CÚPULA

El derecho a la familia

Para la sociedad mexicana, el respeto a este precepto ha sido, sobre todo en años recientes, un tema difícil de abordar

CULTURA

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DIVERSIÓN. Foto: Cortesía @cuentearte
DIVERSIÓN. Foto: Cortesía @cuentearteCréditos: Cortesía @cuentearte

Llevo 20 años de narrador oral o cuentacuentos, y, de vez en vez, desde el escenario, he lanzado la siguiente pregunta con ánimo de provocación: ¿cómo se le demuestra amor a un niño?; es entonces cuando se desatan tormentas ante la trampa y el fracaso que nos resulta la necedad de definir al amor. Una respuesta, con seguridad, la encontramos en la Declaración de los Derechos del Niño de la ONU, de 1959, en la que se les reconoció como una población gravemente afectada durante las guerras mundiales, y vulnerable de manera permanente, aunque inexplicablemente aún falta el reconocimiento de varios países para ser elevada como Declaración Universal. México los reconoce y estamos todos obligados a respetar y a garantizar, a todos nuestros niños, la vida, educación, alimentación, salud, identidad, libertad, el acceso al juego, protección de la violencia y del trabajo, y el derecho a tener una familia; este último se contempla universal en la humanidad, pero para la sociedad mexicana el respeto a este derecho ha sido, sobre todo en años recientes, un tema difícil de abordar.

La familia es lo que desde los afectos se construye más allá de lo consanguíneo, además de que a lo largo de los años se modifica y se transforma. Deseo compartirles algunos textos que me han acompañado al momento de tocar el tema del derecho a tener una familia y que permiten comprender de manera práctica el concepto de carácter universal: Iguanas Ranas, de Catalina Kühne, es una peculiar historia de un reptil y un anfibio que deciden tener una familia, una lección de tolerancia y respeto en la conformación de los nuevos núcleos familiares; La Familia Guácatela, de Mauricio Paredes, una original e irrepetible familia que con sus ocurrencias nos hace vomitar, pero de risa; MiShiYu, de Ricardo Alcántara, sobre la adopción como herramienta para conformar familias; No me quiero divorciar de papá, de Betina Gotzen-Beek y Ursel Scheffler, quienes ponen sobre la mesa el egoísmo de los adultos cuando toman decisiones inevitables que afectan a los niños al recomponerse los lazos familiares. 

He reservado los últimos renglones para contarles de Walevska, texto de mi autoría que aborda el albinismo desde la diversidad. El albinismo en el siglo XXI sigue siendo tabú y vergüenza para los familiares, es un secretillo del que no se debe hablar, y, peor aún, es motivo de discriminación para quienes poseen esta característica genética; el libro es un cúmulo de aprendizajes en temas que desde la narración oral para niños y el teatro cabaret para adultos me resultan indispensables tratar: el reconocimiento de lo diverso de la naturaleza y el respeto que ello nos demanda. Walevska es una blanca niña, y con su mamá, forma una familia pequeña como la de muchos otros niños; ella tendrá la posibilidad de plasmar sobre sí, como un lienzo, todos los colores que existen. Por último, dentro de la extensa declaración de derechos se enuncia el siguiente: los niños tienen derecho a conocer todos los cuentos del mundo.

Cortesía @cuentearte

Por Luis Esteban Galicia

jram