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Carmen Parra y la batalla contra el olvido

CULTURA

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Carmen Parra nos recibe en la sede de la Fundación Parra Gironella “La casa de la mirada” en Tizapán, un pueblo originario. Una casa que fue propiedad del gran artista y antropólogo Miguel Covarrubias. Pareciera que nos adentramos en un mundo mágico en este inmueble diseñado por un discípulo de Barragán, el arquitecto Raúl Ferrara. Barragán, en su momento, fue el depositario del legado de Miguel y Rosa Covarrubias.

Entramos a una galería, donde se exhiben las obras de Carmen Parra, Alberto y Emiliano Gironella. La Fundación integra un espacio expositivo, biblioteca y un centro culinario. Fue creada hace 23 años con el propósito de ser un centro cultural autosuficiente que resguarda la memoria y el trabajo de la familia Parra-Gironella, también para coadyuvar en el desarrollo de proyectos.

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Gracias por recibirnos Carmen, quisiéramos que nos des luces sobre tu obra. Tu padre, un gran arquitecto; en tu vida, acompañada por destacadísimos personajes, ¿cómo defines tu creación? 

Para responder esto, quisiera citar a Octavio Paz.

Creció en mi frente un árbol.
Creció hacia dentro
Sus raíces son venas,
nervios sus ramas,
sus confusos follajes pensamientos.
Tus miradas lo encienden
y sus frutos de sombras
son naranjas de sangre,
son granadas de lumbre.
Amanece
en la noche del cuerpo.
Allá adentro, en mi frente,
el árbol habla.
Acércate, ¿lo oyes?
“Árbol adentro”, 1987.

Mi creación es un árbol con una raíz profunda que se ha alimentado de la tierra de este país, de su cultura, de los pueblos originarios, de la relación de los mexicanos con la infinita historia que nos ha conformado. Estudié Antropología, viví en comunidades originarias en distintas regiones de México y fui amiga de Fernando Benítez, quien escribió los cinco tomos de Los indios de México.

He estado inmersa en el México profundo; he incursionado en el estudio de la historia virreinal. He investigado, sobre todo, lo que México recibió de Occidente vía marítima: el conocimiento, el arte, la religión, la filosofía, la navegación. Y todo esto para entender el sincretismo que nos define. [nota_relacionada id=1251729]

Los personajes en mi vida han sido muchos y siguen siendo. No conozco otra vida más que la cultural. Mi universidad ha sido la Enciclopedia de personajes que han transformado y enriquecido mi vida. Para mí, el arte ha sido una revolución del espíritu, es una batalla contra el tiempo, el olvido y la muerte.

"Las letras son el ministerio de relaciones exteriores de una nación. Es por las artes, y casi únicamente por las artes, que las naciones logran obtener respeto y comprensión", Ezra Pound

CARMEN PARRA Y SU OBRA. Fotografía: Guillermo O’Gam. El Heraldo de México

Vivir en casa de mi papá, el arquitecto Manuel Parra, era como vivir en una escultura, recuperaba los vestigios y hacía un rompecabezas. Los objetos y las piedras me hablaban. El arte virreinal no se valoraba. 

"Mi propuesta es recuperar una parte de la historia que está como en una especie de “limbo” –el arte virreinal, el barroco– para cuidarlo y garantizar su preservación, ya que forma parte del horizonte cultural de los mexicanos. México es el poseedor de 75% del legado cultural de América.

CARMEN PARRA Y SU OBRA. Fotografía: Guillermo O’Gam. El Heraldo de México

Eres de las primeras artistas con un sentido de recuperación del medio ambiente y la naturaleza, antes que muchos ¿Qué nos dices al respecto?

Una parte muy importante de mi trabajo ha sido visibilizar, a través del arte, la necesidad de la conservación ecológica y la preservación del medio ambiente. Hace 36 años inicié mi investigación sobre la mariposa monarca y realicé una primera muestra sobre el tema en 1984.

Luego un proyecto muy grande para la UNAM en colaboración con el Aspen Institute en 2015: Mariposa monarca. Identidad de lo efímero; Juan Ramón de la Fuente me invitó a hacer esta exposición y yo escogí hacerla acerca de la metamorfosis, sobre la monarca, la viajera de la ruta Canadá-Estados Unidos-México, la misma de los migrantes, algo muy significativo.

Tú que vas por el día,
como un tigre alado
quemándote en tu vuelo,
dime qué vida sobrenatural
está pintada en tus alas
para que después de esta vida
pueda verte en mi noche.
“A una mariposa monarca”,
Homero Aridjis, 2015.

He trabajado también para el rescate del águila real, animal que es el símbolo de México; en 2011 realicé la muestra El águila contra la patria en extinción, en Casa del Lago; a partir de esto pude dar visibilidad a la protección de esta especie en peligro de desaparecer, logrando que se conformara un centro de reproducción del águila real, en colaboración con el cetrero Diego Rodríguez en Teotihuacán, llamado Refugio Salvaje.

"Nosotros debemos tener un principio en lugar de corazón… porque antes que la amistad está la patria; antes que el sentimiento está la idea; antes que la compasión está la justicia", Ignacio Manuel Altamirano

FUNDACIÓN PARRA GIRONELLA. Fotografía: Guillermo O’Gam. El Heraldo de México

El virreinato, el barroco, el arte novohispano ¿Qué nos comentas?

Viví dentro de la belleza del barroco y el novohispano. Mi padre restauró el altar de la Iglesia del Carmen en San Ángel, que había sido devorado por un incendio; iglesia construida por Fray Andrés de San Miguel, ilustrado arquitecto Carmelita. Todas esas vivencias fueron mi camino al arte virreinal. Mi familia tuvo una casa en Guanajuato, en lo que fue la mina de La Valenciana, la veta de oro y plata más rica de la Nueva España. En la Iglesia de la mina, dedicada a San Cayetano, jugaba y me perdía en sus altares que son una representación del cielo en la tierra.

El barroco es una forma de concebir la vida y el mundo, difícil de definir. Alejo Carpentier dijo que la tierra era clásica y el mar era barroco. El gran especialista, el cubano Severo Sarduy, escribió en 1975 El barroco y el neobarroco, un ensayo en el que nos da luces sobre la importancia de la representación barroca en algunas expresiones artísticas de la cultura hispanoamericana: la pintura, el cine, la literatura.

El barroco novohispano es un reflejo de los descubrimientos de la época. Una representación del universo. La profusión del barroco en América es una herramienta para hacerle frente al miedo que nos da el vacío, la expresión latina horror vacui.

Has sido una promotora de proyectos de rescate y valoración del patrimonio de México.

Empecé a trabajar en la Catedral Metropolitana, dado el abandono en que se encontraba; estaban restaurando el coro que se había quemado en 1964. El arquitecto Jaime Ortiz Lajous me permitió recorrer todos sus secretos. Organicé exposiciones sobre el tema y publiqué varios estudios: Tiempo cautivo. La Catedral de México con Gonzalo Celorio; también Acercamiento al misterio, que recopila mi trabajo, así como una exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes, proyectos apoyados por Luis Donaldo Colosio, titular de Sedesol en ese momento. Fundé varias asociaciones de centros históricos: la Ciudad de México, Puebla, Oaxaca y Pachuca, entre otras. De esa acción, junto con otros personajes con mucha pasión por este país y por buscar que no se desmorone el patrimonio que es de todos, surge el Festival del Centro Histórico y el Museo José Luis Cuevas.

¿Qué música escucha Carmen Parra?

Me gusta mucho la música contemporánea que estudié con la compositora mexicana Alicia Urreta –ella dirigió las Jornadas de Música Contemporánea México-España en la década de 1970–. Estudié música también en el Instituto Villalobos de Río de Janeiro, bajo la tutela del músico dodecafónico brasileño Jaceguay Lins. Urreta escribió De la pluma al ángel, una partitura para mi muestra del coro de la Catedral, pieza pensada para ser interpretada por los órganos. Disfruto mucho la música de los compositores contemporáneos Arvo Pärt y Olivier Messiaen. Bach es mi compositor clásico favorito. Siempre escucho música cuando trabajo: mexicana, brasileña, popular, étnica, música del mundo. Lo que más se acerca a la pintura es la poesía. Creo que los poetas son los grandes críticos de arte porque crean imágenes, al igual que los pintores.

Danos alguna reflexión sobre la comida.

La comida es una alquimia de los sentidos. Es un delirio. Podríamos decir que es lo que más enamora. Derriba todas las barreras, tiene un lenguaje propio como la música. Es un acercamiento a la madre tierra y a sus frutos. La tierra generosa de nuestro país es el cuerno de la abundancia; produce una vasta variedad de frutos, especies, legumbres, chiles, animales. Es una aventura ir a la Central de Abastos; una mezcla de sabores, olores y formas. Yo soy cocinera desde que tenía 10 años; en casa de mis padres aprendí a preparar los platillos con maíz, flores, insectos, frutos; yo nadaba en el platillo favorito de mi familia: el manchamantel –que casi pisa los talones a los chiles en nogada—en la conjunción orquestal de sabores, que te transportan a convivir con los dioses. La comida es una nostalgia del paraíso. El pan nuestro de cada día.

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Gran parte de tu tiempo vives al lado del mar.

Mi casa en el mar se llama La querencia, en el pueblo de Buenavista, en Guerrero, en el municipio de La Unión. Hace 25 años tenemos ese pedazo en el océano Pacífico que ha sido la salvación de mi alma. Es un acercamiento al misterio que vivo cotidianamente.

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Por: Salvador Vera
salvadorverai@gmail.com
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