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Javier Camarena, a la conquista de otras óperas

CULTURA

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“Más sabe el diablo por viejo, que por diablo”, dice el tenor mexicano sobre su debut en Bellas Artes, en 2004, en un rol estelar en La hija del regimiento, de Donizetti. “Los años te van dando experiencia. Cuando debuté, recién había ganado el Concurso Nacional de Canto Carlo Morelli, tenía cero trabajo en el escenario, muy poco con la orquesta y haciendo una producción completa”. Ya son 14 años de esa iniciación, tiempo que le ha permitido construir una carrera llena de satisfacciones, con la posibilidad de trabajar bajo batutas como las de Claudio Abbado o Zubin Mehta. “A Bellas Artes lo considero mi cuna, y me es tan satisfactorio venir y mostrar lo que he crecido a partir de esa oportunidad”. Javier regresó en abril pasado a ofrecer dos galas acompañado del Coro y Orquesta del Teatro de Bellas Artes y, que serán a beneficio de los damnificados por los sismos de septiembre de 2017, específicamente para apoyar con la rehabilitación del Centro de Salud de la comunidad de Asunción Ixtaltepec, Oaxaca.  “La actitud solidaria se pudo ver el primer mes, pero estos desastre no son de moda. Hay gente que ha perdido todo. La intención de estos conciertos es ayudar, la salud es lo primero”. Además, estas presentaciones sirvieron para recordar el 150 aniversario luctuoso de Gioachino Rossini (1792 - 1868), ya que Camarena es uno de los pocos tenores especializados en las óperas del italiano, lo cual cobra mayor relevancia si se toma en cuenta el alto grado de dificultad vocal que implican. Actualmente, el veracruzano se encuentra en un periodo de transición, ya que toda la primera etapa de su carrera realizó roles que pertenecen al repertorio de un tenor lírico, “de un tono agudo, fácil en el sentido que debe ser muy flexible”, explicó. Se trata de obras que son, en su mayoría, bufas. “He hecho mucha comedia, desde El elíxir de amor, de Donizetti, El barbero de Sevilla, La cenicienta, hasta La italiana en Argel, de Rossini”. Ahora, por su trayectoria y por los cambios naturales que sufre su voz,  está empezando a trabajar un repertorio lírico puro, en el que hay más de drama. “Mi meta, en unos seis años, sería haber cantado un poco de repertorio francés y explorar la posibilidad de interpretar un Verdi, un Puccini joven y, entonces, investigar si esas obras se adaptan a mí. Puede que llegue o que no, porque esto es como el box: no me voy a poder agarrar a moquetes con cualquiera, porque hay diferentes pesos y para ellos, igual que en la voz, hay distintas obras. Así como el boxeador se va desarrollando muscularmente, llega a un límite, lo mismo pasa conmigo, va a llegar a un punto que no voy a poder rebasar y voy a tener que trabajar lo mejor posible con ese repertorio”. Para él, la parte musical siempre estuvo muy presente desde sus abuelos, que escuchaban a La Sonora Santanera, Rigo Tovar, Chico Che y a Los Socios del Ritmo, y por otro lado, a Pedro Infante y Jorge Negrete. Sus tíos eran seguidores de los Bee Gees, Gloria Gaynor, Abba, mientras que él oía a Cepillín y Timbiriche. “La influencia musical fue basta, no así la clásica, ese fue un gusto que traía de fábrica”. Por ello, su familia no se sorprendió cuando decidió dedicarse a cantar. “Siempre estuve muy involucrado con cosas musicales, me emocionaba y jugaba con mis primos a que éramos Parchis”. Lo que si no les gustó es que dejara la carrera de ingeniería, de la que cursó hasta el segundo año, “no me veía, no estaba motivado, pero cuando entré a  la carrera de música quería saber todo lo que involucraba”. Calificado por la crítica especializada como el “digno sucesor de Luciano Pavarotti”, el cantante afirmó que uno nunca debe ser sustituto de nadie, “es una responsabilidad muy grande que vivo mayor satisfacción y plenitud, aunque si es muy pesado”. Javier espera, en la medida de lo posible, eestar a la altura de las expectativas y superarlas cada vez es una responsabilidad. “Yo no sé hasta dónde voy a llegar, pero hoy por hoy, mi deseo es hacer lo mejor posible en cada lugar en el que me presento”, aseguró.     POR MELISSA MORENO