Máscara contra cabellera, rudos contra técnicos, espectáculo o deporte, la lucha libre es un terreno que también llega a la literatura. “La utilidad trascendental de los villanos, natos o conversos, es innegable. En el ring representan lo que Luzbel en la tradición, la serpiente en el Paraíso”, definió Salvador Novo: la pluma no ha podido escapar a la seducción que entraña el pancracio, a sus héroes y villanos, a la idiosincrasia mexicana en su más pura expresión.
Dramaturgia, crónica, cuento fantástico o ensayo, todos los géneros literarios caben en la colección Lucha por la cultura, que la editorial independiente Oficio, fundada por el célebre editor y escritor Arnulfo Vigil, fundó hace más de una década y que suma ya una veintena de títulos. Se trata de la primera reunión editorial en el país dedicada exclusivamente a la lucha libre, ya sea para ficcionar o para rescatar los orígenes de un espectáculo que reclama su lugar en la historia.
Todo empezó en 2006 cuando Vigil conoció al promotor Guillermo Gómez de la Rosa, en una arena de barrio, en el centro de Monterrey. El editor preparaba la antología “Sin límite de tiempo. Crónicas de la lucha libre”, que salió hasta 2011; desde entonces “emprendimos una cruzada para promover la lucha libre desde el ámbito cultural”, recuerda Guillermo, quien coordina la colección.
Título sugerentes como “El vuelo del murciélago” de Jesús Velázquez Quintero; “Colosos del siglo XX” de Gerardo Castro o “Lentejuelas y sangre” de Fernando Cavazos Torres, rescatan del olvido a las figuras que han emocionado al público, pero también escribe la historia de una ciudad, Monterrey, en el desarrollo del espectáculo.
“La historia comienza con Tonina Jackson, Héctor Garza Lozano que empieza en Estados Unidos; después viene Rolando Vera, el gran maestro de maestros, quien enseñó a Blue Demon, a René Guajardo, a Rayo de Jalisco, y quien no nació en Monterrey pero aquí sentó sus bases; otros son Humberto Garza y Rubén Juárez; pero también Latin Lover y mujeres como Princesa Sugehit o Tiffany”, dice Guillermo.
Ahora, los esfuerzos de la colección están enfocados en reconstruir la historia de los inicios de la centenaria lucha libre en Monterrey, que de acuerdo con una investigación del historiador Juan Ramón Garza Guajardo comenzó en 1924. “Fue en el Teatro Obrero con los hermanos Rodríguez, que los conocemos como productores del cine y de la saga de Huracán Ramírez, ellos fueron quienes comienzan a hacer las funciones”, dice.
"La intención es que la gente voltee a ver a la lucha, la mexicana tiene algo único si la comparamos con otras; tiene que ver con el folclor y con ese gran arraigo que tiene con nuestra cultura". Guillermo Gómez de la Rosa,Coordinador de la colección }
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