Heredero de una afamada dinastía política afroamericana, Kwame Kilpatrick fue diputado local a los 26 años y a los 31 alcalde de Detroit; también conocida como Motown, por ser la sede de las tres principales armadoras de automóviles: General Motors, Ford y Chrysler Jeep.
Ser afroamericano e incursionar en la política en los años noventa del siglo pasado, era una reivindicación histórica para una comunidad marginada por siglos y en no pocas ocasiones, violentada en sus derechos humanos. Fue en esa ciudad donde por vez primera Luther King pronunció el vibrante mensaje de "Yo tengo un sueño".
El alcalde Kilpatrick tuvo una buena relación con la comunidad México americana de esa región de Michigan. Me acompaño -siendo yo el Cónsul de México, un par de veces en los festejos del Cinco de Mayo -la celebración más importante de los mexicanos en el exterior-, y su cabildo aprobó sin dilación la Matrícula Consular de Alta Seguridad como identificación oficial que abrió las gestiones a los paisanos en bancos y comercios; misma que posteriormente les permitió obtener la licencia de conducir en ese estado. De hecho, Detroit fue una de las primeras grandes ciudades del medio oeste aprobar la Matrícula.
Sin embargo, penoso fue su final como político. Kwame fue obligado por su cabildo a renunciar, hacer pagos compensatorios millonarios y pasar una temporada en la cárcel por delitos administrativos y violación de derechos humanos. Deshonró su cargo y actuó inapropiadamente con su esposa, a la vista de todo mundo.
En la siguiente administración municipal, la ciudad se declaró en bancarrota.
Considero que el poder debe ejercerse con generosidad y disciplina, acorde a las reglas establecidas, pero, sobre todo, guiándose de los principios morales que nos da la familia y no utilizar el gobierno para cobrar venganzas o desquites: justo lo que no hizo Kwame. Malos gobernantes, los hay en todas partes y Motown, no se salvó.
POR ANTONIO MEZA ESTRADA
COLABORADOR
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MAAZ