Antonio Carbajal hizo su último vuelo. El exportero, primer futbolista en jugar cinco Mundiales, murió a los 93 años de edad, dejando una lluvia de anécdotas y recuerdos dentro y fuera de la cancha.
De jugar en las calles de la colonia San Rafael, en la Ciudad de México, consiguió disputar cinco Copas del Mundo, la primera en Brasil 1950, inaugurando el Estadio Maracaná. La última, en Inglaterra 1966, ya veterano, coincidiendo con el joven Enrique Borja.
“Íbamos como suplentes. Me arropó junto a Chava Reyes y otros compañeros”, cuenta el propio Borja en entrevista con El Heraldo Media Group.”Debemos estar contentos y orgullosos porque dejó una gran huella y está en un mejor lugar”, señala.
Aunque debutó profesionalmente en el Real España, en 1948, su gran amor fue el León. “Lo llamaron del Real Madrid pero no se quiso ir”, recuerda el exdelantero del América sobre el fallecido guardameta, también buscado en algún momento por el Palmeiras de Brasil.
“Era un hombre muy auténtico. Él se la pasaba silbando, haciendo chistes y cantando. Como portero marcó una época al estar tantos años vigente”, relata Antonio Moreno, director del Salón de la Fama del futbol, en Pachuca. “El tiempo y las leyendas van a vivir por siempre. Pasarán los años y se quedarán ellos”, menciona.
Carbajal probó suerte como técnico después de dejar el arco, mismo que defendió siempre sin guantes. Estuvo en el banquillo de León (1969 y 1978), Unión de Curtidores (1974), Atletas Campesinos (1979) y Morelia (1984). Además, fue auxiliar de Raúl Cárdenas en la Selección Mexicana (1979-1981).
“Él me debutó. Tenía una sensibilidad para armar buenos equipos. Le sacaba lo mejor al jugador, que no se diera por vencido. Era exigente en los entrenamientos”, recuerda el exguardameta Alberto Aguilar.
Alejado de las canchas y el banquillo, trabajó en una vidriería, apoyó a chicos con problemas de drogadicción y atendía a aficionados y periodistas que le buscaban en la ciudad donde ‘la vida no vale nada’, pero que a él le dio todo.
“Siempre harán falta jugadores como Antonio porque era único. Qué bueno que dejó una huella muy grande en la portería”, agrega Borja. “La tristeza la voy a dejar para cuando esté solo. Ahorita lo quiero recordar con esa alegría que tenía él, con una simpatía hermosísima”, concluye.