Sebastián es su nombre

En 1965, Enrique Carbajal llegó a la Ciudad de México. “Lo más importante que cargaba eran mis sueños y mi vocación inquebrantable por ser escultor. En mi maleta llevaba unas cuantas mudas que me había regalado mi teacher y un diccionario enciclopédico que mi hermano me regaló en Navidad. Ése era mi bagaje cultural y no lo soltaba. Llevaba 700 pesos que, para un niño como yo, de 16 años y de familia pobre, era mucho. Lo junté haciendo dibujos”. Fue ahí que inició la figura de Sebastián, mote que llegaría años más tarde -primero por quedarse dormido durante una clase de pintura y luego refrendado por Carlos Pellicer, quien le aseguró que había salido del San Sebastián de Botticelli con el inicio de la producción de su obra, que este 2017 celebra 50 años de trabajo: “He estado produciendo cinco décadas. Eso ha sido una suerte extraordinaria. He trabajado como un loco acelerado”, señala Sebastián, creador de Cabeza de Caballo sobre Paseo de la Reforma y quien este año también celebra 70 años de vida.

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“Haciendo un balance, desde que tengo uso de razón, tengo vocación para ser artista. Desde chiquillo quería ser pintor y escultor. Me iba con mi madre al molino de nixtamal y me robaba parte de la masa, una me la comía y otra la modelaba. Pintaba de una manera abstracta y le decía a mi madre que eran tempestades o un barco en el mar. Ella me lo festejaba y yo lo vivía emocionado”, recuerda. “Fue mi madre y luego una maestra de inglés, quienes me narraban sobre cuestiones clásicas -Venus de Milo, Doríforo, Diadumeno- y artísticas –Rivera, Orozco-, me apoyaban a que dibujara y a que trabajara sobre lo plástico. Un buen día mi teacher me dijo: "Vete de Camargo (Chihuahua), no les digas que yo te lo digo, pero tienes que irte de este pueblo”. Llegó a México y entró a San Carlos: “Estuve cinco años. Fue muy difícil, pero uno tiene que saberse con posibilidades, uno tiene que saberse genial. Me la creí desde siempre, de niño soñaba con estudiar en la academia de Orozco, Rivera y Siqueiros. No me importó hacer lo imposible. Viví en la academia de trampa durante tres años y medio. La verdad sólo tres meses sin que se dieran cuenta, luego me iban a expulsar y al final me dieron permiso. No tenía dinero”, y es que Sebastián, al llegar, prefirió quemar sus naves gastando sus 700 pesos para ya no poder regresar. -¿Cuál ha sido su momento cumbre? Hay muchos. He saboreado el éxito, entre comillas, porque es una nebulosa, no es tangible y real. Lo que para unos es el dinero, para otros es simplemente vivir a gusto y feliz. Para mí ha ido en todas las direcciones porque he tenido éxito económico con mi obra, la cual ya está en todo el mundo y, en vivir a gusto y feliz. -Ahora mismo, ¿dónde está su mente creativa? La ciencia y el arte. Considero que la ciencia y la tecnología son el futuro. Lo que estoy haciendo es utilizar nanotecnología para hacer esculturas nano, esculturas pequeñas. Estoy utilizando las matemáticas y conocimientos avanzados de geometría para hacer mis modelos matemáticos, que tienen que ver con lo cuántico. Las matemáticas tienen que ver con todo, con la poesía, el pensamiento y con el concepto de la libertad. -¿Cuándo lo veremos? Estoy preparando una exposición del torus -donas o toroides-. La empecé a finales de los 70, pero, ya con conciencia hasta los 80 y luego ya en los 2000 empecé a trabajar con lo cuántico y con la teoría de nudos. Ahora estoy trabajando con el torus, llevándolo a la obra escultórica. No hay fecha de lanzamiento porque no llevo prisa.   https://www.youtube.com/watch?v=T8KbX5fFfNk   Por Miriam Lira
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