AMLO ha lanzado sus huestes a una Guerra Santa contra el Poder Judicial. Dado que Morena se parece más a un culto religioso que considera a su líder como el Mesías, no le ha sido difícil convencer a los suyos sobre la “necesidad ética” de destruir la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
Con gritos en el zócalo capitalino, durante su Informe Anual a su partido, pidió un voto a mano alzada para apoyar la destrucción de un Poder del Estado mexicano. Claro, es el Poder que exigió respeto a la Constitución y al Estado de derecho. Esto no le gustó a AMLO, quien lanzó su yihad contra Norma Piña y el resto del Poder Judicial por no permitirle modificar las leyes a su antojo.
No se puede pasar por alto que el mismo momento en que el morenismo votaba a mano alzada en el zócalo, al otro lado del zócalo decenas de miles de empleados de las oficinas del Poder Judicial federales y capitalinos y estudiantes protestaban en contra de la ley propuesta por el Presidente.
AMLO ha logrado convertir sus odios personales en la causa de lucha política central del partido que formó. El discurso de Luisa Alcalde, secretario de Gobernación, ante el Congreso de la Unión al momento de entregar el último Informe del Presidente, fue una muestra de fanatismo y subyugación que, hoy por hoy, es lo que reina dentro de ese movimiento que arropa a su mesías.
¿Cuál es la necesidad de apresurar la votación sobre esa propuesta? No existe, excepto el deseo del Presidente por imponer su criterio a la nueva Presidenta. Un estudio de inteligencia afirma que dentro de las filas de los legisladores morenistas, un 33% se oponen a la ley, pero se sienten obligados a votar a favor.
Evaluaciones de los posibles desenlaces sobre la aprobación del proyecto para desmembrar el Poder Judicial hacen ver que se ha abierto una crisis severa entre México y Estados Unidos. Hay quienes opinan que existe la fuerte posibilidad de que Estados Unidos proceda a la imposición de aranceles a México dentro de los próximos seis meses.
Esta inestabilidad ha provocado la fuga de más de dos mil millones de dólares en el último mes. Esa fuga podría crecer rápidamente. Especialmente si Estados Unidos empieza a congelar las cuentas de un número importante de altos funcionarios públicos de Morena, como han advertido algunos.
Es posible este escenario de conflicto porque Biden no se siente limitado en su esfera de acción ante México. Ya no es candidato, y ese hecho le ofrece una extraordinaria libertad. Y es posible que en su mente ya llegó el momento de cobrar facturas que, pensaría él, le debe AMLO. La presencia de Zambada en manos estadounidense es la pesca más importante de inteligencia que ha logrado la DEA sobre México en décadas. Quizá sea la pesca más importante en toda su historia.
Corren rumores sobre la inteligencia recibida por Estados Unidos dada la presencia y colaboración de Zambada en suelo estadounidense. Es imposible saber a ciencia cierta su veracidad. Pero existe la posibilidad de una desestabilización importante en materia de seguridad. Eso explicaría en parte la razón por la que la Presidenta-electa decidió adelantar los nombramientos de los nuevos secretarios del Ejército y la Marina. Había dicho que se haría el día 30 de septiembre. Pero las condiciones de una posible crisis en el país han provocado la necesidad de no demorar más esos nombramientos.
El CJNG se está fortaleciendo rápidamente en la frontera norte, mientras Sinaloa se consolida en la frontera sur. En medio, es decir, en el resto del país, la confrontación crece entre cárteles, mientras el Presidente, pasmado, declara que “los abrazos, no balazos” ha sido un éxito. La Presidenta lo segunda, confirmando una estrategia de “atender raíces, no lo presente”.
Mientras el escenario internacional se descompone, incluyendo el desaseo de dos futuros funcionarios respondiendo a una editorial de un periódico estadounidense (Washington Post), lo que denota una notoria debilidad mezclado con retórica hueca, el interno, de seguridad, también se deteriora.
Junto con ello, la situación económica es dramática. Las mentiras sobre el desempeño son la fantasía de plaza pública, pero en los cuartos donde se procesan los datos, no puede haber ilusiones vanas. La fuga de capitales es real y descompone el escenario para una economía estable. El espectro de una recesión aguda es real y, si no se ataja a tiempo, provocará un inicio de sexenio desastroso. Los aranceles, como advertencia por la falta de certeza jurídica en México, aparecen en el horizonte como una posibilidad real.
La radicalización como el escenario más probable en el futuro cercano. AMLO y Morena van a radicalizar su discurso y sus acciones. La mejor defensa es el ataque, cuando aún estás en condiciones de hacerlo. Este último suspiro de radicalización lo ofrece AMLO para marcar la ruta a seguir por la Presidenta y a las masas adoradoras de Morena.
La Guerra Santa emprendida por AMLO en el último aliento de su sexenio es en defensa propia. No sabe qué puede suceder con él y su familia a partir del 1 de octubre, y obviamente no está seguro del apoyo “irrestricto” de parte de la Presidenta. La acción emprendida contra el Poder Judicial pretende encender los ánimos de sus tropas contra el desembarco del neoliberalismo en las costas mexicanas. Las dos Ministras de la Corte, Batres y Ortíz, arengan a los morenistas en frente de la sede de la SCJN y los convocan a destruir el Poder Judicial juntos. Ese Poder al que ellas sirven.
La Guerra Santa se ha convocado para destruir todo lo que existe de la institucionalidad republicana y democrática en México, y para entregar esas ruinas a un supuesto nuevo Poder: el Poder Popular. El último barrunto de AMLO es esto: destruir para que florezca algo nuevo. Su guerra eleva la apuesta a todos los mexicanos. Aceptar, o no, lo que él ordena.
POR RICARDO PASCOE
COLABORADOR
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