Política y Diplomacia Sostenible

Otro abrazo del Oso y el Dragón

La semana pasada Rusia y China cumplieron 75 años de relaciones diplomáticas, y las celebraron por todo lo alto con una visita de estado a Pekín del presidente ruso, Vladimir Putin

Otro abrazo del Oso y el Dragón
Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

La semana pasada Rusia y China cumplieron 75 años de relaciones diplomáticas, y las celebraron por todo lo alto con una visita de estado a Pekín del presidente ruso, Vladimir Putin. Fue la primera visita al exterior de Putin en su quinto periodo de gobierno, que inició hace unos días. Su anfitrión chino, Xi Jinping, no escatimó atenciones para su visitante. La visita tuvo todos los símbolos protocolarios. Más aún, al despedirlo, saliéndose del protocolo, Xi Jinping dio un abrazo fraternal al líder ruso, que subraya la sintonía y buena química que existe entre ambos.  

Los líderes intercambiaron un sinfín de frases amistosas hacia su contraparte y hacia sus países y, al final de la visita de dos días (16-17 de mayo), emitieron una extensa Declaración Conjunta en las que se pronunciaron sobre todos los temas posibles, tanto bilaterales como multilaterales, incluyendo las guerras en Ucrania y en Gaza. 

En 75 años de lazos diplomáticos, las relaciones entre Rusia y China han atravesado por periodos muy diversos. Desde una profunda y estrecha relación de cooperación, amistad y entendimiento mutuo en 1949, cuando en China triunfó la revolución encabezada por Mao Tse-Tung, hasta periodos de enorme tensión bilateral veinte años después, en 1969, en que incluso tuvieron lugar en la frontera común choques armados en que murieron soldados de ambas naciones. 

Estados Unidos aprovechó aquel cisma entre Moscú y Pekin, originado por diferencias doctrinarias y tensiones geopolíticas, para distanciarlos aún más y, de esa manera, disminuir la influencia global de la Unión Soviética, y facilitar un nuevo equilibrio mundial. Al reconocer diplomáticamente a China Popular (sellada con la visita de Nixon a China en 1972), facilitarle su incorporación a la economía mundial, y su ingreso a la ONU y otros organismos internacionales, el Águila estadounidense encontró la fórmula para imponerle a la Unión Soviética un competidor. 

En el mundo bipolar de la Guerra Fría, aunque sin una gran capacidad económica, la Unión Soviética ocupaba el sitio privilegiado de superpotencia, basándose en su inmenso territorio, su dominio de Europa Oriental, y sus arsenales nucleares. Solía ver con desdén a China, muy pobre en aquella época, la que además sufría los perniciosos efectos de la “revolución cultural”, lanzada por el propio Mao Tse-Tung.

Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces. Con Deng Xiaping y sus sucesores, China se transformó radicalmente, supo aprovechar la oportunidad de incorporarse a la economía mundial, y en cuatro décadas se convirtió en la segunda economía mundial, sólo después de Estados Unidos. El Dragón logró liberar de la pobreza a más de 700 millones de personas. Hoy es la primera potencia comercial, una potencia tecnológica y, velozmente, se está convirtiendo en una superpotencia militar que, en algunos años, podría rivalizar con Estados Unidos. Hoy la superpotencia es China, y Rusia tiene que aceptar su posición de inferioridad.

Al Oso ruso y al Dragón chino los unen una variedad de intereses. Ambas potencias quieren beneficiarse más de su comercio bilateral, que en 2023 alcanzó la respetable suma de 240 mil dólares, 50 mil millones más que en 2022. Pero lo más impactante es el hecho de que comprándole petróleo, China le ha dado a Rusia el salvavidas necesario para resistir las sanciones económicas que le han impuesto Estados Unidos y los países de la OTAN. 

A cambio, China está exportando a Rusia más motores para drones, semiconductores, maquinaria y equipo, turborreactores, microelectrónica y nitrocelulosa, entre otras cosas. Son productos de uso dual, que sirven para fines civiles, pero también militares. Europeos y estadounidense se quejan, pero no podrán impedir que el comercio entre China y Rusia se multiplique.

Sin embargo, el interés fundamental que comparten el Oso y el Dragón es su decisión de contrarrestar la hegemonía de Estados Unidos en el escenario internacional. Ambos se quejan de que el Águila estadounidense está tratando de impedir su desarrollo. Las dos quieren cambiar el orden internacional actual hacia un mundo más multipolar. 

Por lo tanto, que se olviden los miembros de la OTAN de que China presionará a Rusia para que detenga su invasión de Ucrania. Que no sueñen en que dejará de apoyar económicamente a Rusia. El Dragón seguirá dándole al Oso la tabla de salvación para que resista las sanciones occidentales. China seguirá diciendo que es neutral en el conflicto en Ucrania. En la práctica, seguirá apoyando a Rusia, aunque, al menos por el momento, no le proporcionará lo que ésta más desearía: armas, y los bancos chinos tampoco le darán financiamiento, por temor a las sanciones estadounidenses. 

En ese contexto, México debe estudiar a profundidad cómo conducirá sus relaciones con Estados Unidos, China y Rusia en los próximos años. Estamos en América del Norte. Compartimos una extensa agenda ambiental, económica, migratoria, política, y de seguridad con Estados Unidos, nuestro principal socio comercial. Pero China es nuestro segundo socio, y nuestras transacciones están creciendo aceleradamente, para beneficio mutuo.

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS IZQUIERDO

DIPLOMÁTICO DE CARRERA Y PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@miguelrcabanas

miguel.ruizcabanas@tec.mx 

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