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El México real que eligió Buñuel

hoy se cumplen 70 años de que el cineasta inició el rodaje de la célebre cinta; sus locaciones siguen siendo testigos de la crudeza que intentó retratar en la década de los 50

CULTURA

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En la Plaza de Romita todavía se percibe cierto aire del espíritu que Luis Buñuel quiso capturar en Los olvidados. Ahí esta el templo de San Francisco Javier y su plazuela, ahora adoquinada, donde la pandilla de El Jaibo acostumbra reunirse. Un viejo grafiti, recuerda la cinta y la gente dice sin titubeo: “¡Aquí se grabó la película!”. Buñuel buscaba retratar la realidad y ahí encontró uno de sus escenarios. Pero no fue el único.

Buñuel estaba buscando la verdad, espacios casi documentales, que tuvieran esa fuerza que a veces parece anódina y que, sin embargo, la cámara puede transformar para crear un espacio sorprendente”, dice Javier Espada, uno de los mayores especialistas en la vida y obra del director, pero también de la cinta, cuyo rodaje inició hace exactamente 70 años en México, el 9 de febrero de 1950.

En la actual calle José Guadalupe Covarrubias, antes Santiago, existe el inmueble que aparece en la película. Foto: Especial

La Romita no es el único escenario que sirvió al cineasta: en Tacubaya, en la actual calle de José Guadalupe Covarrubias, Buñuel grabó a sus olvidados atracando a un mendigo sin piernas, al que arrebatan el carrito en el que se traslada; más al sur, en la actual Casa Frissac del centro de Tlalpan, estuvo la Escuela Granja de donde sale Pedro para comprar el tabaco que le encarga su profesor y donde le asalta El Jaibo. La locación será también la del famoso final feliz alternativo que Buñuel grabó, pero evitó en la cinta.

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En la famosa plazuela, Buñuel grabó diferentes escenas. Es el escenario donde se reúnen a charlar y jugar los personajes. Foto: Especial

Esos lugares y otros, como el marginal Nonoalco, escenario donde habitan los desarrapados personajes, fueron rastreados por Espada a partir de fotografías que encontró en una caja de zapatos, en la Filmoteca Española: “Era una colección de 900 fotos que no se habían estudiado y que no se sabía a quién correspondían”. En París, junto con Juan Luis Buñuel, hijo del cineasta, determinó que procedían de locaciones scauting que hacia Buñuel para buscar los exteriores de sus películas.

El lugar exacto donde Buñuel comenzó a filmar Los olvidados no se sabe, pero Espada aventura que el cineasta ya tenía prácticamente la cinta en la cabeza cuando inició su rodaje: “Contaba con un presupuesto muy modesto, no hacía ni siquiera una secuencia de resguardo, tenía que ser muy barato, pero esto hace que él arme la película en su cabeza, que este armada desde el principio. Los dos elementos clave son el guión y estas fotografías con las que va construyendo la historia”, dice.

El negativo original de la cinta se resguarda en la Filmoteca de la UNAM.
Foto: Daniel Ojeda

ANIVERSARIO 70

El 9 de noviembre también se cumpliran siete décadas del estreno del filme. En México, le fue mal. A Buñuel intentaron aplicarle el Artículo 133 para expulsarlo del país. La cinta sólo permaneció tres días en cartelera y debió triunfar un año después en Cannes, por promoción de Octavio Paz, para que, sólo así, se le concedieran 11 premios Ariel. En 2003, junto con Metrópolis (1927), de Fritz Lang, Los olvidados fue declarada Memoria del Mundo por la UNESCO.

El negativo original de la cinta, junto con el final alternativo, pertenece a la UNAM, pero sólo el soporte, la propiedad intelectual de la obra, explica Hugo Villa Smythe, director de Filmoteca de la UNAM, donde se resguarda el rollo, es de Televisa, quien la ejerce a través de su fundación cultural.

A la Universidad, cuenta, llegó en la década de los 80, cuando Clasa Films decidió vaciar sus bóvedas, que conservaba en Estudios Churubusco. Este año, adelanta, la Filmoteca celebrará también 60 años, Los olvidados ocupará un lugar central de la doble celebración.

Actualmente se conserva casi intacto el templo de San Francisco Javier, así como algunos edificios que rodean al lugar. Foto: Daniel Ojeda
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POR LUIS CARLOS SÁNCHEZ

edp