Columna invitada

La Pascua o la superación del absurdo

Las violencias exhiben nuestra contradicción más profunda. ¿Es posible superarla?

La Pascua o la superación del absurdo
Rodrigo Guerra López / Colaborador / Opinión El Heraldo de México Foto: Especial

Es legendaria la postura de Max Horkheimer, de Theodor Adorno, y de otros miembros de la Escuela de Frankfurt, que pensaron que la filosofía y la poesía jamás serían posibles de nuevo, luego del horror de los campos de exterminio durante la segunda guerra mundial. ¿Por qué tan importantes filósofos llegaron a una conclusión así de rotunda?

Tal vez, de un modo sintético, en el lejano 1961, Horkheimer, arriesgó una respuesta: “cualquier ser limitado – y la humanidad es limitada – que se considera como lo último, lo más elevado y lo único, se convierte en un ídolo hambriento de sacrificios sanguinarios”. 

El filósofo alemán decía esto luego de haber observado con atención el absurdo de los campos de exterminio, las ejecuciones de miles de hombres y mujeres inocentes, la contradicción que representaba para la racionalidad sacrificar seres humanos por la pura “voluntad de poder”. En efecto, en su última resolución: la sinrazón de la violencia consiste en afirmar: “porque puedo, te elimino, te aplasto, te humillo”.

En los días más recientes miramos un acto terrorista en Moscú que deja 133 muertos; informes de UNICEF reportando mil niños con miembros amputados en la franja de Gaza; el secuestro y asesinato de una pequeña niña de ocho años – Camila – en Taxco, Guerrero. Tres violencias increíbles que rápidamente se “normalizan”, se hacen parte del “paisaje”, y se disuelven en unas cuantas horas, para dar paso a las últimas novedades noticiosas.

Horkheimer, con toda seguridad, volvería a verificar que la racionalidad autofundada e instrumental, es una trampa de la que no hemos podido salir ya que el ser humano constantemente tiende a las violencias irracionales para autoafirmarse, para pseudo-emanciparse, para imponerse por la fuerza.

El Papa Francisco, en el mensaje “Urbi et orbi” con motivo de la Pascua pronunciado el pasado domingo nos dice: “No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en sus ojos.

Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción? La guerra es siempre un absurdo y una derrota. (…) Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón.”

En efecto, no hay verdadera paz luego de que un conflicto finaliza con vencedores y vencidos. El imponerse por la fuerza no crea condiciones de paz auténtica sino que siembra, un nutriente para que las pasiones más bajas articulen el espejismo de una nueva sociedad donde los “fuertes”, los “exitosos”, los “triunfadores” son quienes detentan la verdad y el bien. La paz verdadera tiene otro origen: la “fragilidad” de Aquel que paga por mí toda mi inconsistencia y mi traición.

En efecto, para el cristianismo, la “Pascua”, el tránsito, es otro: la verdad y el bien no andan principalmente por las vías del éxito. La verdad y el bien acontecen con toda su belleza luego de dar la vida por la vida de los demás. Todos los profetas del “super-hombre”, - Nietszche incluído – chocan frontalmente con la realidad de Jesucristo muerto y resucitado. La muerte, el absurdo y el dolor no tienen la última palabra porque han sido vencidos por Uno que nos precede y que nos marca un rumbo alternativo.

POR RODRIGO GUERRA LÓPEZ

SECRETARIO DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA

E-MAIL: RODRIGOGUERRA@MAC.COM

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