CÚPULA

El CUT, un movimiento artístico transformador

El Centro Universitario de Teatro tiene el desafío no sólo de reinventarse sin dejar de lado su origen, también debe estar a la altura de su tiempo

CULTURA

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Woyzeck, 1975. Dirección: Luis de Tavira
Woyzeck, 1975. Dirección: Luis de TaviraCréditos: José Jorge Carreón. Cortesía CUT

El CUT es uno de los frutos más valiosos y consistentes de un movimiento artístico que transformó de modo irreversible el quehacer teatral de México. Los universitarios hicieron teatro, encontraron en el teatro una expresión propia y poderosa; en el teatro más que en otras manifestaciones culturales. Construyeron teatros en los campus de las preparatorias, las facultades, los CCH, las ENEP, el CCU. Desde 1933, cuando con Julio Bracho inicia el Teatro de la Universidad, en el que convergen las intuiciones renovadoras del teatro occidental y los polémicos desafíos de los realismos y los nacionalismos, en la UNAM se gesta un movimiento que da lugar a la fundación de un posible teatro público mexicano, vinculado a la dignificación de un ejercicio profesionalizador del teatro opuesto al teatro comercial, considerado equivocadamente como "profesional". El movimiento teatral universitario genera dos torrentes que confluyen en la fundación del CUT y que fueron, la confabulación de artistas universitarios en "Poesía en voz alta", una vuelta a la tradición para impulsar la vanguardia y el teatro estudiantil de la Preparatoria de Coapa, que recupera la vocación del teatro escolar universitario, cuyos orígenes se enraízan en el teatro escolar de los jesuitas en la Nueva España.

Desde hace 60 años, el Centro Universitario de Teatro ha sido el continuum de un movimiento que dio lugar a la modernidad de nuestro teatro y que ha formado a los cuadros de las actrices y los actores más brillantes del teatro, el cine y la televisión que se hace en el país. Hay un CUT que ha evolucionado en distintas etapas que se pueden identificar claramente: la de un centro de difusión de cultura teatral en sus inicios.

La segunda etapa es la de su transformación en una escuela profesional de entrenamiento actoral, convocada por Héctor Mendoza en torno al concepto modernizador de la estética teatral que resulta del esplendor de los experimentos de los años sesenta y que da lugar al paradigma del teatro como puesta en escena. Un paradigma que recupera la autonomía del arte escénico, que transforma la dramaturgia y la escenografía, crea un nuevo artista en el director de escena como autor del espectáculo, pero, sobre todo, pone al actor en el centro del debate sobre la teatralidad. El ejercicio del concepto del teatro como puesta en escena necesita un nuevo arte de la actuación y hay que formar a la actriz y el actor de un arte integrador de los lenguajes escénicos, dramáticos, biomecánicos, ortofónicos, musicales y teratológicos. Mendoza convoca principalmente a los nuevos directores según este paradigma, como maestros y creadores. Surge así un seminario sobre la enseñanza y entrenamiento de esta nueva actoralidad. Un seminario que sostiene la reflexión pedagógica durante varios años y formula una agenda de contenidos y prácticas que es ya la simiente de una posible escuela mexicana de actuación.

Un tercer momento es el da lugar a la infraestructura y estructura académica del CUT, y que le proporciona la estabilidad necesaria para su desarrollo y sobrevivencia. Otro momento es el que lo vincula al movimiento del Consejo Estudiantil Universitario y que resulta en la consecución de su autonomía administrativa respecto a la Dirección de Actividades Teatrales de la que dependía. Actualmente vive el proceso de transformación en Escuela Nacional.

En el porvenir del CUT se emplazan dilemas decisivos que atañen horizontes más amplios y complejos en los que se revela el sentido profundo de su afán: por una parte, se enfrenta al agotamiento del paradigma que inspiró su origen, pero al que debe vincularse para hallar en él el impulso de su reinvención estética, que no será auténtica si no responde a los desafíos que supone la relación del teatro con la sociedad, tanto como a la misión de la universidad en esta crisis civilizatoria que nos ha alcanzado y que urge elucidar. La realidad cambia vertiginosamente más rápido que el teatro, cuya esencia consiste en ser el arte del cambio. Pese a ello, la historia avanza más lenta que la conciencia que construye el teatro. Me gustaría mucho que el futuro CUT y la futura UNAM estuvieran a la altura de semejante reto.

En México se hace el mejor teatro del mundo, pero también se hace el peor teatro del mundo. En cualquier caso, somos un país super productor de teatro y, sin embargo, es un teatro inmóvil, aislado, desconectado, lo que se hace en Mérida no afecta a lo que se hace en Tijuana, ni lo que se hace en Guadalajara tiene eco en lo que se hace en Xalapa.

Seguimos afanados en que el teatro exista, el éxito consiste en poder dar tercera llamada. La finalidad que nos atañe a todos debería ser la de formar al espectador; al espectador del teatro de hoy no se le puede presuponer, hay que iniciarlo y formarlo y eso solo se puede intentar desde la estabilidad. Hilamos en el aire trabajos de amor perdidos, eventos, cada vez menos, todo se ha vuelto eventualidad y turismo. En un país en el que el noventa por ciento de sus habitantes jamás ha ido al teatro ¿de qué hablamos cuando hablamos del teatro?

La mayor riqueza de nuestro teatro está en sus actrices y en sus actores.

PAL