En los últimos 15 años, dice María Luque (Rosario, Argentina, 1983), la ilustración ha vivido una “efervescencia total” que también corresponde a las mujeres. “Cuando era chica, en una revista, en un diario, todos eran hombres, menos Maitena; hoy vas a una librería, a la sección de cómics o novelas gráficas, y hay muchísimas historias contadas por mujeres”.
Nueve años después de su primera visita a Gran Salón México —la única iniciativa independiente en el país que gestiona el trabajo de ilustradores y organiza una feria anual especializada—, la dibujante y escritora regresó como invitada principal. Aún hoy, con el reconocimiento y múltiples proyectos, sigue sorprendida que su pasión terminó siendo su ocupación: “Yo no sabía que esto podía convertirse en un trabajo, es algo que todavía me maravilla, mucha gente necesita la tapa para un libro, o ilustraciones para una revista, tapas de discos, o estampas para ropa”.
Con sorpresa o sin ella, Luque ha formado parte de la revolución que la ilustración vive desde hace unos años. “Me parece que es un momento espectacular, me siento muy afortunada de estar en este momento donde hay tanto lugar para las imágenes, creo que estamos viviendo la época más visual desde que hay registro”. Pero como ya sucedió antes con otras expresiones artísticas como el grabado, el movimiento de la ilustración alcanza niveles reivindicativos y de activismo.
“Hay algo de la visibilidad que tienen las imágenes porque andamos todos con teléfonos en las manos; la ilustración es algo que es muy fácil de compartir, de poder lanzarlo a internet y que se vea, se multiplique; entonces, obviamente, muchas veces usamos esa herramienta para comunicar las cosas que nos parecen justas y la ilustración me parece una herramienta sobre todo muy potente”, considera.
A esa cualidad, la ilustradora argentina agrega cierta libertad a la hora de dibujar: “Lo que más disfruto es hacer mis propios proyectos, donde no hay nadie diciéndome lo que tengo que hacer; y me gusta mucho la vida cotidiana, me encanta registrar lo que pasa a mi alrededor, lo que pasa en la mesa de mi casa me parece atractivo: cómo se van juntando, apilando los libros con las comidas, con los cuadernos y los dibujos. Eso ya me parece algo hermoso para dibujar, estar atenta a lo que pasa a mi alrededor”.
Además de dibujos, libros ilustrados y tapetes con la técnica punch needle (aún disponibles en el sitio gran.salon), Luque presentará su segunda novela o “libro sin dibujos” a principios de 2025. “La verdad no sé en qué momento estoy como ilustradora. Me gusta que estoy dedicándome a distintas disciplinas, la ilustración ya no es lo único que hago, disfruto mis proyectos, pero me gusta alimentarme de otras cosas. Creo que lo que fui encontrando, a lo mejor con la edad, eso de no dedicarme el día entero a una sola disciplina y eso es lo que más me alimenta”.
-¿Cómo era tu infancia con el dibujo, con la ilustración?
Me encantaba dibujar de chica, tenía fascinación por pasar muchas horas, sobre todo en compañía, dibujando. Me encantaba dibujar con mis primos, con mis hermanos, con amigas de mi casa. Y fui notando, a medida que iba creciendo, que eso me seguía pasando a mí, pero a mis amigas no. Hay un momento en el que los niños dejan de dibujar, o dibujan cada vez menos, o empiezan a preocuparse porque lo que hacen no se parece tanto a la realidad, y a mí me pasaba que no me importaba, lo disfrutaba de todas maneras. Lo disfrutaba más que, al menos, mis amigas o la gente que tenía alrededor.
-¿Tuviste algún antecedente familiar con el arte?
No, no había antecedentes. Mi papá tenía la esperanza de que alguno de sus hijos fuera médico. Ninguno quisimos. Pero creo que tuve mucha suerte de que mis papás fueron súper comprensivos: en ningún momento cuestionaron mi decisión, de hecho, me alentaron bastante. Creo que en el fondo estaban muertos de susto, pero igual ponían cara de seguridad y me alentaban. Y eso fue hermoso.
-Aún cuando era tu pasión, ¿por qué abandonaste la carrera de Arte?
No la terminé, sí. La verdad, era muy joven. Estaba como... sí, la verdad no tengo muy claro qué fue lo qué pasó, creo que me pasó que empecé a hacer cosas y a mover mi trabajo... No sé. La verdad que esta relación no la tengo muy clara. Es algo que tengo que seguir hablando con mi psicólogo.
-¿Cómo te vinculaste entonces con la ilustración?
Hubo un momento en el que muchos de mis amigos estaban haciendo fanzines o estaban haciendo historietas y era algo que yo nunca había visto, no lo tenía para nada incorporado ni pensaba que yo podía dedicarme también a eso. Empecé a acercarme al mundo de las publicaciones desde los fanzines, y de ahí de a poco me fueron dando ganas de contar historias y cuando empecé a hacer cómics también empecé a tener trabajo como ilustradora editorial.
¿Para ese momento ya estaba más o menos definido el estilo que te caracteriza?
Eso creo que fue apareciendo con el tiempo. Sí había cosas que, ahora mirando hacia atrás, creo que siempre han estado, por ejemplo la curiosidad por el color, pero el dibujo fue cambiando bastante. El estilo es un proceso, el dibujo va cambiando con el tiempo por suerte, porque si no sería muy aburrido dibujar siempre igual.
ELEMENTOS
- En 2017, María Luque publicó con Sexto Piso su novela gráfica “Casa transparente”.
- Su primera novela “sin dibujos” fue “Corazón geométrico” sobre Giacomo Puccini.
- Luque estudió Artes, pero no terminó la carrera, después se convirtió en ilustradora editorial.
Por Luis Carlos Sánchez
EEZ