Música tradicional oaxaqueña, una batucada brasileña, música antigua y sinfónica, clown, electrónica, danza coreana y teatro son algunas de las expresiones artísticas que se apreciaron en el segundo fin de semana del Festival Internacional Cervantino.
Con una programación menos nutrida que en años anteriores, el público respondió a la oferta de esta jornada. Hubo propuestas más interesantes que otras y hubo casos en los que la gente abandonó el recinto en plena función. Destacaron, en cambio, otras ofertas que recibieron ovaciones.
Una de ellas fue la compañía de teatro canadiense SNAFU, Society of Unexpected Spectacles (Sociedad de Espectáculos Inesperados), con El show del bebé Tayler. La artista Ingrid Hansen, titiritera de televisión, dio vida a tres historias, la primera es protagonizada por una roca de plastilina, la segunda por una mano con una cabeza de bebé antiguo y la tercera por un grupo de panditas de gomita dulce.
La magia de Snafu es crear en tiempo real un mundo que se construye con las manos de la artista y con objetos que no son más que chácharas. La acción ocurre en una mesa, pero el espectador la observa en una pantalla gigante. Es video teatro en tiempo real. Y Hansen es la actriz, productora, camarógrafa, vestuarista y diseñadora de efectos especiales. Es el público quien completa la obra, generando una experiencia 360. Hay risas con un bebé que mira siempre a la cámara, sorpresa con una roca que grita torpemente porque, bueno, no tiene boca; y hay carcajadas con los pandas que dan una fiesta disco o huyen tras chocar un auto. La imaginación, la inocencia y el asombro son vitales para su disfrute.
A Los pastitos, el espacio abierto más grande del encuentro artístico, se mudaron las noches electrónicas que años atrás ocurrían en uno de los túneles característicos de la capital guanajuatense. La noche del sábado Liu Yang se presentó ante una joven audiencia que tenía ganas de bailar, pero algo no conectó, las transiciones del dj chino eran monótonas.
La noche entonces fue salvada por Nortec con la tuba, el acordeón, el bajo sexto y la trompeta, y las texturas y los beats de la electrónica movieron los cuerpos de los presentes. Las cervezas empezaron a correr, la temperatura subió con el movimiento de los pies de la gran mayoría. Un joven, con 18 grados ambiente, se quitó la camiseta para menear el torso y las rodillas.
En el Auditorio del Estado se presentó Mujer Dance Company con la obra Caminamos, miramos y nos paramos, una fusión entre la danza tradicional coreana y la contemporánea. Permanecen los simbolismos, los pulsos y los ritmos musicales, la belleza en la construcción de cuadros y, sobre todo, la recreación de historias. En Caminamos el centro es la fertilidad, la fortaleza de la unión femenina, la naturaleza y la creación. El tránsito de la danza milenaria a la de nuestros días no siempre es llano y luminoso, a ratos hay una pesadez de movimiento que se compensa con un último cuadro plagado de verde y, por tanto, de vida.
Los últimos días de la fiesta que entra en su última etapa se coronó con Los Auténticos Decadentes, la banda argentina que puso al ska y al rock alternativo en las bocinas de Latinoamérica desde aquellos lejanos años 80.
Cucho, Perro viejo, Nito, El francés y los demás miembros de la banda que con sus percusiones y trompetas ha sido capaz de fusionar el ska con ritmos como el pop y hasta el bolero, debutaron en en la Alhóndiga de Granaditas, el foro más emblemático del FIC.
Los auténticos se echaron uno a uno sus grandes éxitos, Corazón, La prima lejana, Un osito de peluche de Taiwán, El murguero, Los piratas, todas están en la banda sonora del público y los Decadentes lo sabían.
Por: Alida Piñón
EEZ