A reserva del desarrollo de los procesos judiciales que enfrenta y que pueden descarrilar sus aspiraciones, el expresidente Donald Trump orienta su campaña a la lucha identitaria, a una guerra cultural. Se presenta como víctima de lo que llama “el Estado profundo”, término en el que incluye a la burocracia, buena parte del Congreso, un segmento del Poder Judicial, un sector de la empresa privada y los medios de comunicación.
El debilitamiento y control de las instituciones es parte de su propuesta.
Se ha declarado inocente de los cuatro cargos de conspiración para revertir los resultados de la elección del 2020. Continúa apelando a los sentimientos de inseguridad de la parte de la población estadounidense que ve cada vez más difícil alcanzar “el sueño americano”.
En esa narrativa identitaria de Make America Great Again o MAGA, el ataque a los migrantes, a las minorías y los diferentes es un eje fundamental. Es una estrategia orientada a la polarización, la división e identificación de los más vulnerables como amenaza a la identidad estadounidense.
Hasta ahora, Trump se perfila como el candidato favorito del partido republicano. De ahí que los otros candidatos no pueden construir un discurso alternativo y algunos como DeSantis y Abbott, pretenden ser más radicales que Trump para ganar el voto duro.
Trump ha transformado al partido republicano, ahora dividido.
El discurso del presidente Biden llamando a la unidad de los estadounidenses desde su toma de posesión, no ha logrado penetrar con los votantes trumpistas. Su política estuvo enfocada desde la campaña en el restablecimiento de los vínculos del partido demócrata con los sindicatos, en mejores salarios y condiciones laborales para los trabajadores y las clases medias, lo que en buena medida ha logrado.
Sin embargo, Biden no supera en las encuestas la barrera de 50 por ciento de popularidad, lo que lo coloca en una posición de relativa debilidad para el inicio de la campaña presidencial.
Ante esta situación, su equipo promueve desde fines de junio, el concepto de “Bidenomics”.
No hay una definición concreta, pero incluye las leyes aprobadas durante su mandato, que pretenden orientar a Estados Unidos hacia la economía del futuro y ganar la competencia tecnológica a China: Ley de Reducción de la Inflación, la de semiconductores y la de infraestructura.
Las tres implican una visión de futuro basada en la transición energética y el desarrollo tecnológico y una inyección de recursos sin precedente.
“Bidenomics” parece haber evitado una posible recesión en Estados Unidos. Su economía tendrá un “aterrizaje suave”.
El empleo continúa creciendo y hay un déficit de mano de obra calificada.
Con la promoción de “Bidenomics”, los demócratas pretenden lograr el apoyo en estados clave en las elecciones de 2024. Biden quiere que se le reconozca como el actor central en las grandes inversiones en EU y con ello atraer los votos que requiere.
POR MARTHA BÁRCENA COQUI
MARTHA.BARCENA@ELHERALDODEMEXICO.COM
@MARTHA_BARCENA
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