Era el futbol o el boxeo. Seguir los pasos de sus ídolos, Braulio Luna y Ronaldinho, o los consejos de su padre, que era boxeador. A los siete años, le tocó decidir. Y, entonces, Carlos Peña siguió su propio camino, en selecciones menores del estado de Tamaulipas y equipos de la Primera División. Una carrera que, a partir de hoy, registra un nuevo equipo: Cruz Azul.
“Yo lo conocí en Tamaulipas, cuando tenía siete años”, recuerda Ángel Coca González, descubridor de El Gullit y Cuauhtémoc Blanco, entre varios jugadores más. “Estaba sin club. Después, llegué al Pachuca. Él era categoría 90. En el 2002, me lo quería ganar Tigres. Me habló el entrenador y me lo llevé a los Tuzos, con un año menos de lo normal. Tenía 12. Y ahí comenzó”.
El riesgo de perder al Gullit ocurrió dos veces: primero en su etapa formativa y, luego, a nivel profesional.
“Era un niño con una vida mala económicamente. Su papa era entrenador de box. Me lo contó Mario Coronado, que fue su técnico en el Pachuca. Así me enteré que podía ser boxeador, porque su papá lo quiso subir al ring”, complementa.
El segundo peligro fue su personalidad. El gusto por la fiesta, el alcohol, la fama y algunos problemas físicos en cuestión de peso.
“El Gullit es de cascos ligeros, le gusta la fiesta. Si hubiera tenido una mejor formación, habría llegado más lejos. Yo lo salvé muchas veces, porque había entrenadores que no lo querían. Le afectó estar alejado de su familia desde muy pequeño”, explica.
Después de ser bicampeón con el Léon, jugar con Chivas y acudir al Mundial de 2014, Peña coincidió con Pedro Caixinha en el Rangers de Escocia y ahora, también, en Cruz Azul.
“Es cierto: hablé con él en Escocia. Tuvimos un gran sacrificio de su parte para volver a su nivel”, reconoce Caixinha. “Con el León, Carlos volaba. Y es eso lo que creemos que puede darle a Cruz Azul”.
Por Alberto Aceves