Los aficionados de Philadelphia dominan en cantidad: siete de cada 10 en Bourbon Street, seis de cada 10 si cuentas una segunda vez y otra vez siete de cada 10 si lo haces una tercera. Los Eagles no son favoritos en las apuestas, sin embargo, prometen acaparar el Caesars Superdome en la edición LIX del Super Bowl.
La afición de Kansas City, por su parte, parece dominar en confianza, camina en grupos más pequeños, pero con playeras de bicampeones, en calles adornadas con cuentas de collares caídos, posiblemente durante las fiestas nocturnas con olor a hierba seca por las nevadas.
Alrededor del downtown, las actividades de la NFL son un atractivo adicional, principalmente el Fan Experience, con juegos, exposiciones y dinámicas en una sala gigante del Centro de Convenciones, con alfombras rojas enormes, no de las que dan toques, sino de las que se sienten suaves cada vez que caminas.
Ahí la gente corre las 40 yardas y patea puntos extras con técnicas poco ortodoxas (con resultados fallidos en prácticamente cada intento). Asimismo, come hamburguesas, sándwiches y pizzas ovaladas cortadas en seis pedazos, bañadas en una salsa amarilla que parece queso y sabe a mantequilla.
Los niños se emocionan y los adultos también, pero lo ocultan como si no se tratara de algo bueno. No obstante, la percepción negativa alrededor de los Chiefs es una constante (no en el estricto sentido del término) después de ganar tres títulos en los últimos cinco años, dos de ellos de manera consecutiva.
KC es uno de los ocho campeones en Nueva Orleans, antes de la inauguración del Superdome en 1975, un estadio viejo pero no tanto (según describe la gente), con forma de platillo cerca del Mississippi, inspiración en las obras de Hemingway, autor favorito de un aficionado de los Bears que vivió en Philadelphia.
MAAZ