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MAM: Una colección, rutas múltiples

El acervo del Museo de Arte Moderno contiene piezas indispensables para entender el devenir de la modernidad artística nacional

EDICIÓN IMPRESA

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Museo de Arte Moderno
Museo de Arte ModernoCréditos: Especial

La colección artística del Museo de Arte Moderno está integrada por 3,421 obras entre pintura, escultura, dibujo, gráfica, fotografía, instalación y registro de acción, a lo que se suma cuatro fondos documentales —correspondientes a los archivos personales de María Izquierdo, Remedios Varo, Naomi Siegmann y Mario Rangel Faz—.

Testimonia las búsquedas estéticas que han atravesado a la escena artística en nuestro país y, a la vez, las tensiones que se han dado a la luz de un conjunto de políticas culturales que responden a determinados márgenes epistemológicos e institucionales. Para decirlo de manera breve, el acervo a resguardo del MAM es considerado patrimonio artístico, lo cual lo dota de un sentido de lo público y está sujeto a una serie de regulaciones de índole técnico, operativo y legal; así como a premisas conceptuales y de interpretación.

En 1964, fecha de apertura del MAM, este no tenía una colección como tal: el recinto resguardaría y exhibiría obra de caballete proveniente del Palacio de Bellas Artes —aunque en el anteproyecto del primer reglamento del museo, elaborado en 1965, se perfilaban criterios encaminados a la conformación de un acervo propio—, a la vez que sería escaparate de las propuestas de los artistas jóvenes de la época.

En la década de los ochenta, varios eventos determinarán el tratamiento y organización de la colección conformada al momento y su futura composición y sentido curatorial. Por un lado, la apertura del Museo Nacional de Arte implicó que el INBAL reasignara parte de los acervos del MAM a aquel, lo que supuso el desmembramiento de un corpus relativamente estable.

Por su parte, el giro que tomará el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) y la incorporación del Museo Tamayo Arte Contemporáneo (MTAC) al instituto, redefinieron el sentido de los recintos del INBAL. En el caso del primero, amplió su vocación para dar cabida al arte contemporáneo, mientras que la adhesión del segundo implicó sumar un perfil de corte internacional. Estos dos espacios reclamaron para sí lo que hasta el momento era agencia del MAM: ser el escaparate del trabajo artístico reciente y acoger los discursos visuales del exterior.

Dicha circunstancia obliga a que la categoría “arte moderno” se redefina en el contexto del trabajo museístico del instituto. Si en 1964, refería al arte de vanguardia y al producido en la época, hacia fines de los años ochenta, se convierte en un criterio académico de periodización, el cual parte de fines del s. XIX (con las propuestas precursoras de las vanguardias históricas) hasta el surgimiento de los conceptualismos en la segunda mitad del siglo XX. El MAM reorienta su vocación conforme a dicha conceptualización y a sus acervos se los dota de un marco historiográfico que implica coordenadas interpretativas y pautas de exclusión e inclusión.

Se configuró un marco que incluye obras representativas de la Escuela Mexicana de Pintura y de la modernidad artística de la primera mitad del siglo XX, el trabajo de autores cuyos procesos se decantan hacia a otras propuestas entre los años sesenta y ochenta y la producción de artistas contemporáneos que amplía, tensa o dinamizan dicha conceptualización. 

El acervo se ha enriquecido mediante tres vías: asignación, adquisición y donación. El núcleo original de la colección del museo se debe en gran parte a la primera. El MAM fue receptor de la mayor parte de las comisiones, adquisiciones y donaciones realizadas o recibidas por el instituto. Al modificarse su perfil y complejizarse la red de recintos, la asignación sigue una pauta historiográfica.

Las adquisiciones han sido el mecanismo más inestable. En las décadas de los sesenta y setenta, el instituto llevó a cabo convocatorias que incluían la figura del “premio de adquisición”. Tal fue el caso de las Bienales de Escultura, a las cuales debe el MAM piezas emblemáticas del Jardín Escultórico. No obstante, dicha política perdió predominancia. En los años 2008-2009, el INBAL instauró un Comité de Adquisiciones, gracias al cual el museo pudo incorporar un corpus significativo de obra.

El mecanismo más consistente en el crecimiento del acervo son las donaciones —ya sea de manera directa o mediante el programa de Pago en especie de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público. De 2019 a 2024, se recibieron 276 piezas, gracias al compromiso de la comunidad artística y el mecenazgo ciudadano.  

No es sencillo puntualizar las obras emblemáticas de la colección, puesto que contiene piezas indispensables para entender el devenir de la modernidad artística nacional.

En un juego con el número de años que celebra el museo, se señala 60 de ellas: apunte para El Jarabe, de Saturnino Herrán; Calaveras de a montón, de José Guadalupe Posada;  Autorretrato, de Julio Ruelas;  Retrato de Lupe Marín, de Diego Rivera; Nuestra imagen actual, de David Alfaro Siqueiros;  Prometeo, de José Clemente Orozco; Tehuana,  de Lola Cueto; Mujer sedente, de Geles Cabrera; La espina, de Raúl Anguiano;  Las dos Fridas, de Frida Kahlo;  Proyecto de la escalera monumental, de María Izquierdo; Fuego verde en el Paricutín, del Dr. Atl; Cazador en la selva, de Xavier Guerrero; Homenaje a la raza india, de Rufino Tamayo; La vendedora de frutas, de Olga Costa; Cadete, de Abraham Ángel; Niña tomando pecho, de Tina Modotti; Rostro de mujer envuelta con mascada, de Henri Cartier-Bresson;  Retrato de Ruth Rivera, Lola Álvarez Bravo;  Nahui Ollin y Lizardo, de Nahui Ollin;  Parábola óptica, de Manuel Álvarez Bravo; La Ciudad de México, de Juan O´Gorman; la extraordinaria foto de Agustín Jiménez de la serie La Tolteca; Mujer saliendo del psicoanalista, de Remedios Varo; Reflection on the Oracle, de Leonora Carrington; Autorretrato, de Rosa Rolanda; La balada de Frida Kahlo, de Alice Rahon; El pez luminoso, de Juan Soriano; Pájaros en diálogo, de Carlos Mérida; Verde-ocre-amarillo, de Gunter Gerzso; Tríptico trostkiano, de Vlady; El barco. México 68, de Manuel Felguérez; Amor floreciente, de Lilia Carrillo; La gran señal, de Vicente Rojo; Agartha II (Miles Davis Doris), de Kazuya Sakai; La serpiente; de Mathias Goeritz; Ovi, de Hersúa; Canto triste por Biafra, de Gilberto Aceves Navarro; Bosque negro, de Naomi Siegmann; El brujo, de Ricardo Martínez; Presencia No. 3, de Fernando García Ponce; Unión círculo, de Helen Escobedo; La bufadora, de Marta Palau; Negro número 4, de Beatriz Zamora; Homenaje a la fotografía, de Enrique Guzmán; Ventanas, de Magali Lara; Esperando al padrecito, de Mariana Yampolski; Magnolia, de Graciela Iturbide; La silla de Akhenatón, de Pedro Friedeberg; Aparición del Corazón Sangrante, de Lourdes Almeida; Lisi Lisi, de Julio Galán; Tres desnudos y una escalera, de Joy Laville; Contacto de ojo, de Nahum Zenil; La función del mago, de Francisco Toledo; Papaloapan,  de Ángela Gurría; el Santo señor del sidario, del Taller Documentación Visual; Pronobis, de Reynaldo Velázquez; Rosario de ajuste de cuentas, de Teresa Margolles; El tigre de Santa Julia, de Daniel Lezama y La verdadera cara del neoliberalismo, de Francisco Mata Rosas.

A lo largo de 60 años, el acervo ha estado en el centro del trabajo museístico del MAM. Su abordaje ha variado acorde con la perspectiva particular de cada administración, aunque ha permanecido el compromiso por su investigación, resguardo y difusión. 

Una de las vías de investigación y difusión más importantes es el programa expositivo. En el periodo comprendido entre 2019-2024, se ha buscado configurar una mirada crítica sobre el concepto de modernidad en el arte y proponer lecturas que amplíen su sentido e interpretación, desde la contemporaneidad, al integrar metodologías y perspectivas interdisciplinarias.

Conforme a ello, se han trazado ejes curatoriales que comprenden relecturas críticas al canon del arte moderno; cruces transdiciplinares y metodológicos, revisiones puntuales, en cruce con procesos documentales, de archivo y otras fuentes textuales, exposiciones intergeneracionales.

Como puede verse, la colección es una historia de políticas culturales en construcción, esfuerzos de diversos agentes, circunstancias a favor y en contra, aprendizajes, conforme a la vocación e historia del recinto. Una colección que contiene las múltiples narrativas de nuestra modernidad artística.

Por Brenda Caro Cocotle 

Curadora en jefe del MAM

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