CÚPULA

Teatro entre las rejas

El arte escénico encuentra un espacio natural de expresión en la cárcel, lugar que motiva al autor para la reflexión

CULTURA

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Teatro entre las rejas. (Foto: Especial)
Teatro entre las rejas. (Foto: Especial)Créditos: Especial

La primera vez que visité una cárcel fue en Cancún, Quintana Roo. El paraíso que todos conocíamos era imposible de verse, inclusive, en ese lugar el mar no se escuchaba, pero eso sí, se imaginaba. Porque qué otra cosa se puede hacer encerrado, si no es imaginar. Se imagina la vida de afuera, la vida que no se tiene, la vida de los otros y la vida futura que, tal vez, algún día llegue.

Para dramas, los que se viven ahí adentro. ¿Tragedias? Las más descarnadas y nunca imaginadas. La farsa se debe desarrollar todos los días, como una regla más de las muchas que conforman la disciplina carcelaria, hay que hacer como que se es feliz, como que se cumplen las obligaciones, como que los presos se han arrepentido del mal que se le hizo a la sociedad. Pero también hay comedia, risas que suenan a terapia, y el melodrama por desgracia es cosa de todos los días en una prisión.

Todos los géneros dramáticos coinciden entre las rejas de cualquier cárcel del mundo, son realidades y también son una fuente de abundante inspiración. En su interior se han escrito obras clásicas. Si, porque los presos no son sólo lo que nos han contado. Presos hay de todo tipo, y puedo decir, que en su mayoría son seres humanos extraordinarios.

Por ejemplo, el dramaturgo francés Jean Genet fue acusado de robo y privado de su libertad por varios años. Este incidente se suma a una vida llena de limitaciones y desprecio. Fue abandonado por sus padres desde niño, creció y vivió como vagabundo o en hoteles. Y, sin embargo, se convirtió en autor de obras como Las criadas o Severa vigilancia, con las que realizó una profunda critica a la sociedad que juzga y castiga el bien y el mal, sin considerar, en su mayoría, los caminos que llevan hasta la prisión, ni la corresponsabilidad que tenemos para con los demás seres humanos. En su obra literaria describe y analiza la vida dentro de una prisión, generando reflexiones que difícilmente podrían haber sido planteadas en otras condiciones.

BREVE. Obra de teatro Coraje. Foto: Hugo Huerta. (Cortesía de Alejandro Ramírez)

También, hay quienes desde una prisión han descubierto el escenario teatral como camino para expresarse, para contar quiénes quieren ser, para dar voz a lo que pocos quisieron escuchar; el teatro ha sido, sin duda, una de las mejores terapias para reencontrase o vislumbrar el rumbo de sus vidas.

Actualmente, hay compañías teatrales que se han consolidado dentro de las prisiones con disciplina, compromiso y profesionalismo, digno de reconocer. Uno de esos proyectos es el que dirige César Enríquez, uno de los más destacados actores, dramaturgos y directores de la escena teatral mexicana, reconocido por su dominio del género cabaret, por construir un teatro que critica, que entretiene y que también profundiza en los problemas que merecen ser atendidos. Con el montaje Hijas de Aztlán, pude disfrutarlo compartiendo escena con quienes ya han recuperado su libertad y han confirmado una vocación en el escenario. La Compañía de Teatro Penitenciario es la responsable de este proyecto, con el cual confirman la fuerza del teatro para el desarrollo de los seres humanos.

Y bueno, yo después de aquella primera visita al penal de Cancún regresé en 2016 a una prisión, esta vez fue a la cárcel de mujeres de Santa Martha Acatitla, en la Ciudad de México, lo hice como director de la obra La novia, una función que nunca olvidaré. Ingresamos a la cárcel de la manera más surrealista que se pueda uno imaginar: cargando rosas, una alfombra roja y un vestido de novia. La actriz Patricia Gorlino había venido desde España para actuar en este montaje, y junto con ella recibimos la indicación de no tocar a ninguna interna, no preguntar, ni dar nuestro nombre, y lo más importante, no preguntar porque estaban ahí. Lo memorable fue que en cuanto la actriz salió vestida de novia, las presas se acercaron, sonrieron, se ofrecieron a maquillarla, peinarla, se presentaron con su nombre, nos contaron su historia y lo más relevante, pidieron permiso para abrazar a esa novia de ficción que interpretaba la actriz; era un ritual, una sanación, una reconciliación con la novia que alguna vez fueron, por la hija que no acompañaron al altar, por la ilusión que se quedó afuera cuando fueron encarceladas. La función fue ante mil 600 internas. Si eso no es surrealismo, no sé lo que es.

Hace dos años todo el mundo estuvo confinado, preso de alguna forma. Y nació en mi nuevamente la imagen de la cárcel y el teatro. Así que preparé, junto a la actriz Obdulia Moreno, el montaje de una obra breve llamada Coraje, escribiendo ese texto pude decir lo que pienso del teatro y de las prisiones. Ambas, son una posibilidad de confirmar que la libertad existe dentro de nosotros y que los seres humanos siempre necesitaremos ser escuchados.

El teatro es liberador. Sana y, sobre todo, nos hace mejores seres humanos. Mi gratitud a todos los que comparten “su libertad” con los presos de cualquier lugar del mundo.

Y a usted, lector, gracias, por si un día se atreve a escucharlos como el más fiel espectador.

Por Alejandro Ramírez

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