La mera verdad, la ingratitud es un defecto bien feo, nomás me acuerdo de lo que le hicieron a mi compadre y se me inundan los ojos; después de lo que hizo y de todo lo que descubrió le dieron gato por liebre y se murió en la pobreza sin perro callejero que le ladrara. Allá por 1961, ya sé que estoy medio viejo, pero recuerdo todo mejor que una cámara de video, mi compadre era pescador y uno de los mejores, pero justo ese día andaba haciendo otra cosa por las aguas de Campeche, iba en una peregrinación de la virgen del Carmen cuando alcanzó a ver una gigantesca mancha negra que ensuciaba el mar. Se quedó reteimpresionado con el descubrimiento y marcó en su cabeza la ubicación de aquel lugar que escupía agua negra, no dijo nada por muchos años porque un mal presentimiento lo detuvo. Pasaron siete años, hasta que un amigo de Coatzacoalcos le dijo muy serio:
—Eso seguro es oro negro. Tienes que reportar lo que viste.
—¿Quieres que vaya a la capital? —, insinuó mi amigo como si se tratara de un disparate.
—Sí, a la capital, no te queda de otra.
Entonces mi compadre se dejó llevar, sintió que era su deber y se fue al Distrito Federal a avisarles lo que había encontrado. La respuesta fue burocracia, indiferencia y desidia, les digo que esos males habitan en los rincones de las oficinas de gobierno y se pegan como humedades.
—Mi nombre es Rudesindo, soy pescador y vengo de Campeche, creo que encontré petróleo en el mar—, repetía mi compadre una y otra vez a las distintas personas que lo entrevistaban, esos, los mismos que lo veían fijamente para cerciorarse de que no estuviera mintiendo.
—¿Está usted seguro?
—Se acuerda exactamente dónde vio eso.
— ¿Por qué nadie lo había visto antes si es tan impresionante?
—¿Cómo era la mancha?
—¿Brotaba del mar?
—¿Nos está diciendo que descubrió un campo petrolero?
Rudesindo asentía una y otra vez, contestaba cada pregunta con paciencia y contaba la misma historia hasta el cansancio.
Se tardaron tres años en ir a ver si era cierto lo que decía el compadre y se llevaron la sorpresa de su vida cuando se dieron cuenta que un pescador, al que tacharon de loco, había descubierto el yacimiento de petróleo más grande de México y el segundo más importante del mundo, solamente detrás del de Arabia Saudita. Nunca imaginaron que la ocurrencia de un tal Rudesindo Cantarell le daría a México tanta riqueza y abundancia. ¡Qué equivocados estaban!
Me acuerdo cómo llegó un día todo emocionado, con los cachetes y la cara roja, a contarme que le pondrían su nombre a la manchota negra: —Compadre, le van a poner mi nombre y además me van a dar trabajo en PEMEX.
Pobre hombre, le dieron una chamba de obrero con un sueldo que apenas le alcanzaba para sobrevivir. Al mero mero que descubrió el yacimiento de los millones y los billones de dólares, ni siquiera fueron capaces de darle un trabajo digno, murió bien pobre; lo peor de todo es que nadie sabe quién es y lo mucho que representó para este país. Me acuerdo de él y me da reteharta tristeza, al mismísimo que descubrió el gran tesoro de México le pagaron con un homenaje de cinco personas y un sueldo de vergüenza. Por eso digo que no hay nada peor que los desagradecidos. Me acuerdo que le dieron una medalla que decía algo así como que “el petróleo es nuestro”, mi compadre se enojaba como horno al rojo vivo y decía siempre:
—¿Nuestro? Será de quienes lo manejan en este país, porque solamente unos cuantos se enriquecen a costa del petróleo.
Saben algo, siempre me pregunto cuál habría sido la historia de mi amigo si viviéramos en otro país, tal vez hubiera sido un héroe y no habría muerto en la miseria.
Cuando llegó PEMEX se acabó la pesca; al pueblo pesquero que nos vio nacer también se lo tragó el oro negro. Hubiera sido mejor que se quedara callado, porque cuando vieron que sí era crudo, al buen Rudesindo le cambiaron su caña por un casco y el mar de Campeche nunca volvió a ser el mismo.
dhfm