COLUMNA INVITADA

Los mejores deseos para los hermanos venezolanos

Estamos con el pueblo venezolano y pugnamos a que la violencia y el desorden no escale al grado de suprimir libertades, reprimir opiniones y permitir que la miseria reine en aquellos que merecen una vida digna

OPINIÓN

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Nuvia Mayorga Delgado / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Hace algunos días se llevó a cabo la jornada electoral más compleja en la historia de Venezuela, ya que buena parte de los sondeos electorales auguraban una derrota del oficialismo, sin embargo, luego de una buena parte del conteo, las tendencias apuntaban a que el actual presidente venezolano había logrado el objetivo de la reelección con una cerrada ventaja respecto de su más cercano perseguidor. De inmediato, las imágenes en redes sociales retrataban una población venezolana triste, acongojada y confundida ante un resultado que no esperaban a pesar de que, es un hecho, el partido que gobierna obtuvo una cantidad de votos muy inferior a la de la oposición.

Emitir un juicio de valor respecto de lo sucedido es tentador tratándose de las opiniones pero no es correcto cuando no se tienen todos los elementos, los de ambos lados de la historia, para poder determinar lo que está sucediendo en Venezuela, sin embargo, hay datos impactantes que hablan por sí mismos y que vale la pena rescatar para generar conciencia.

La democracia representativa, es decir, aquella donde las personas tienen como ejercicio democrático principal (a veces único) la elección de sus gobernantes por medio del sufragio, nos ha hecho olvidar quién es el auténtico detentador del poder en el ejercicio del mismo dentro de la teoría política moderna que surge en una época revolucionaria material e intelectualmente con personajes como Rosseau y Montesquieu.

El auténtico depositario del poder y el único que puede ejercerlo e, incluso, puede permitir el ejercicio por alguien más en cualquier sistema político es el soberano. El soberano, en algunas formas de gobierno es el rey, en otras es un grupo cupular y, en la democracia, es el pueblo. Sólo el pueblo quita, sólo el pueblo pone.

Si bien, de manera oficial tenemos números que arrojan el triunfo para uno de los candidatos, la realidad es que hay un número importante de hermanos venezolanos manifestándose en las calles producto de la desesperación de un régimen con el que no comparten ideología, acciones y, desde luego, figuras que consideran les han arrebatado tranquilidad, libertad y bienestar porque, es un hecho, la economía de ese país ha sido severamente lastimada, pero las consecuencias recaen, como siempre, en quienes menos tienen.

Como servidor público o gobernante, hay indicadores que deben estar por encima de la vanidad porque son una realidad. Venezuela es un país que cuenta con 28 millones de habitantes aproximadamente, pero el Alto Comisionado de la ONU para los refugiados ha señalado que en los últimos años son 7.7 millones de hermanos y hermanas venezolanas quienes han abandonado el país, en el mejor de los casos, por la crisis económica que se vive.

Cuando una cuarta parte de tus compatriotas se van quiere decir que algo no anda bien y de ahí debe partir la autocrítica para saber en qué momento se debe dar un paso al costado en beneficio de millones de personas que, en la idea de algunos, podrán estar equivocados, sin embargo, no dejan de ser parte del soberano. Así funciona la democracia en cualquier parte del mundo.

El cuestionamiento a los resultados electorales, lamentablemente, ha generado manifestaciones donde seres humanos, ciudadanos, pobladores de ese hermoso país, se juegan la vida con la desesperación y violencia que generan este tipo de enfrentamientos, propiciando que la división se profundice y la crisis se agudice.

Desde luego, cuando uno asume una posición de gobierno debe decantarse por la institucionalidad, de ahí que en todas las democracias haya un proceso de reconocimiento de resultados, emisión de constancias y revisión de lo acontecido en la jornada. Antes de eso no debe haber pronunciamientos más que para llamar al orden, a la paz y al reencuentro social. Más allá de gobernantes, de partidos, de fracciones, deseamos profundamente que el pueblo venezolano se encuentre bien, en paz y resolviendo institucionalmente una situación que se puede salir de las manos.

Estamos con el pueblo venezolano y pugnamos a que la violencia y el desorden no escale al grado de suprimir libertades, reprimir opiniones y permitir que la miseria reine en aquellos que merecen una vida digna.

POR NUVIA MAYORGA DELGADO

COLABORADORA

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