Cada seis años los mexicanos piensan que con las elecciones y, consecuentemente, con el cambio de gobierno, todo se resolverá como por arte de magia, y que el nuevo líder ungido, será quien venga y solucione todos sus problemas y los de la nación.
Se renueva la esperanza, se tiene la firme convicción cada elección, de que el nuevo presidente de la República, que ahora será mujer, solucione problemas como la pobreza, la violencia, la corrupción, entre otros.
Ahora el turno tocara por primera vez en nuestra historia a una mujer, ya sea Claudia Sheinbaum o Xóchitl Gálvez, pero solas no podrán, se requiere de la participación y el empuje de toda la sociedad.
No cabe la menor duda que las dos candidatas tienen las cartas credenciales para llevar a cabo los cambios que el país requiere. Como cada seis años hay esperanza, esperemos que esta vez no suceda otra vez al final del sexenio la decepción de siempre.
Los ciudadanos encienden velas y piden personalmente solución a sus problemas al candidato en turno, para después hacerlo con el candidato electo. Esto no es nuevo, pasó en el año 2000 con Vicente Fox, se echaba al PRI de los Pinos, para después darse cuenta de que todo seguía igual o peor.
Se crea en una buena parte de la población la expectativa de que las cosas van a mejorar y que las decisiones del nuevo gobernante impactaran de manera directa en ámbitos como lo económico y el social. Los mexicanos esperan que la providencia haga su parte, por eso frases como “si Dios, quiere”.
Pero la realidad es que al poco tiempo la esperanza se desdibuja y lleva a la resignación colectiva, que llena de coraje y aparece como siempre la desilusión por falta de oportunidades.
La falta de educación y la marginación, entre otros factores, hacen que la desilusión pase de generación en generación. No existe el vigor, la dignidad y la ambición para construir un México realmente diferente. Somos un pueblo sumiso, resignado, en donde se opta por el líder que sea el menos malo.
Es claro que el país no se renovará de un día para otro y mucho menos con la idea trasnochada de que esto se hará de la mano de una sola persona, será la ciudadanía tanto individual como colectivamente la que tendrá que empujar para crear una nueva sociedad, tal y como paso con motivo del sismo de 1985.
En esta nueva etapa que iniciará en el 2024, la nueva presidenta de la República deberá gobernar para todos, luchar para unir a una sociedad agraviada, conseguir una impartición de justicia equitativa en donde prevalezca el estado de derecho y, en especial, lograr que los mexicanos se sientan seguros en su propio país, donde si bien haya abrazos, también exista tolerancia cero para la delincuencia.
Los mexicanos son trabajadores y talentosos, y así como prematuramente se ilusionan, también rápidamente ante la falta de resultados bajan los brazos y aceptan sus condiciones en lugar de seguir luchando para alcanzar sus objetivos.
Esperemos que con la nueva presidenta y esa esperanza que trae todo cambio, no fallen y solucionen los problemas más urgentes que aquejan al país. Es tiempo ya, de que la sociedad se una y no deje la responsabilidad de un mejor futuro solamente a una persona que promete ser distinto, simplemente ese líder debe de ser el gran motor capaz de iniciar el cambio que nos lleve al lugar donde siempre debimos de estar.
POR EDUARDO MACÍAS GARRIDO
PAL