Programa Chapultepec Naturaleza y Cultura- que consistió en la renovación y actualización total de sus espacios,  desde equipamiento en bodegas, sustitución total de sistema de iluminación y sistemas de control medioambiental y de seguridad para la óptima conservación de las obras de arte, hasta la rehabilitación del Jardín escultórico, incluyendo la restauración de 35 esculturas de gran formato y la incorporación de 237 obras de arte gracias a la donación directa de artistas, sus familiares y coleccionistas. 

El MAM trabaja bajo la consigna de ser un museo accesible e inclusivo para todos nuestros públicos. Con miras a este aniversario, se desarrolló un programa educativo – en colaboración con especialistas y personas con discapacidad- para garantizar la accesibilidad de todas las personas, mismo que fue merecedor de una mención de honor en el 12º Premio Ibermuseos de Educación. En lo referente a una movilidad plena, se incorporó una guía podotáctil, un mapa háptico, rampas, barandales y rehabilitación de bancas; en cuanto a la accesibilidad comunicativa y cognitiva, se replantearon las cédulas informativas que se encuentran en sistema Braille, Lengua de Señas Mexicana y Lectura Fácil, estos dos últimos en un código QR, accesible gracias al WIFI gratuito. Se suma también la app Lazarillo, la cual permite a las personas ciegas y con baja visión recorrer de manera autónoma las salas del museo, acompañadas de audio descripciones de las obras más relevantes. Se incorpora un kit de herramientas sensoriales para regular a las personas con autismo en caso de estrés, dentro del programa Arte para el autismo, el cual ha posicionado al museo como una institución amigable con dicha condición desde 2020. Asimismo, se renovó la página web del museo, la cual es la única página de museos 100% accesible en el país. Al navegar por la página desde el modo de accesibilidad, los usuarios eligen entre seis opciones de navegación.

Conscientes, no sólo de la ubicación del museo en el Bosque de Chapultepec, sino de la importancia de ser una institución sustentable, se desarrolló un proyecto integral de áreas verdes, en colaboración con un equipo de biólogos y especialistas medioambientales que incluyó la reducción y saneamiento de áreas verdes, un sistema de ahorro en el consumo de energía eléctrica y captación de agua, al igual que la catalogación de los 536 árboles del Jardín y el establecimiento de un invernadero destinado a la propagación y conservación de plantas endémicas. 

Asimismo, el Archivo Histórico del Museo de Arte Moderno fue incluido en la lista de repositorios históricos del Archivo General de la Nación. Este valioso patrimonio documental – que anteriormente no estaba catalogado- constituye la memoria institucional y expositiva de todas las actividades realizadas por el museo desde su apertura, y está a disposición de la ciudadanía. De igual manera, se reconfiguró el espacio del aula de mediación y la Biblioteca, esta última ahora especializada en arte, de acceso público y gratuito para la consulta de más de 10,000 ejemplares, así como áreas de trabajo y lectura para público adulto, juvenil e infantil.

Actualmente el programa expositivo, el programa público y académico, así como los proyectos especiales se han desarrollado en torno al programa curatorial Ficciones de la modernidad. Consiste en una serie de exposiciones independientes interrelacionadas entre sí, que propone revisar el papel que ha desempeñado el museo en la configuración de un relato inacabado, cuestionado, escrito y reescrito, acerca de la modernidad artística en México. 

Las exposiciones abarcan la totalidad de las seis salas exponiendo alrededor de 760 obras del acervo del MAM, de 103 mujeres y 239 hombres, que abarcan un periodo de 1913 a 2021. Además de exhibirse obras representativas del museo, por primera vez se muestran algunas de las incorporaciones recientes al acervo, que suman un total de 257 obras desde 2019.

Ficciones de la modernidad está conformado por seis exposiciones. Manuel Álvarez Bravo. Pesquisas de la lente, en la sala que desde 2023 honra el legado del fotógrafo, dedica una revisión el legado fotográfico de Álvarez Bravo, incluyendo a artistas que fueron coleccionados por él, con el fin de explorar la forma en que el fotógrafo construyó su mirada, a partir de su propia práctica y de las referencias visuales que tenía de sus colegas.

En pugna, explora las controversias que atravesaron la búsqueda por definir lo moderno en las prácticas artísticas en México durante el siglo XX, entre 1950 y 1990, estructurada en tres núcleos; mientras que Todo había estado muy normal…, es una muestra colectiva de más de 100 obras producidas desde finales de la década de los 80 hasta la actualidad. Organizada en dos ejes examina conceptos de modernidad, lo nacional y la vanguardia, a través de prácticas artísticas surgidas a finales de los años ochenta del siglo XX, que descolocan y ponen en crisis el canon de lo moderno.

La exposición Presencia infinita, presenta otra historia del arte en México a partir de la obra de la obra de mujeres artistas, en un homenaje mínimo a ellas. Presenta un diálogo transversal entre generaciones de creadoras, en un recorrido por conceptos y prácticas que no se limitan a un periodo específico.

Una tuna y una torre de luz sobre un pupitre se centra en la pregunta sobre qué es lo que define la modernidad artística en México, a partir de cuatro líneas de indagación sobre lo moderno: desde el prisma de la búsqueda por una identidad plástica que denominar propia; como resultado de la tensión y la renovación entre lenguajes y posturas estéticas; como vanguardia, donde se enmarca la exploración del surrealismo, del que este octubre se conmemoró el centenario; y como una lectura del progreso, la urbe y la industrialización. Además de mostrar las más obras icónicas del acervo, la muestra incluye dispositivos olfativos – realizados en colaboración con el Museo del Perfume- que permite un acercamiento a seis obras desde el olfato.

Por último, Latinoamérica 1972: visiones múltiples, muestra la carpeta de 143 heliografías, pertenecientes a Hacia un perfil del arte latinoamericano, uno de los proyectos emblemáticos del grupo argentino Centro de Arte y Comunicación (CAyC). Constituido hacia fines de la década de los sesenta en Buenos Aires, este buscaba establecer vínculos entre ciencia y arte, tecnología y humanismo, constituyéndose como el paradigma de producción de conocimiento e información en el sur del continente. La carpeta se donó al MAM en 1972 y por vez primera, se exhiben todas las heliografías en su totalidad.

Aunado a ello, el MAM presenta una publicación con motivo de su aniversario. El catálogo, el primero en publicarse desde hace dos décadas, ofrece una revisión histórica y crítica de la consolidación del MAM como institución pública; de la conformación de su acervo, fondos documentales y Archivo Histórico; así como de su legado y la relación con sus públicos. Para ello se invitó a diversas plumas especializadas en el tema. Presenta un comentario sobre 60 obras icónicas del MAM, desde la perspectiva e investigación de colaboradores en diferentes áreas del museo, además de mostrar 250 imágenes de las obras más destacadas del acervo otras obras del acervo.

Finalmente, la celebración se acompaña de un programa público que ha incluido visitas mediadas, presentaciones editoriales, conversatorios, eventos especiales y los programas educativos insignia del MAM, como son “Recorrido cuenteado”, visita caracterizada con una cuentacuentos e interpretación en Lengua de Señas Mexicana; “Acciones en tránsito”, una visita no convencional donde la mediación corporal guiará a los públicos por la muestra Todo había estado muy normal…, así como narraciones orales para las infancias, con la participación del programa Alas y Raíces. De esta manera, el MAM continúa siendo un espacio de encuentro, diálogo, reflexión, respeto y conocimiento que brinda a los públicos el acceso al legado artístico de la nación y el derecho a la cultura.

Por Natalia Pollak 

Directora del Museo de Arte Moderno

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