FÚTBOL MEXICANO

Fútbol en las cárceles de México: Pasión y “libertad”

Durante 100 minutos o más, los presos olvidan sus largas condenas y la vida en cuatro paredes mediante un juego contra externos

DEPORTES

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Durante 100 minutos o más, los presos olvidan sus largas condenas y la vida en cuatro paredes mediante un juego contra externos. Arte: Christian Chacón Créditos: Arte: Christian Chacón

Con el futbol como pretexto, los presos se entregan a tope en partidos que duran 100 minutos o más. ¿Cansancio? Eso se olvida con el balón en los pies. Es su forma de sentir un poco de libertad, olvidar las largas condenas, las cuatro paredes, el poco espacio en el que viven y, por qué no, imaginar que juegan ante miles de personas y sentirse amados.

Esta es la historia de los reclusorios, como el Norte y Oriente de la Ciudad de México, que celebran partidos entre los internos y equipos de externos invitados.

La libertad está en un balón… al menos por un momento.

“Es una forma de distraerte. De imaginar por un rato que los que te gritan no son los presos o custodios, sino la gente de un estadio. Espero siempre los días de entrenamientos (lunes, miércoles y viernes), pero más los de partidos, es como si estuviera afuera”, dijo Carlos Magallón, a quien apodan El Jalisco, debido a su lugar de nacimiento, en charla con El Heraldo de México.

Con lágrimas, el chico de apenas 23 años, que marcó un doblete en partido ante los externos, recuerda que estuvo cerca de jugar en Primera División, pero no lo hizo por estar en malos pasos.

“Tenía todo para llegar. Estuve en las inferiores del Atlas, pero no me gustaba entrenar. Un día un tipo me dio mil pesos por llevar un pedido, y así crecí en ese negocio hasta que fui a Perú por cocaína; de regreso ya me esperaban las autoridades”, recordó.

El Jalisco, quien más de una vez preguntó en dónde saldría el reportaje para que lo leyera su madre y que aún espera un par de años de prisión, cerró con una frase que alguna vez le dijo un entrenador: “Siempre juega y practica como si no tuvieras que hacer algo más”. “Mira a donde vine a parar”.

El ambiente para los visitantes es tenso. La fecha de partidos contra equipos de fuera es día de fiesta; la mayoría de los visitantes son jugadores pagados o exprofesionales. Los reos hacen todo lo posible para recrear lo que sucede en un estadio de futbol.

Cuando la visita entra a la cancha de tierra, donde ya los esperan sus adversarios y las tribunas repletas con hombres con las caras pintadas, reciben chiflidos, abucheos y algunos insultos. Aunque al final les dirán que todo es parte del show, la tensión está presente.

En la selección del Reclusorio Norte se encuentran presentes los presos del Módulo, quienes están encerrados en un nivel de Máxima Seguridad.

“Carnal, para mí, jugar es sentir el aire fresco, porque es el único momento en el que puedes salir. Sólo subimos y dejamos el sótano una vez a la semana… Allá abajo no puedes hacer nada, las reglas son: no corro, no grito y no empujo”, dijo Giovani Cepillo Calderón, uno de los delanteros más temidos del selectivo.

La Selección del Reclusorio Norte venció 6-1 a los externos y celebraron como si hubieran ganado un torneo. Todos se abrazan.

Eso sí, no faltaron las amenazas como parte del “juego” a los rivales. “Déjense caer, ustedes sólo vienen a cobrar y a pasear; nosotros tenemos que ganar, si no nos van a castigar… Si no se dejan caer, van a aguantar los chingadazos”, le dijo el Cepillo al capitán del equipo contrario.

Al término del encuentro, los jugadores invitados y el equipo local comparten los alimentos, que se reparten sólo a futbolistas, mientras que el resto de la población en la cancha se abalanza por dinero, que es lanzado por los visitantes y directivos. Ahí se ven las clases sociales de la cárcel.

Mientras unos comen y beben, algunos más se pelean y pasan encima los unos de los otros por unas cuantas monedas.

Por Edgar Sánchez Sandoval

MAAZ