Entre la noche del 30 de junio y el 1 de julio de 1520, los conquistadores españoles sufrieron su primera y única derrota por parte de los mexicas. Pero a pesar de lo que repite la creencia popular, en aquel episodio conocido como la Noche Triste, no existió el árbol donde Cortés se sentó a sufrir la pena, aunque si hubo lagrimas en su rostro.
Tanto el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma como el historiador Hugh Thomas, han estudiado la fecha y ninguno consigna la existencia del ahuehuete, cuyos restos aún se conservan en el rumbo de Popotla, en la Ciudad de México.
[nota_relacionada id=1117706]Citando al cronista Bernal Díaz del Castillo y al propio Hernán Cortés, Matos Moctezuma dice en su libro “Mentiras y verdades en la arqueología mexicana” que “no hay la menor referencia de que hubiese llorado al pie de algún árbol, pese a los terribles estragos causados a las tropas peninsulares y sus aliados indígenas”.
Sobre las lágrimas, si ubica un pasaje de Bernal Díaz: “Volvamos a Pedro de Alvarado, que como Cortés y los demás capitanes le encontraron de aquella manera y vieron que no venían más soldados, se le saltaron las lágrimas de los ojos”.
Cortés y los conquistadores, así como algunos indígenas aliados venían huyendo del asedio mexica. Hugh Thomas cuenta en su crónica “La conquista de México” que “tanto la vanguardia castellana como Cortés y sus compañeros de segunda sección de la retirada lograron llegar a una aldea llamada Popotla, en tierra firme, justo antes de Tacuba”.
Ahí, el conquistador habría dejado algunos soldados y a otros acompañantes como Marina; Thomas, sin embargo, jamás habla del supuesto árbol y mucho menos de lágrimas y dice que Cortés, regresó en busca de algunos de sus soldados: “Regresó a la calzada con cinco jinetes a fin de ayudar a los que quedaban atrás.
Si bien el historiador intuye que Cortés se sintió acongojado, afirma que tras el episodio “se mostró resuelto en todo momento a capturar de nuevo la capital y, por tanto, el imperio mexicano. Dadas las circunstancias, su determinación rozaba la locura, pero así se portan los hombres poseídos y por eso tienen seguidores”.
Matos Moctezuma va más allá en el origen del mito sobre el árbol de la Noche Triste y dice que quizás todo surgió “de la boca de don Manuel Gamio (antropólogo indigenista)” cuando en la década de los cincuenta del siglo XX, llevó a varios historiadores, incluído Miguel León-Portilla, a narrar en torno al árbol, los pormenores de sus indagaciones.
Por Luis Carlos Sánchez
eadp