Los hechos son ya de sobra conocidos, y les ahorraré detalles macabros, queridos lectores. El jueves pasado, enardecidos por la falta de respuesta de las autoridades, vecinos de la colonia Florida de Taxco, Guerrero, lincharon a los integrantes de una familia señalados por haber secuestrado y asesinado a la niña Camila, de ocho años de edad, cuyo cuerpo fue encontrado esa madrugada a la orilla de la carretera.
La inacción policiaca fue doble, primero al no detener oportunamente a quienes ya habían sido acusados, alegando que un juez no había librado aún una orden de aprehensión, y después al no proteger adecuadamente a los presuntos responsables ni solicitar refuerzos para evitar el linchamiento. El saldo final del episodio: dos muertos. Tres, si contamos a la niña Camila. Cuatro si contamos al Estado de Derecho.
Algunos de ustedes se preguntarán cómo o por qué la policía debería cuidar a plagiarios y asesinos; otros más dirán que se lo merecían y que la multitud hizo justicia. Otros más señalarán la virtual inexistencia de autoridad en Guerrero, tanto política como policiaca, y no faltará quien acuse a la ausente pero, eso sí, siempre impecablemente vestida gobernadora (es un decir) Evelyn Salgado, impuesta por su tan cuestionado padre, el senador (sí, es legislador) Felix Salgado Macedonio. Y -por supuesto- siempre habrá alguno que decida, como lo hizo el jefe de policía de Taxco, tratar de culpar a la familia de la víctima.
Algunos tendrán razón: el gobierno estatal solo está para la foto y el tristemente famoso papá solo está para la fiesta y el baile. La autoridad es a veces ausente y otras veces cómplice, como en el reciente asesinato de un joven activista o el tan conocido caso de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. El estado está asediado por bandas criminales, que no alcanzan a imponer su control pero siembran terror por doquier. Guerrero es, en resumen, un estado sin gobierno, sin autoridad y sin control.
Pero eso no quiere decir que debamos ceder a la tentación de permitir que sea una turba la que decrete quién es culpable o qué castigo merece (en México no existe la pena de muerte, por cierto). Tampoco quiere decir que Guerrero sea un caso único en el país: me vienen a la mente varios ejemplos de entidades en las que la ley es letra muerta y la única justicia es la que impone un Cuerno de Chivo. Y en cuanto a culpas político-partidistas, ya no podemos seguir aceptando que cada quien se haga el que no lleva culpas ni responsabilidades: el deterioro (y en algunos casos colapso) del sistema de procuración e impartición de justicia en el país es asignatura pendiente desde que tengo memoria, y ese fracaso le corresponde completo a nuestra clase política y a ese poder judicial que quisiera ser intocable.
Hay muchos tipos de justicia y uno de ellos es el electoral: seamos cuidadosos y estrictos con nuestro voto, no vayamos a terminar premiando a quienes merecen nuestro castigo y oprobio.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS
GGUERRA@GCYA.NET
@GABRIELGUERRAC
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