Crónica de una profesión asesinada
Nos encontramos tan solo en el cuarto mes de doce que tendrá el año 2018 y las notas sobre periodistas asesinados o amenazados están a la orden del día; ya han matado a tres que ahora formarán parte de los 42 fallecido durante el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Un total de 96 periodistas han muerto en México a lo largo de los años, y ¿por qué? por ejercer su libertad de expresarse y por permitir a otros tener derecho a esa información. Cerca de la mitad de todos ellos estaban dando a conocer la corrupción que predomina dentro del gobierno mexicano y el terror que causan los grupos de delincuencia organizada (que se han visto involucrados políticamente también).
Todos contamos con la posibilidad no solo de mantenernos informados de lo que pasa día a día en nuestro país y el resto del mundo, sino también de proporcionar y crear datos que puedan ser de utilidad para la población. Es parte de nuestra naturaleza el querer alzar la voz y estar al tanto de acontecimientos que puedan afectarnos positiva o negativamente.
La libertad de expresión se entiende como el derecho natural que tiene toda persona de expresarse a través de cualquier medio, sin ninguna interferencia o censura y sin miedo a represalias tales como amenazas o persecuciones. Está vinculada con la libertad de prensa, la cual da oportunidad al ser humano ya sea de informar o dar una opinión mediante la palabra oral, impresa o en materiales audiovisuales, siempre y cuando no se ataque o perjudique a terceros
El Artículo 6° de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos establece lo anterior mencionado junto con el Artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos. Pero, si estas libertades están respaldadas por leyes ¿Por qué México parece estar exento del ejercicio de éstas?
Según el Comité para la Protección del Periodista, el primer registro que se tuvo de un periodista asesinado fue en 1992. Kladoumbaye Maxime murió el 1 de enero de ese año en Chad, África Central, por el simple hecho de ejercer su profesión; y dos años más tarde, el 6 de junio, Jorge Martín Dorantes sería el primero registrado en México.
Cualquier acción llevada a cabo por el gobierno debe ser de interés público, y si no es dada a conocer por ellos, los reporteros tienen derecho a investigar y sacar a la luz todo lo que está pasando, pues dichos actos, al igual que asuntos de seguridad pública, pueden llegar a perjudicar la vida de los ciudadanos mexicano.
Lamentablemente, la jefatura no está dispuesta a que la población salga de la ignorancia ya que, si eso llegara a pasar, perderían la lealtad que en realidad no se merecen.
Y dentro de la población mexicana, existe un sector el cual su futuro es afectado por todo esto: los jóvenes. Muchos de ellos ven el periodismo una buena profesión que les asegura un futuro lleno de oportunidades; sin embargo, el peligro que corren una vez que encuentran trabajo puede llegar a ser incluso más alto.
Cada año, el porcentaje de alumnos que expresa interés en la carrera de Comunicación o Periodismo baja drásticamente. Dos buenos ejemplos de esto son la Facultad de Comunicación en la Universidad Veracruzana que, de 2012 a 2017, marcó una reducción de 35 por ciento en el número de aspirantes a dicha carrera; mientras que en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García en la Ciudad de México, se inició un grupo con 75 alumnos cuando hace cinco años era de 110.
Pero nada de esto debe detener a los futuros y actuales periodistas. La única manera en que podemos acabar con toda esta impunidad y censura, es continuar informando ante el peligro; demostrar que la inseguridad no es motivo para impedirnos dar a conocer y saber la verdad, pues al quedarnos callados, es como si nos diéramos por vencidos.
POR KAREN RODRÍGUEZ DE LA ESCUELA DE COMUNICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
Energía Solar: oportunidades e ineficiencias
Hace poco tuve oportunidad de asistir con mi familia al Museo Interactivo de Economía (MIDE) y me llamó la atención un letrero donde menciona que la energía solar que recibe la Tierra en sólo una hora, sería suficiente para proveer a la humanidad durante todo un año.
¿Cómo puede ser que estemos recibiendo tanta energía y simplemente no la aprovechemos? ¿Cómo es posible que el intelecto del ser humano no haya encontrado la manera de usar toda esa energía?
Investigando un poco me encontré en internet un gran artículo escrito en 2006, disponible en pdf y al parecer muy citado en los círculos científicos: “Powering the Planet: Chemical Challenges in Solar Energy Utilization” de Nathan S. Lewis y Daniel G. Nocera.
Este artículo evidencia entre otras ideas y ecuaciones de energía, lo mencionado anteriormente: la energía solar que golpea a la Tierra durante una hora, equivale a un poco más que la consumida por el ser humano durante un año (datos del 2001). Sin embargo, en ese mismo año, menos del 1% de la energía eléctrica producida vino de la energía solar.
Según la EIA (Adminstración de Información de la Energía en EEUU por sus siglas en inglés) en el 2015, la energía producida por paneles solares ¡todavía no supera el 0.7 %! Y aunque los costos de las celdas fotovoltáicas sí han bajado, su eficiencia sigue siendo muy baja.
Es también interesante lo comentado por Lewis y Nocera donde mencionan algunas opciones de energías renovables como la fisión nuclear, la novedosa pero complicada disolución de dióxido de carbono en mantos acuíferos y la energía solar como la más probable y abundante pero con un giro muy prometedor: el uso de la química en la generación de energía y su almacenamiento.
Sobresimplificando y para no entrar en detalles técnicos, la propuesta se basa en el mismo principio químico de la fotosíntesis. Se puede producir energía y almacenar al mismo tiempo mientras se intercambian cargas eléctricas entre celdas de oxígeno e hidrógeno separadas por membranas con semiconductores fotovoltáicos.
Esto es una gran idea y sin embargo todavía se ve muy lejana también en cuanto a la estandarización y difusión de su uso. No obstante la promesa de llegar a un 65% de eficiencia comparado con el 22% de las celdas solares resulta muy atractiva.
Como ser humano, me enorgullece pensar que hemos llegado hasta donde estamos gracias a nuestras dotes ingenieriles y adaptabilidad al medio. Sin embargo, esa racionalidad debería actuar en consonancia con una visión del futuro, de los demás y de la calidad de vida.
Hace falta voluntad y visión. Hace falta todavía más educación en las áreas de Ciencias, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas, las famosas STEAM por sus siglas en inglés. Sí, las Artes porque nos hacen más humanos y empáticos. Más allá, hace falta que empoderemos a nuestros jóvenes lo suficiente para que hagan a un lado los obstáculos políticos, económicos y tecnológicos, y tomen el futuro en sus manos para llegar a un mejor uso energético de nuestros recursos.
POR DR. ALEJANDRO ORDOÑEZ TORRES, DIRECTOR DE LA FACULTAD DE INGENIERÍA DE LA UNIVERSIDAD PANAMERICANA
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FOTO: Universidad Panamericana[/caption]
La chaviza electoral
Tengo la ligera sospecha, de que hay un México del que no me estoy enterando. Que hay ciudadanos libres y ordenados que justifican el 40%
[1]que no se presenta a votar porque al parecer no es necesario. De no ser así, no me explico si el futuro de México esta en juego por exceso de confianza o por falta de interés. Aun así, creo que este 2018 vale la pena reacomodar posturas, porque hablamos de unas elecciones completamente diferentes.
Antes, aunque parezca reflexión filosófica, la clave para entender el mundo moderno es el movimiento. El que se estanca pierde. El de hoy es un mundo que demanda actualidad y actualización y donde la innovación es la cereza de todo pastel. Tristemente, anudados a este caminar hacia el futuro, confundimos el espíritu de novedad con la verdadera juventud y tachamos toda frescura de obviedad. Pero hay cosas que verdaderamente son jóvenes y que cargan con propuestas revolucionarias forradas de hartazgo. Con una claridad del panorama que no se presta a malinterpretaciones, porque no viene dirigida por la improvisación, sino por el instinto.
Hablo de esta juventud porque viene al caso. A pocos meses de las elecciones presidenciales de este año, quizá se vislumbre un cambio auténtico, en manos de un par de jóvenes mexicanos: la chaviza electoral. El primero, la democracia misma, que no puede presumir mucho más de veinte años.
No hay que olvidar que hasta 1996, las elecciones en México no eran sino mero protocolo y la sucesión presidencial era marcada por un dedazo. Una época de caudillos seguida por una época institucional que dejaba inconforme a una sociedad cada vez más diversificada, y que terminó con broche de oro en las elecciones del 76 en donde sólo circulaba una candidatura presidencial oficial: la de José López Portillo por el PRI.
Fue en los siguientes 20 años que nació el Instituto Federal Electoral (1989), surgió el Programa de Resultado Electorales Preliminares (1994) y se ciudadanizó el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (1996) para que en el 2000 fuera electo presidente por primera vez después de más de 70 años, un candidato ajeno al PRI. La democracia mexicana es nueva en esto de la democracia, y está dispuesta a usar su encanto con lo justo en su búsqueda por la justicia.
El segundo, los ciudadanos de entre 15 y 29 años de edad. El pez gordo de este dúo. No sólo porque es fresco, si no porque se mueve, tiene voz y tiene voto. Este año, predomina el voto joven en las elecciones presidenciales. El grupo representa el 40%
[2] de una lista nominal de 88.3
[3]millones de personas. De ellos, 12.8 millones de personas de entre 18 y 23 años van a votar por primera vez, en las elecciones más grandes de la historia del país (con más de 3,400 cargos en cuestión). Un voto consiente, tal vez un poco inseguro por las novatadas sociales pero sin olvidar que vota por construir el país que merece.
Dos historias que se juntan en las urnas este primero de julio. Quizá hasta se encuentren desprevenidos en la fila y discutan tranquilamente sus inconformidades con el país. Alguno dirá primero que estuvo tentado varias veces a no presentarse, desmotivado por un país lleno de inseguridad, corrupción e inestabilidad.
Con deficiencias educativas que desembocan en carencias laborales y un futuro incierto para todos. Ninguno dirá nada de confianza, libertad y orden, pero seguirán formados, por eso de la juventud. Porque saben que los malestares del mundo son inevitables, pero que para todo mal existe una mejora que no va a llegar sin alguien dispuesto a mejorar, y que para todo bien, también, y que el que no habla Dios no lo escucha. En fin, saben que fue un buen día para moverse.
Este julio, México está en manos de la juventud. Y va a ser un proceso limpio porque no hay nada de sucio en nuestras memorias. Realmente podemos hacer del país lo que queramos, y si lo que queremos es paz, justicia, libertad y todo lo deseable para todos los mexicanos, hay que perfeccionar nuestra democracia, y para perfeccionarla, hay que perfeccionar nuestra postura.
Invito a los jóvenes, mis pares a
sí votar, a
sí mostrar interés en el equipo aunque seamos muchos, no importa. 88.3 millones de cabezas piensan mejor que una. A
sí presentarse el primero de Julio. A
sí estar para ver el cambio. Ibargüengoitia
[4]dijo una vez que para percibir cambios con claridad, no hay como alejarse por un tiempo y después regresar. Tengo la ligera sospecha que, después de un tiempo de alejarnos del sopor del desinterés y del exceso de confianza, vamos a poder ver el país que queremos.
[1] El 2006 participó el 58.55% de los ciudadanos (INE, 2006) y el 2012 el 63.14% (expansión, 2012)
[2] (ADNPolítico, 2018)
[4] (Woldenberg, J, 2017)
POR SOFÍA BERNAL MANRIQUEZ, INGENIERÍA INDUSTRIAL 3er SEMESTRE