Resulta inverosímil que los conservadores en Estados Unidos que se oponen con todas sus fuerzas a la práctica del aborto, al mismo tiempo defienden con garras y dientes el derecho a la compra y venta de armas; sin embargo, los dos fenómenos tienen que ver con el respeto a la vida.
En junio de 2022, la Corte Suprema decidió con los votos de los jueces conservadores que no existía el derecho constitucional al aborto, dejando la decisión de permitir o no la interrupción del embarazo a cada uno de los 50 estados que conforma la Unión Americana.
En su anterior campaña, el candidato presidencial republicano, Donald Trump, hizo la promesa de nombrar a jueces que anularían la ley conocida como Roe vs Wade y lo cumplió, al designar a tres de ellos durante su mandato, lo que dejó esa práctica y derecho a la deriva.
Hoy muchas estadounidenses se ven obligadas a migrar a otros estados o incluso a México para poder practicar una interrupción del embarazo, en el menos peor de los casos, tienen que acelerar ese proceso porque el margen legal para realizar esa práctica es muy corto en varios estados conservadores.
Según Amnistía Internacional, el acceso al aborto es un derecho humano. Toda persona tiene derecho a la vida, a la salud y a no sufrir violencia, discriminación ni tortura y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes.
Obligar a alguien –por el motivo que sea– a mantener un embarazo contra su voluntad viola los derechos arriba mencionados. El aborto debe ser legal, seguro y accesible para todas las personas.
En la otra cara de la moneda, los conservadores en Estados Unidos, comenzando por Trump, víctima de un intento de asesinato con arma de fuego en campaña, apoyan el derecho a poseer y portar armas respaldados en la Segunda Enmienda. A la que se suma la Asociación Nacional del Rifle (NRA), fundada en 1871 y que dice tener unos 5.5 millones de afiliados, y que se ha convertido en las últimas dos décadas en el grupo de presión más influyente en la defensa de ese derecho.
La más reciente matanza en Estados Unidos, la número 45 en lo que va del año, fue en Georgia y dejó cuatro muertos: dos estudiantes de 14 años y dos profesores; lo peor, el atacante fue otro menor de 14 años que tuvo acceso a un fusil semiautomático AR-15, propiedad de su padre.
De acuerdo con los datos de 2022, las armas de fuego fueron responsables de 18% de las muertes infantiles (entre 1 y 18 años). Ese año, alrededor de 3,500 niños murieron en incidentes relacionados con armas de fuego, lo que equivale a unas cinco muertes por cada 100 mil niños en EU.
Trump advirtió en campaña que el derecho a portar armas de fuego está en peligro en los próximos comicios y se ha comprometido a revertir las implementadas por el mandatario Joe Biden. No importa que muera quien tenga que morir.
La epidemia de las armas es igual o peor que la de las drogas, pero los conservadores no están dispuestos a mirar sobre las consecuencias de las cada vez más frecuentes matanzas en escuelas, en las calles o las mismas casas, muchas de ellas perpetradas por menores.
Entonces, ¿dónde queda el respeto a la vida que tanto defienden contra el aborto?
POR ISRAEL LÓPEZ GUTIÉRREZ
COLABORADOR
@PAPADEPONCHO
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