COLUMNA INVITADA

Cambiar las cosas en unidad sin olvidar que todos estamos en el mismo barco

Este proceso electoral se convirtió en un refrendo a la administración actual que hizo cambios radicales en muchos aspectos, carteras y políticas públicas que habían prevalecido a lo largo del tiempo.

Cambiar las cosas en unidad sin olvidar que todos estamos en el mismo barco
Foto: El Heraldo de México

La reflexión posterior a las elecciones debe ser objetiva, honesta y con autocrítica para todas y todos los mexicanos, teniendo en perspectiva en dónde estamos y hacia dónde queremos partir, porque lo que sucedió el 2 de junio es uno de los mensajes más claros y contundentes que hay mandado la ciudadanía en los últimos años, tanto como el de la alternancia del 2000 en el que se quitó la confianza al partido que tenía décadas en el poder debido a muchos temas pendientes que no se habían resuelto en esos momentos y despertaron la algarabía y deseo de participar de millones de personas en la elección. Este proceso electoral se convirtió en un refrendo a la administración actual que hizo cambios radicales en muchos aspectos, carteras y políticas públicas que habían prevalecido a lo largo del tiempo.

Por el resultado, parece que el país ha cambiado muchísimo en los últimos años, ya que no sólo se trato de dar un giro radical en la elección política de los servidores públicos, sino que hay una tendencia que se explica sólo con una conformidad con lo desplegado en 6 años o, en dado caso, un entendimiento de que, si bien hay muchas cosas que no han cambiado como se quiere, no basta un sexenio para cambiar de raíz.

En el otro lado de esa forma de ver el resultado de la elección se encuentra una oposición inoperante, con poca o nula confianza ciudadana y una operación que ha olvidado a quienes menos tienen, alejándose de las causas del pueblo de México que ya ha entregado varias veces oportunidades de oro para que se administre de otra forma y se logren otros resultados, sin embargo, ese alejamiento natural de la mayoría del país hace que los cambios no lleguen y las transformaciones sean mal entendidas.

Lo que sí es que en materia electoral seguimos siendo un pueblo pacífico y respetuoso, sobre todo en esta elección que las enormes filas de horas para votar no generaron enfrentamientos físicos ni verbales, lo que nos hace entender que la fuerza de este país está en su ciudadanía y la gente buena y honesta que así como sale a ganarse su sustento, también responde a la hora de levantar su voz en los ejercicios de democracia representativa.

Seguramente el sexenio que comenzará en breve será analizado y escrutado con mayor precisión, con resultados en una mano y las exigencias del otro, por lo tanto, no hay margen de error para quien nos gobernará. Ello sin dejar de lado que no existen las soluciones mágicas y que no existe país exitoso que no haya emergido del bache en que se encontraba sin ayuda de su población, de esas personas que sin ser parte del gobierno aportan con su unidad, su forma de vivir honesta y solidaridad característica. Sin el pueblo de México poco o nada se puede materializar.

Más del 60 por ciento de la población salió votar y más de la mitad se decantó por una opción, de tal manera que podemos pensar en que el respaldo y la legitimidad son indubitables.

Desde luego, es histórico el resultado no por los números, sino porque, por primera vez en toda la historia de nuestro país, se eligió a una mujer para que tome las riendas del destino nacional, lo cual implica que hemos cambiado, que estamos en el camino de la igualdad sustantiva y que su posicionamiento como Presidenta generará que la agenda de las mujeres deba estar presente en cada acción y en cada política pública porque estamos inmersas en un mundo que nos había segregado y que hoy, de forma pacífica nos hacemos de espacios de relevancia nacional.

El libro se comienza a escribir y todos debemos sentirnos llamados a participar si es que queremos resultados. No importa de dónde lleguemos ni la tarea que nos toque desempeñar, porque lo que se haga por un buen gobierno se hace por el país. Debemos ser críticos, pero con propuestas, con construcción, con ideas y con apoyo a quien asume el cargo.

Es momento de remediar la distancia, de cicatrizar las diferencias y de evitar la división porque al final es sólo una oportunidad de mejorar, de resolver los problemas nacionales y de rendir cuentas a un pueblo leal y honesto que históricamente ha recibido poco para lo grande que es

Por Nuvia Mayorga Delgado

Colaboradora