La invitación al presidente ruso, Vladimir Putin para asistir a la toma de posesión de la presidente Claudia Sheinbaum está entre cortesía y mensaje, pero a pesar del ruido que armó en algunos círculos, no tiene nada de extraño.
Después de todo, es de esperar que una invitación similar haya sido girada a los Jefes de Estado o de Gobierno de todos los países con los que México tiene relaciones. Y quizá hasta alguno que no figura en el directorio de embajadas.
Claro que es la fiesta de la presidenta Sheinbaum, y ella puede invitar a quien quiera, pero ella ya no es la ciudadana Sheinbaum sino la presidente Sheinbaum: sus acciones y sus palabras tienen ahora significados muy diferentes y un impacto mayor, por lo menos en México y en lo que a México respecta.
Malo sería si se hubiese invocado solamente a Putin: sería visto como un mensaje casi hostil hacia los Estados Unidos, así como respecto a varios países europeos, especialmente Ucrania.
Es de esperarse que para empezar, se hubiera invitado a todos los Jefes de Estado o de Gobierno de los países fronterizos con México, los de mayor importancia para el país, pésele a quien le pese o gústele a quien lo guste: Joe Biden, presidente de los Estados Unidos y nuestro socio comercial más importante, al presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, o a John Briseño, primer ministro de Belice. Y por supuesto, al presidente cubano, Miguel Díaz Canel.
Claro que algunas invitaciones serán enviadas con mayor gusto que otras. Pero no pueden dejar de ser extendidas: lo mismo para el argentino Javier Milei que para el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, para el salvadoreño Nacif Bukele que la hondureña Xiomara Castro.
Y si se invitó a Putin, habría que pensar en una invitación a Volodimir Zelenezky, de Ucrania, solo por mantener el principio de neutralidad, si no por otra cosa.
Y tampoco se puede dejar de invitar a socios comerciales o inversores importantes, como el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau, el presidente Xi Jinping, de China; al Primer Ministro japonés, Fumio Kishida o el presidente sudcoreano, Yoon Suk-yeol. Y eso nos regresa a la cuenca del Pacífico y las naciones del litoral latinoamericano: invitar al chileno Gabriel Boric no tendría problema, y menos al colombiano Gustavo Petro, pero con Ecuador tenemos un diferendo legítimo, por la invasión física de la Embajada, mientras con Perú se trata de un disgusto personal que eventualmente deberá resolverse.
Y a gustar o no, la lista de invitados deberá incluir al presidente de Venezuela, aunque sea una figura tan cuestionable como Nicolás Maduro. Después de todo, Sheinbaum ganó indudable y claramente, mientras el venezolano bien podría apropiarse de esa frase que tanto indignó en su momento a la izquierda mexicana y al aún presidente Andrés Manuel López Obrador: "haiga sido como haiga sido".
Pero el día primero de octubre será un día para festejar. La "cruda", como de costumbre, llega después.
-primero de octubre será un día para festejar
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
COLABORADOR
JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@CARRENOJOSE1
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