Águilas con química

La amistad entre Miguel Herrera y Santiago Baños comanda al equipo campeón de México

En un campo, de una cascarita en el club Atlante, surgió la fórmula que llevaría al América a conseguir dos títulos en la Liga MX. Miguel Herrera y Santiago Baños, el director técnico y el presidente deportivo de las Águilas, respectivamente, se conocieron hace 18 años, cuando uno se forjaba en el banquillo del cuadro azulgrana como entrenador, y el otro buscaba su regreso al ámbito profesional. “Viéndolo jugar comenté que era un chavo que tenía cualidades, era joven y se había apartado del futbol por algunas circunstancias. Lo rescatamos, lo trajimos al Acapulco, que era filial del Atlante, y cuando tomo la dirección (técnica) lo traigo al equipo”, recordó El Piojo, quien confesó que desde ese entonces la relación técnico-jugador comenzó a formar lazos de amistad. Herrera fue solicitado por la directiva del Monterrey, y en 2004 se llevó con él a quien se perfilaba para ser su mano derecha. Ahí, ambos quedaron subcampeones con los Rayados en los torneos Apertura 2004 y 2005. Posteriormente, Baños emigró al Puebla y tras una lesión se retiró en 2007; no obstante, con Herrera comenzó su formación de auxiliar cuando esta ecuación dirigió al Veracruz.  
Vemos el futbol muy parecido y eso ayuda. Cuando decidí tomar mi camino, Miguel lo entendió. Es un gran entrenador, pero también una gran persona”, contó el hoy presidente deportivo y operativo azulcrema.
La gloria compartida llegó con el título del Apertura 2013, cuando derrotaron en penaltis (4-2) al Cruz Azul; esto los proyectó a comandar a la Selección Mexicana que participó en el Mundial de Brasil 2014. Luego, regresaron al América para coronarse en el Apertura 2018 y sellar el título del equipo más ganador de México (13 coronas). Herrera describió que, como jugador, Baños tuvo la personalidad para transmitir lo que él necesitaba, de auxiliar siempre expresó su opinión cuando estaban en desacuerdo, y hoy de directivo lo pone a pensar en los planes del club. De ahí lo provechoso de esa química. “Nunca nos vimos como jefe y subalterno, y hoy tampoco. Nos decimos las cosas como deben de ser; ni le damos vueltas, ni rehusamos la queja de cada uno. Yo puedo decirle lo que veo, y él me dice lo que siente”, dijo El Piojo. “Como persona tiene buen humor, de repente se ve serio y le decimos que es el gruñón”, bromeó el timonel americanista respecto a su amigo de casi dos décadas.   Por  ALEXIS HERNÁNDEZ Y ALBERTO ACEVES
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