CÚPULA

“Me hizo libre estando en la cárcel”: Reclusos se liberan participando en el teatro

Después de vivir en el encierro, la escena se convierte en la forma más efectiva de volver a sentirse libre

CULTURA

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TRANSFORMACIÓN. Foto: Lou Peralta. (Cortesía de Arturo Morell)
TRANSFORMACIÓN. Foto: Lou Peralta. (Cortesía de Arturo Morell)Créditos: Cortesía

“El teatro me hizo libre estando en la cárcel”, expresa emocionada Hermelinda al inicio del espectáculo liberador Yo soy y existo, a cargo de la Compañía Teatral de Personas Liberadas, compartiendo con el público su experiencia de 13 años estando, como ella misma lo manifiesta, “presa siendo inocente”, para motivar con su ejemplo y sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de no poner etiquetas discriminatorias a las personas que, por alguna causa, estuvieron privadas de su libertad. A fuerza de repetirlo en los ensayos y en cada función, con la frente en alto, comparte que a pesar de las injusticias que ha sufrido, lo que aprende en el teatro la sana y la motiva a seguir luchando por sus sueños, exclamando orgullosa “Yo soy Hermelinda ¡y existo!”.

Conocí a Hermelinda hace seis años, cuando llegó a audicionar al proyecto de intervención cultural Un Grito de Libertad, que realizo desde hace 18 años al interior de distintos centros de reclusión del país. Ella se integró al grupo mixto con el que semanalmente, hasta antes de la pandemia, trabajaba al interior del Reclusorio Preventivo Varonil Oriente de la Ciudad de México, a donde cada lunes, con el apoyo de la Subsecretaría del Sistema Penitenciario de la Ciudad de México, trasladaban a un grupo de 40 mujeres recluidas en el Centro Femenil de Reinserción Social Santa Martha Acatitla para integrarse al grupo de más de 250 hombres privados de su libertad, participantes en los montajes teatrales del proyecto.

GRUPO. Foto: Jorja Carreño. )Cortesía: Arturo Morell)

Antes de su audición, Hermelinda se me acercó muy nerviosa y tímida para preguntarme si era posible que ella audicionara; me compartió que ya casi tenía 60 años y muchas de sus compañeras le dijeron que era “muy vieja” para integrarse al proyecto. Sorprendido por la pregunta, de inmediato le respondí que, desde luego, sí podía audicionar, y le agradecí su decisión de integrarse sin hacer caso de los comentarios negativos.

A ninguna de las personas privadas de la libertad o egresadas de algún centro de reclusión, que se integran a nuestros proyectos dentro y fuera de la cárcel, les solicito experiencia teatral previa ni talento para el canto, el baile o la actuación. Les pido solamente, como requisitos indispensables, generar y mantener disciplina, concentración, tolerancia y respeto, características que considero imprescindibles para lograr una reinserción social que sea, como siempre lo menciono, lo más armónica y empática posible, y en el teatro encuentro la mejor herramienta para fomentarlas y desarrollarlas, y con ello, prevenir la
reincidencia, ya que, puedo asegurar, muchas personas llegan a reclusión por falta de ellas, no por un deseo de cometer un delito.

Hace pocos meses, tras sus 13 años en reclusión siendo inocente, Hermelinda obtuvo su libertad. En diciembre pasado llegó al ensayo que teníamos de la pastorela de la Integración Chilanga y –aunque la pandemia nos impone el distanciamiento social–, no pude evitar abrazarla y darle emocionado la bienvenida a la libertad. Esos momentos son para mi totalmente invaluables y agradezco la oportunidad de vivirlos.

Ese día, Hermelinda se reencontró con compañeros y compañeras que también estuvieron en reclusión, y ahora, afortunadamente, se encuentran ya en libertad. Compartió a todos los integrantes de la compañía lo que para ella significó el primer contacto que tuvo en su vida con el teatro, el que irónicamente se dio hasta que el destino la llevó a vivir en la cárcel: “Vine a encontrar la magia del teatro en un lugar de oscuridad”, reflexionó con los ojos humedecidos.

Todos y todas le escuchamos con atención, pero aun más los 15 jóvenes del programa Reconecta con la Paz, de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, que recibimos en la Compañía Teatral de Personas Liberadas, como parte de una medida alternativa que se les impone para hacer actividades sociales, en este caso, actividades teatrales con compromiso social, en lugar de continuar con un proceso penal al interior de un centro de reclusión, como una excepción por ser menores de 30 años y cuando el delito cometido
no es grave.

La experiencia de Hermelinda les hizo valorar aún más esta oportunidad que tienen de cumplir su sanción con una medida en libertad, y se generó un lazo especial con ella, lo cual la motivó a recibir la capacitación para convertirse en brigadista en el proyecto La banda valora su libertad, que se realizará en diversos puntos de la ciudad para motivar a los jóvenes en zonas de riesgo e integrarse en actividades culturales y educativas. En este proyecto buscamos que la experiencia de las personas que vivieron en reclusión sea una herramienta de reflexión para prevenir el delito en poblaciones vulnerables.

Ahora, Hermelinda se encuentra estudiando un papel en la obra Alquimia y transmutación: mujeres presas dentro y fuera de una cárcel, donde compartirá el escenario con varias compañeras que vivieron también en reclusión, con algunas que continúan recluidas y con actrices profesionales encabezadas por Laura Luz, para quien esta obra potencializa el poder sanador del teatro, tanto para quienes lo ejecutan, como para quienes lo presencian, fortaleciendo una mirada a la reclusión con perspectiva de género frente a la triste realidad de rechazo y abandono que viven muchas mujeres en la cárcel.

Al final de un ensayo, Hermelinda, quien interpretará en esa obra a una madre presa que hace todo lo posible por recobrar el amor de su hija, nos compartió cuánto le estaba sirviendo este nuevo proceso teatral y creativo, porque justamente, en su lucha por recuperar sus redes de apoyo, estaba viviendo una situación similar a la de su personaje y agradeció a las y los integrantes de la Compañía Teatral de Personas Liberadas, por convertirse en lo que ella decidió llamar su “familia teatral”, generando en cada encuentro un espacio seguro para la reconstrucción de su proyecto de vida, porque, como ella misma lo reafirma, “a pesar de mi edad, el teatro me motiva a ponerme nuevas metas en mi vida, a ayudar a quienes han vivido injusticias como yo y, sobre todo, a evitar que los jóvenes lleguen a la cárcel”.

Con la confianza en sí misma que le generó su contacto con el teatro estando presa y desarrollándola ahora en libertad, Hermelinda se ha unido a dos importantes grupos de trabajo que hemos integrado en el Instituto de Reinserción Social de la Ciudad de México: el del Área Violeta y el de Personas Adultas Mayores, para fomentar la reinserción social con perspectiva de género y entre las personas liberadas con más de 65 años, respectivamente. Hermelinda es una mujer admirable que logró recuperarse a sí misma a través del teatro, liberándose física y emocionalmente para convertirse en un verdadero agente de cambio para la construcción de paz.

Por Arturo Morell

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