Política y Diplomacia Sostenible

La Cumbre del G20 en Brasil

La idea original del G20 era promover una coordinación más efectiva entre las economías más grandes del mundo, para evitar una contra ola proteccionista generalizada, que hubiera sido muy dañina para todas

La Cumbre del G20 en Brasil
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

El Grupo de los 20 se institucionalizó a nivel de Jefes de Estado o de Gobierno en 2008, como resultado de la crisis financiera que afectó a las economías más desarrolladas, cuyo origen fue una ola especulativa inmobiliaria en Estados Unidos. Desde entonces, por ser una de las 20 economías más grandes del mundo, México es miembro de este selecto grupo.

La idea original del G20 era promover una coordinación más efectiva entre las economías más grandes del mundo, para evitar una contra ola proteccionista generalizada, que hubiera sido muy dañina para todas. Se trataba de evitar los grandes errores que causaron la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado.

El gran propósito sólo se cumplió a medias porque, en la práctica, Estados Unidos, la Unión Europea, China, India, Japón, Corea del Sur y otros miembros del G20 sí recurrieron, y lo siguen haciendo, a medidas proteccionistas para favorecer a sectores específicos de sus economías cuando lo consideran necesario. No sólo eso, a raíz del continuo ascenso económico y tecnológico de China, y de la invasión de Rusia a Ucrania, tanto Estados Unidos como la Unión Europea han dictado sanciones económicas unilaterales contra el gobierno ruso, y están elevando sus medidas proteccionistas contra China.

Pero el G20 sigue reuniendo anualmente alrededor de la misma mesa a los principales líderes mundiales. Es la Cumbre más importante, un espacio de diálogo, en el convulsionado mundo actual. Desde luego, entre sus miembros hay enormes disparidades de poder. Pero de esas 20 economías más grandes del mundo dependen las finanzas globales y el curso del comercio mundial. También de ellas depende la posibilidad de salvar al planeta de las consecuencias del cambio climático y la pérdida generalizada de la biodiversidad, como son sequías cada vez más más profundas y prolongadas, intensas olas de calor, inundaciones catastróficas, elevación del nivel del mar, y huracanes categoría cinco, como Otis, que destruyó Acapulco en octubre del año pasado. 

El G20 tiene otro valor extraordinario que se valora poco: facilitar el diálogo directo entre jefes de estado y de gobierno. Sus cumbres propician encuentros bilaterales entre los jefes de estado y de gobierno, que éstos aprovechan para promover su propia visión sobre cómo enfrentar los grandes retos mundiales, o para promover directamente sus propios intereses nacionales. 

En esos encuentros discretos es cuando surgen coincidencias, acercamientos y hasta vínculos de amistad entre los principales líderes mundiales. Cuando los aprovechan bien, los jefes de estado se hacen amigos de sus contrapartes, antes de que más adelante puedan llegar a necesitarlos. Los miembros menos poderosos del G20, entre los que se encuentra nuestro país, son los que más se benefician de esos encuentros porque les permiten incrementar su influencia a través de una diplomacia persuasiva. Por esa razón, en las cumbres del G20 normalmente los jefes de estado y de gobierno se hacen acompañar de sus cancilleres, los ministros de mayor peso en su propio gabinete, y de sus diplomáticos más experimentados.

La próxima Cumbre del G20 tendrá lugar en Rio de Janeiro, Brasil, el 18 y 19 de noviembre. El presidente Lula es uno de los grandes veteranos en estas cumbres. Desde que volvió a la presidencia de su país en enero del año pasado, trazó una estrategia diplomática muy ambiciosa para reposicionar al gigante sudamericano como actor global, después del fiasco de su predecesor, Jair Bolsonaro, que aisló a Brasil del mundo exterior y recortó su influencia global.

Lula está convencido que, junto con la India, China y Sudáfrica, Brasil es uno de los líderes más influyentes del llamado “Sur Global”. Cumpliendo un viejo sueño de la diplomacia brasileña, está decidido a encabezar las aspiraciones de los países en desarrollo de África, América Latina y Asia. Con el apoyo de estas naciones, está tratando de influir en las grandes decisiones globales. Por eso ofreció ser anfitrión de la Cumbre del G20 y, el año próximo, de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre cambio climático, la COP30, en que deberán tomarse decisiones más firmes para responder a la emergencia climática.

Los temas de la Cumbre del G20 serán tres: 1. Acelerar la transición energética global hacia energías limpias y renovables; 2. La promoción de un desarrollo “justo y sostenible”, con énfasis en la lucha contra el hambre, la pobreza y la desigualdad, y 3. La reforma de las instituciones multilaterales (Consejo de Seguridad de la ONU y Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial). 

La Cumbre del G20 representa una gran oportunidad para que la próxima presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se presente ante los principales líderes mundiales, y dé a conocer las prioridades de su gobierno. Además de contribuir a tejer acuerdos sobre los temas de la agenda, y reunirse por separado con líderes de otros países, se puede forjar un acercamiento más estrecho con el Brasil de Lula.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY Y DIPLOMÁTICO DE CARRERA

@MIGUELRCABANAS

MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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