MIRANDO AL OTRO LADO

"No oigo"

Atrincherado en sus mañaneras, se dedica a vituperar y ofender a cualquiera persona que se atreva a cuestionar al gobierno y a sus políticas

OPINIÓN

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Ricardo Pascoe Pierce / Mirando al Otro Lado / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

México vive un proceso de descomposición acelerada. La violencia y la extensión de los tentáculos del crimen organizado están destruyendo las bases y fundamentos del Estado de derecho progresivamente, sin que el Estado nacional reaccione con una estrategia que reconozca el peligro que enfrenta.

Aparentemente el Presidente considera que es normal y aceptable que jóvenes sean secuestrados y asesinados brutalmente. Su “no oigo” retumba en todos los pasillos del poder político establecido, incluyendo en los cuarteles del Ejército, la Marina y la Guardia Nacional. Mientras sus privilegios y obras no sean afectadas, éstos duermen tranquilamente. Pero alrededor de ellos el país arde.

Ese “no oigo” es el grito de estrategia del Estado nacional que ha escogido el Presidente López Obrador. Prefiere maquillar datos que salir a la calle a asumir los costos de resolver el problema. Pero el problema de “no oir” va mucho más allá del problema de la violencia que ha ensangrentado y enlutado a México.

El “no oir” ha sido el leitmotiv de López Obrador. Es el mismo personaje el candidato López Obrador que prometió en campaña todo lo que la gente quiere escuchar sobre seguridad y progreso, que el personaje Presidente López Obrador en gobierno que hace todo lo contrario a lo que prometió en campaña.

En gobierno, nunca se ha reunido con líderes de la oposición. Nunca se ha reunido con legisladores de oposición. Cuando se reúne con gobernadores, lo hace con los de su partido, excluyendo a gobernadores de oposición. No acude al Congreso a eventos protocolarios por miedo a ser cuestionado por la oposición. Cuando viaja a Washington, lo hace de tal manera que nunca se reúne ni con legisladores o líderes políticos de cualquier partido que lo pudiera cuestionar, y mucho menos con la prensa libre de ese país.

Atrincherado en sus mañaneras, se dedica a vituperar y ofender a cualquiera persona que se atreva a cuestionar al gobierno y a sus políticas. Ha insultado y ofendido a los médicos del país, a las madres que buscan a sus seres queridos desaparecidos en todo el país y se ha burlado de los niños con cáncer, acusándolos de ser objetos de manipulación por los “conservadores”. Detesta y desatiende a académicos, investigadores de laboratorio y a toda la comunidad intelectual y científica del país.

Particular rabia expresa en contra de los periodistas, reporteros y medios de comunicación en general. Su falta de empatía llega al grado de ser interpretado por sus seguidores, miembros de crimen organizado incluidos, de que matar a periodistas puede ser tomado como un acto de “hacer patria”. Esa actitud de falta de empatía presidencial ha hecho de México el país más peligroso para el ejercicio del periodismo en América Latina.

Particular atención ha llamado el sistemático ataque a las mujeres por parte del Presidente. Tan abusador y abusivo es López Obrador, que instancias judiciales del país le han ordenado cesar sus ataques contra las mujeres, y hacia algunas en particular, como el caso de Xóchitl Gálvez. Hay que singularizar el caso de sus ataques, desprecios e invectivas contra la Ministra Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Norma Piña.

Tan ofensivo ha sido su conducta pública contra la Ministra Piña que los seguidores del Presidente han colocado un plantón en las puertas de esa corte, impidiendo la entrada a sus instalaciones. El plantón se mantiene porque el Presidente entiende y convalida esa forma de guerra contra la Corte en general, y la Ministra Piña en particular.

La lista es interminable de personas, instituciones o iniciativas que han sido objeto de ataques, insultos e invectivas por parte del Presidente López Obrador. Recordemos que jamás ofreció ese modelo de gobernanza cuando fue candidato. Ofreció lo contrario: habló de amor y paz. Pero gobierna con odio y violencia. Todo lo contrario a lo dicho en sus campañas.

Dado el fracaso del resto de sus políticas públicas, el desenlace más trágico de ese “método” de gobierno fincado en la violencia, es que emerge como una lógica implacable la natural asociación entre la Presidencia y los actores más violentos de la sociedad. De ahí, el fortalecimiento de las fuerzas del orden del Estado en general. Menos comprensible, pero moviéndose en la misma dirección, es la aparente complacencia del Poder Ejecutivo con la presencia y actuar del crimen organizado.

La violencia atrae a la violencia y a los violentos. La violencia engendra más violencia. Para no asumir las implicaciones y consecuencias de la mentira de su gestión y de su forma de ser, López Obrador opta por el método de gobernar negándose a escuchar los reclamos de la sociedad. “No oigo” es la frase que define a este gobierno fracasado. Y con ello, condena a la sociedad mexicana a una espiral prolongada de violencia.

POR RICARDO PASCOE

COLABORADOR

ricardopascoe@hotmail.com

@rpascoep

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